viernes, 31 de diciembre de 2021

Feliz 2022

 

¡Ojalá el nuevo año 2022 

traiga a todos paz y alegría, 

y a algún kiko, la conversión! 

 


 

jueves, 30 de diciembre de 2021

El señor te ha traído aquí

 

Una de las frases que más le gusta repetir a Kiko es la de «el señor te ha traído aquí» o alguna de sus variantes: «tienes que darle gracias al señor que te mantiene aquí», «estás aquí no por tus méritos, sino porque el señor te ha traído de la mano», afirmaciones que se completan con «y te ha dado catequistas, te ha dado una comunidad».

Todas ellas, bajo su aparente sencillez e inocencia, son frases coercitivas, además de ser mentira.

Para empezar, quien las pronuncia y se las dirige a otros se sitúa por encima de esos otros, es más, se sitúa como único intérprete válido de la voluntad del tal señor en nombre de cual dice hablar.

Es obvio que hay que ser muy muy sensible, incluso ultrasensible, para poder captar la voluntad del señor de marras para todos los demás. Así se entiende que en el CNC, mientras que la afectividad se considera una lacra, la sensibilidad esté sobrevalorada.

Así pues, la primera condición para ser mensajero y vocero del señor es la sensibilidad a flor de piel. Y la segunda, que deriva de la primera aunque pueda parecer contradictoria, es que esa piel sea más dura que el cemento armado, de forma que el "sensible" no dude jamás en presionar al otro, que es Cristo, e incluso que no dude en coaccionarlo y amenazarlo con desdichas sin cuento si no escucha. El fin justifica cualquier medio para que el oyente entienda que fallar a la comunidad y al Camino es dar la espalda a ese señor representado por el gran sensible, es rechazar su voluntad, es oponerse a ella. Es, en suma, abrir la puerta a los demonios.

Este es el verdadero mensaje: «el señor te ha traído aquí» significa no puede irte de aquí, porque si te vas le darás la espalda a la historia que el señor tenía pensada para ti desde antes de la creación del mundo; no puedes irte porque jamás llegarás a ser cristiano si le das una patada al señor, que te quiere aquí; no puedes irte, porque eso sería «bajarte de la cruz» que el señor quiere para ti y «sin cruz no hay salvación». En suma, no puedes irte, porque irte sería lo mismo que negar a Dios.

MENTIRA.

Te mienten y te manipulan. Y además, se hacen pasar por únicos intérpretes válidos de la voluntad de otro para ti: «somos tus catequistas». Lo que también es mentira.

No son catequistas, puesto que ningún obispo los acredita y ahora, con las disposiciones papales sobre el ministerio del catequista, mucho más claro queda que ni lo son ni lo pueden ser. No dan la talla.

Pero hay una forma más clara e inmediata para descubrir la impostura de cuantos hablan en nombre de un señor tan falso como un ídolo con pies de barro:

En primer lugar, el verdadero Dios habla al corazón de cada uno de los que le buscan, no necesita intermediarios porque resuena en las almas, en el interior de la gente y su Voz trae consigo la paz.

En segundo lugar, Dios no puede ser encerrado en salas de usos múltiples, por más que algunos se afanen en correr a echar pestillos a las puertas y decretar arcanos y prohibir la reproducción de ciertos mamotretos. Dios no te quiere en un lugar determinado, Dios te quiere a Su lado. Al Suyo, no a del club privado de los sensibles. Y Él está en todas partes.

No va a caer ninguna maldición sobre ti si dejas la comunidad, no ofendes a Dios si no caminas, no te va a castigar, no desobedeces ni te opones a Su voluntad si no haces el trípode ni te condenas si no das el diezmo. Al contrario, si no dejas que otros - muy sensibles ellos y muy prestos a usar el nombre de Dios en vano- manipulen tu vida, serás un poco más libre.

Hay otra serie de mantras que también se emplean para mantener el yugo de la comunidad sobre el cuello de los captados. Cuando un neocatecúmeno da señales de estar harto, cuando las reuniones le parecen vacías y no experimenta nada ni siente nada, cuando tiene problemas concretos con personas concretas de la comunidad -ser sensible está fetén, ser afectivo es espantoso-, se recurre a hacerle saber que su obligación es dejarse pisotear por los amados hermanos. Pero no se dice así, que queda feo.

La manipulación para estos casos es la de tildar de justiciero al que no se deja pisotear. Jamás se eleva la voz contra el que ha cometido el agravio, pues eso sería resistirse al mal. De modo que se apunta contra el agraviado que se ve doblegado bajo el doble peso de la injusticia sufrida y de los juicios de la comunidad, que le conminan sin misericordia a «no resistirse al mal», «no bajarse de la cruz» y renunciar a «ser un justiciero».

Quizá tales consejos provengan del desconocimiento antes que de la maldad o del afán de engaño, pero conviene explicar que parten de un error garrafal.

El «no os resistáis al mal» se refiere a la actitud que un cristiano debe mostrar a los de fuera, nunca invitó Cristo a doblegarse ante las injusticias cometidas por otros presuntos cristianos puesto que tales actos no tendrían que darse entre ellos y, de producirse, lo que hay que hacer es corregirlos, no tolerarlos. ¿Acaso no reprendió Jesús a Pedro cuando este se lio y no veía la voluntad de Dios? ¿No lo hizo también Pablo cuando Pedro se dejó influir por los judaizantes?

El masoquismo y la tolerancia del error son profundamente anticristianos.

Quien enseña a otros que la justicia no es correcta y que hay que humillarse ante el atropello no es cristiano ni entiende el Cristianismo.

En una comunidad que se dice en camino hacia el cristianismo adulto no se pueden tolerar injusticias y malquerencias contra sus miembros.

No resistirse al mal hasta dar la propia vida significa no resistir el mal que procede de "fuera" de la Iglesia y tiene su raíz y su causa en la fe verdadera. La Iglesia no persigue ni hace mal a los cristianos por causa de la fe, eso solo lo hacen los ajenos a ella, pero si dentro de la Iglesia se hace el mal, existe la obligación moral de paliarlo y combatirlo. Pues este mal no es por causa de la fe, porque la fe debería ser la misma.

Por tanto, si en algo que dice ser Iglesia se reparten infamias, calumnias y malicias, no solo no se da la espalda a Dios por no soportarlo, es que existe el deber de combatirlo como algo intrínsecamente malvado y además, lo mejor que se puede hacer es salir de ese lugar y no volver. La Iglesia es grande y universal, no es un gueto de puertas cerradas.

 

martes, 28 de diciembre de 2021

Traditio symboli (CXV)

 

Kiko: ¿Tú estabas ciego antes del camino?

E.: Sí, no veía el amor de Dios y pensaba que Dios no se preocupaba en absoluto por mí. Pensaba que cada uno se tenía que arreglar su propia vida, que cada uno tenía su propio camino y hacía lo que podía. Estaba centrado en la comodidad, el egoísmo, el éxito, en ser el primero, en buscarme a mí mismo, en tener dinero, en ser burgués. Mi vida tenía que construírmela yo, buscármela yo, alcanzarla yo, siempre centrado en mí mismo con un egoísmo tremendo: comer bien, divertirme, evadirme, etc. 

En jerga kikil lo de buscarse a sí mismo siempre es malísimo, puesto que significa que la persona todo lo hace en sus fuerzas, sin aceptar que es el último y el peor de todos, y además lo hace para gratificarse a sí misma.

Por ejemplo, destinar los beneficios del trabajo a uno mismo y a la familia es un horror y es síntoma de querer realizarse en el trabajo, en cambio, si se da el diezmo de todo, incluido la menta y el comino, habrá dejado de buscarse a sí mismo con el dinero ganado.

Kiko: ¿Cómo te ha abierto los ojos?

E.: Antes consideraba el pecado como algo natural, era una situación normal, la vida me conducía a eso.

Esa es precisamente la doctrina kikiana: eres un pecador y no vas a dejar de serlo, así que relájate, que diosito te ama pecador.

Solía ​​confesarme cuando era niño, pero hace años que ya no lo hacía. Llegó un momento en el camino en el que los pecados (por el hecho de que me hubieran puesto barro en los ojos) se volvieron insoportables: estaba completamente ahogado en una vida terrible que no podía soportar más. También le había comentado a mi esposa que no podría vivir otros treinta años como había vivido los primeros. Entonces, un momento clave fue el segundo escrutinio cuando salió fuera mi situación y la Iglesia me dijo estas palabras: "Ve y no peques más".

Lo de sacar fuera -reiteración- en la jerga de esta gente significa que lo contó en la comunidad y se hizo de dominio público entre ellos.

Lo de los treinta años da a entender que más o menos ese era el tiempo que llevaba con la esposa -menudas tragaderas para algo que le ahogaba-, pero creerse en disposición de ser quien decida si le quedan treinta años más o solo cinco minutos es mucha presunción.

Allí terminó todo y entré en una paz inmensa que nunca había experimentado. Me sentí perdonado por la Iglesia y por mi esposa.

Mencionar el perdón de la esposa suele ser indicativo de que hubo una traición contra ella. Y no es una declaración espontánea, es el discurso aprendido para estos casos. Cada vez que salió a la luz un adulterio en la comunidad, escuché esas mismas palabras: "Me he sentido perdonado por ella". 

¡Qué sensibles son para experimentar sentidos, pero qué poco les importa lastimar a la esposa y avergonzarla ante toda la comunidad!

 

Inesperadamente, este escruticio no tiene más, acaba así, sin un discurso grandilocuente del sensible, es decir, no sé con qué ánimo se ha incluido esto en el mamotreto.