Tostón publicitario de Adviento 2020 (III)

 

Por eso hay una sabiduría que no entendemos, que no entendemos. Muchas veces pensamos nosotros de ser sabios, y uno ve la comunidad: ese hermano así, este hermano asá… No lo perdonas. ¿La voluntad de Dios?… Tú haces tu voluntad.

Jamás el CNC buscará sanar los defectos de los demás. Es decir, no importa qué sea lo que haya hecho ese otro hermano al que no perdonas, no importa si es un abusador, un violento, si te ha robado… Te dirán que diosito lo ama tal y como es y que el problema es tuyo.

Por eso viene el Adviento, viene a ayudarte; viene este anuncio, pobre, como soy, incapaz, lo que sea me inspire, porque no quería darlo.

Y mejor que se hubiese quedado calladito, porque solo suelta embustes y kikadas.

Entonces, el Señor ilumine con la certeza que es Él, que selle en tu corazón una palabra, una palabra que llegué ahí de paso y se dé la importancia y la selle en el corazón. Es el Señor, el Espíritu Santo, y estamos agradecidos al Señor porque nos ha hecho entrar en la Iglesia y nos ha dado esto: el amor y la unidad, y si no lo tienes, pídeselo al Señor, pide al Señor: “Señor, dame comunión con mis hermanos, dame que pueda amar a mis hermanos así como son, así como son”.

Cuando Jesús dijo a Zaqueo que convenía que entrase en su casa, no lo hizo para que él siguiera siendo “así como era”. La vida de Zaqueo cambió desde ese momento. Pero los kikos parecen incapaces de entender que el amor no consiste en dejar que el malvado siga siendo malvado.

Porque, mira, la misión grande que el Señor ha pensado para ti es que se vea. Porque Cristo dice: «Amaos los unos a los otros como yo os he amado». Y dices: ¿Por qué? Porque todos conocerán esto, de este signo, del amor, del tipo de amor con que se aman, la gente sabrá que tú eres cristiano, que esta comunidad es cristiana. Los cristianos son los que se aman. “Mirad cómo se aman” decían de la Iglesia primitiva: “Mirad cómo se aman”. Era un amor que se veía. La gente estaba admirada de este tipo de amor que tenían, de cómo se amaban, porque era el amor de Cristo. Se amaban cargando sobre sí el pecado del otro, se amaban así como eran. Como Cristo te ha amado así, así como eres te ha amado, te ha querido. Así poder amar al hermano.

Si solo amas a los tuyos, ¿qué mérito tienes? No. Para ser cristiano no basta amar a los miembros de un güero cerrado -que ni eso se da en el CNC-, para ser cristiano hay que amar al otro, que es Cristo, en genérico.

Por eso te invito, esta noche, a pedirle al Señor, pide al Señor este amor y la unión: «Como tu Padre en mí y yo en ti, que ellos sean uno en nosotros». En nosotros. Si quieres, si tú estás unido a Cristo y tu hermano está unido a Cristo, los dos estáis unidos en Cristo y en el Padre y en el Espíritu Santo. Por eso, qué importante, es un misterio que el Señor nos permita entender o entrar o vivir este misterio de unión, de comunión, porque eso dice que si son uno, perfectamente uno, el mundo creerá que Tú me has enviado, es decir, el mundo creerá que Cristo, el enviado del Padre, es el salvador de toda la humanidad.

Por ello tienes una misión enorme, enorme en tu comunidad, que es que resplandezca este amor y esta unidad aquí, en ተፋሰስ, que la gente vea. Es importante y mira, te ha escogido a ti, te ha escogido a ti, te ha elegido, te ha llamado a ti para esto, para esta misión. Pero hay un problema. Hay un problema. Nosotros, cuantas veces contristamos al Espíritu Santo, cuantas veces lo echamos.

Por ejemplo, cada vez que sueltan trolas por la boca con la pretensión de hablar en su nombre.

Y ¿cómo se echa al Espíritu Santo? Cuando empiezas a no amar a tu hermano, cuando empiezas a odiarlo a no… a quitarle el habla, las divisiones, las separaciones no vienen del Espíritu Santo.

Por fin una verdad. Y la dice un kikotista de reino de todo aparte, uno que no consiente integrarse con los parroquianos de misa de 12.

Y cuando tú escoges esta división, esta relación con el otro, el Espíritu Santo se va, contristas al Espíritu Santo cuando juzgas al hermano, porque Cristo ha dicho no juzgar, no juzgar, no condenar, perdonar. Por esto, tu comunidad es un lugar de no juicio, de no condena, de perdón, de perdón.

Ja, ja, ja. ¡Qué chiste! Si fuera así, no tendría sentido todo el rollazo que se ha marcado hasta ahora.

Y para de juzgar, hermano mío… ¿Sabes por qué juzgas?, ¿sabes por qué juzgamos? Porque pensamos que somos superior a los demás.

En este ambiente, el Señor quiere hacerte un regalo: no considerar al otro inferior que tú, al contrario, si tú… Decía santa Teresa de Calcuta, madre Teresa de Calcuta decía: Si estás juzgando el hermano, no tienes tiempo para amarlo. Si tú siempre continúas juzgándolo, no tienes tiempo de amarlo. El Señor a ti te ha elegido para amar al hermano, no para juzgarlo. Y dice san Pablo: llevando en nuestro cuerpo siempre y en todo lugar el morir de Jesús, para que se vea en nuestro cuerpo la resurrección de Cristo, la vida de Cristo.

La cita correcta es: «Llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos» (2 Cor, 4,10).

¿Puedes tú cargar sobre ti el pecado del otro, de tu hermano? Sí con Cristo. Por eso en toda la convivencia estaba apuntado esto como un faro potente, un foco potente: unido a Cristo, mi vida es Cristo; mi vivir es Cristo, dice san Pablo.

Cita real: «Para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia» (Fil 1,21).

Vivir es Cristo. Cuando tú te levantas, cuando comes, cuando vas al trabajo, siempre Cristo. Tú, Cristo. Contigo, Cristo. Dentro de ti, Cristo. Tú y Cristo una cosa sola. De manera que cuando uno ve a este hermano, ve a Cristo. Ve a Cristo. Va uno que camina, te lo encuentras por la calle, por ahí, ve a Cristo en ti. Y esto que dice pablo: mi vida es Cristo, no es para san Pablo, es para todo cristiano, para ti, para que tú puedas revestirte de Cristo, que significa que te quita el hombre viejo. Dios hace esto en el bautismo, ha hecho esto, ha muerto el hombre viejo y ha nacido un hombre nuevo.

Por eso, el Señor nos invita a esto. Mira qué maravilla, qué estupendo, qué elección ha hecho el Señor contigo, qué elección tan grande, entrar en la comunidad para que se vea en ti y en la comunidad a Cristo.

La comunidad es precisamente el elemento prescindible. Solo Dios basta, no hace falta nada más, ni comunidad ni tostones ni bolsas, ni kikotistas pobrecitos, ignorantes y repetidores de mantras…

El amor entre los hermanos se ve en la resurrección de Cristo. San Juan dice: ¿Cómo sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida? Porque amamos los hermanos. ¿Cómo sabemos que estamos resucitados? Porque amamos los hermanos. Es impresionante.

Es una prueba de que los kikos no han resucitado, porque no se da en ellos el amor ni la unidad. Por cierto, la cita real en 1 Jn 3,14.

Y cuando tú mueres, el mundo recibe la vida; cuando yo muero, el mundo recibe la vida. Impresionante.

Por si alguien piensa que lo precedente es una cita de san Pablo, aclaro que no, que solo es una cita de un kikiricanto. Lo más parecido que hay en san Pablo es: «De manera que la muerte actúa en nosotros, y en vosotros la vida» (2 Cor 4,12).

¿Cómo ve la gente que tú estás muriendo y que llevas dentro de ti la resurrección? Porque ve que te enfrentas a problemas, dificultades, contradicciones, insultos, gravísimos problemas en tu familia, y estás en paz, estás contento; puedes llevar todo esto y esto no te mata, no te destruye, dentro de ti hay la victoria de Cristo sobre la muerte. Y la gente ve esto. En tu trabajo: “Oye, yo tengo un problema con un hijo y estoy destruido; tú tienes el mismo problema y estás tranquilo, sereno”. Claro, estás sufriendo porque se sufre, ¿o no?  Claro que se sufre, pero esto no te mata. No te mata, estás alegre, vives alegre tú, con todo este problema, muchos problemas que tienes, vives alegre. ¿Cómo es posible? Se puede dar razón de tu esperanza, la razón: esta misión.

Otro mantra kiko: la pretensión de que se tiene que estar contento como unas castañuelas pase lo que pase. No es verdad. Cristo lloró ante la tumba de Lázaro.