No es una noticia nueva. Lo interesante es que lo relata quien sufrió el atropello.
Manuel Ortega, artista de trayectoria impecable |
24.07.2020.-
Madrid.- Gané el primer Premio y Adjudicación de Obra del Concurso
Internacional de Vidrieras para la Catedral de la Almudena (Madrid) en 1998.
Esto fue para mí un gozo primero y un sufrimiento más tarde. Era un gran logro
en mi carrera artística llevar a cabo un trabajo que habría de permanecer para
siempre en la catedral madrileña. Me entregué por entero a dibujar los bocetos
del ábside, el crucero y las naves, pero, al poco tiempo, el deán me dijo que
algunas vidrieras del crucero las iban a hacer unas señoras que salieron de no
sé donde. Protesté. No procedía. Yo era el ganador del concurso internacional y
de pronto llegaba una extraña injerencia que iba a perturbar la armonía del
conjunto catedralicio de las vidrieras.
No hubo nada que hacer. Era un compromiso con Caja Madrid, un
patrocinador fuerte, alegaba el deán. ¡Con la Iglesia hemos tomado, amigo
Sancho! Luchar contra el clero y la Banca es hacerlo contra un muro de
sillería. Tuve que pasar por la invasión de unas vidrieras con extrañas figuras
rojizas y acarameladas de aire decimonónico, que ocuparan los vanos del crucero
y contrastaban con las mías diseñadas con un concepto moderno, a base de
composición geométrica que distribuye y unifica las figuras siguiendo el ritmo
de la proporción áurea. Aquellas desfiguraban el conjunto. Y encima, el deán se
lamentaba de que entre unos y otros le íbamos a volver loco.
Pero mi cruz iba a ser todavía más dolorosa, cuando de pronto irrumpe en escena Kiko Argüello, un pintor con obra de aire neo o pseudo-bizantino fuera de tiempo y lugar, al que el obispado le da carta blanca para que levante mis vidrieras del ábside y coloque sus nada originales diseños junto a unas vidrieras también diseñadas por él a tono con su pintura. Aquello fue intolerable. La mayor falta de consideración y respeto que yo he recibido a lo largo de mi vida profesional.
Soy persona creyente en Dios y en la Santa Madre Iglesia Romana, Católica y Apostólica. Ninguna actuación de un clérigo o un obispo va a remover mi fe, porque me la dio Dios y está muy acendrada, pero sé distinguir muy bien lo que es una actuación pastoral de una actuación mitral abusiva. Estaba tan enfadado con el cardenal Monseñor Rouco Varela, amigo de Kiko Argüello, el fundador del Camino Neocatecumenal, el movimiento conocido como los Kikos, que le auguré en su torpeza diciendo:¡Este cardenal nunca será Papa! El Espíritu Santo es demasiado listo como para elegirlo a él. Así ha sido.
Yo gané el concurso internacional de vidrieras de la catedral de la Almudena. Ir contra mis derechos era injusto. Conozco mi trabajo y sé que tiene altura y dignidad, por eso, echarlo abajo era un atropello sin excusa alguna.
Mis
vidrieras están a lo largo de las naves de la Almudena, pero las que diseñé
para el crucero o las que hice para el ábside, se han levantado, descabalando
un magnífico de conjunto, original y no copia, como la obra de Argüello, que sí
es copia de otras que hizo en la iglesia de Santo Domingo, capital de la
República Dominicana. Mis bocetos son de actualidad, entroncan con las
vanguardias artísticas y no apelan a movimiento neo-bizantino alguno. El
periodista Luís María Anson escribió un artículo laudatorio sobre Kiko Argüello
en la prensa madrileña, donde, tratando de elogiarlo, lo retrataba bien como un
pintor con una visión neo-bizantina o neo-románica de los años 70, pero sin mayor
alcance.
Hablé una mañana con Kiko Arguello mientras trabajaba sobre un andamio en las
vidrieras del ábside y le reproché la suplantación. "Yo solo soy un pobre
hombre y hago lo que me han indicado", me dijo de modo aparentemente
humilde. Nada cambió.
Lo que más me entristeció también de todo este asunto, fue el disgusto que tuvo mi esposa, Carmina, cuando conoció la noticia del atropello. Estuvo toda una semana sufriendo, muy preocupada, sin atreverse a decirme que iban a remover algunas de mis vidrieras para poner otras de menor valor artístico. Sabía la contrariedad y el gran enfado que iba yo iba a tener y que me podría costar un infarto. Le costó una enfermedad de angustia.
Llevé el asunto de ese cambio de las vidrieras a los tribunales. Yo había ganado el concurso con buena parte de dinero igualmente público de la Iglesia, la Alcadía de Madrid y el Estado, para que, más adelante se desplazara el trabajo de modo unilateral e injusto a otra persona. El asunto terminó en los tribunales con una indemnización a mi favor por daños y perjuicios económicos, pero nunca se resarcirán los daños morales ni a mí, ni a mi mujer ni a la catedral.
Ahora ya
sólo cabe ver los temas expuestos de la Vida de Cristo representados para las
vidrieras de la catedral madrileña: Anunciación; Visitación de la Virgen a
Santa Isabel; Nacimiento de Cristo; Epifanía; Presentación en el templo; Huida
a Egipto... También están las vidrieras para las capillas de las Hermanas de la
Compañía de la Cruz, de las Siervas de Jesús o de San Vicente de Paúl. ¡Y
comparar!
Las vidrieras retiradas están, según me han dicho, en el Museo de la Catedral
de la Almudena. No he ido a verlas para evitarme otro berrinche.
¡Pobre catedral de Madrid! Estos churros sustituyeron las vidrieras de Manuel Ortega. Como él dijo: ¡A comparar! |