Sobre catequistas y quienes no lo son ni lo pueden ser

 

Hace poco la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos ha hecho llegar a las Conferencias Episcopales «algunas notas sobre el ministerio del Catequista, los requisitos necesarios, la celebración del rito de institución». 

No apto para catequista de verdad

Lo primero que se subraya en esas notas es que el ministerio del catequista es laical, es decir, «es esencialmente distinto del ministerio ordenado recibido en el Sacramento del Orden» y no solo eso, porque además no es compatible con el ministerio del orden. De hecho, este tiene una componente sagrada puesto que se adquiere por medio de un Sacramento, mientras que el primero, no.

Otro aspecto señalado es que corresponde al Obispo discernir sobre la idoneidad de los candidatos al ministerio del catequista. No vale con presentarse voluntario ni con presentar credenciales de que se lleva tiempo ejerciendo de “catequista”, ya que «no todos los que son llamados “catequistas” deben ser instituidos».

Se detalla de forma expresa que no deben ser instituidos como catequistas «aquellos que han sido admitidos como candidatos al diaconado y al presbiterado; ­los religiosos y religiosas (independientemente de su pertenencia a Institutos que tienen como carisma la catequesis), a no ser que sean referentes de una comunidad parroquial o coordinadores de la actividad catequética; ­aquellos que llevan a cabo un servicio dirigido exclusivamente a los miembros de un movimiento eclesial; ­aquellos que enseñan religión católica en las escuelas, a menos que también desempeñen otras tareas eclesiales al servicio de la parroquia o la diócesis».

Respecto a quienes destinan su servicio de forma exclusiva a un movimiento eclesial se resaltan un par de diferencias fundamentales: «tal función es confiada, de hecho, por los responsables de cada movimiento eclesial y no, como en el caso del ministerio del Catequista, por el Obispo diocesano tras su discernimiento con respecto a las necesidades pastorales». 

Solo el Obispo puede nombrar catequistas. El responsable de un movimiento o el gran gurú de una realidad que no se mueve nombra subordinados que no son catequistas, incluso si se usurpa el término.

Pero más importante es la segunda diferencia. El Obispo nombra catequistas en función de las necesidades pastorales, mientras que el jefazo de un movimiento lo hace en función del grupo, que nada tiene que ver con la pastoral de la Iglesia.

Lo precedente por sí solo excluye con claridad a la mayoría de lorokistas como candidatos al ministerio del catequista, pero habrá algunos que arguyan que ellos, además, “dan catequesis de post confirmación” por ejemplo, lo que en sí mismo es aberrante, porque la “post confirmación” no es un Sacramento ni, por tanto, requiere enseñanza. Pero también para ellos hay respuesta.

A continuación, la carta de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos aborda el tema de «quienes acompañan el camino de iniciación de niños, jóvenes y adultos», es decir, de quienes “dan catequesis”. Pues bien, lo que dice la carta es que «no parece oportuno que todos sean instituidos Catequistas», si bien «es absolutamente conveniente que todos ellos reciban, al inicio de cada año catequético, un mandato eclesial público con el cual se les confía esta indispensable función» y sustenta su criterio en el hecho de que las tareas encomendadas a quienes “catequizan” a niños, jóvenes y adultos son las propias del ministerio de Lector: «En efecto, el rito de institución de Lectores afirma que su tarea es educar en la fe a los niños y a los adultos y guiarlos para que reciban dignamente los Sacramentos».

Por tanto, según la carta, el ministerio que corresponde a quien “da catequesis” es el de Lector, salvo que se le haya confiado una tarea más: «Si a los que siguen la iniciación se les confía –bajo la moderación de los ministros ordenados– una tarea de formación o una responsabilidad para coordinar toda la actividad catequética, entonces parece más oportuno que sean instituidos como Catequistas». 

En consecuencia, quienes aleguen ser “catequistas” de inventos tales como la post confirmación, tampoco cumplen los requisitos para apuntarse al ministerio del catequista, y quienes lo sean de comunión o de confirmación, caen en el saco de los Lectores, no de los Catequistas, salvo aquellos que desempeñen tareas de formación -supongo que se refiere a la formación permanente de quien ya ha recibido todos los Sacramentos de iniciación- o de coordinación de toda la actividad catequética, bajo la moderación de los ministros ordenados.

Y ahí los kikos vuelven a pinchar en hueso, porque ellos solo admiten la moderación de otros kikos hasta llegar al sumo gran gurú.

Luego la carta entra en las funciones propias del catequista ministerial:

·       El servicio del primer anuncio

·       El acompañamiento en la etapa iniciática

·       La colaboración con los Pastores, los Padrinos y los Diáconos para encontrar las formas más coherentes del primer anuncio del Evangelio

·       Ayudar a discernir los signos externos de las disposiciones de quienes pretenden ser admitidos al catecumenado.

·       Llevar «a los catecúmenos no sólo al conveniente conocimiento de los dogmas y de los preceptos, sino también al íntimo conocimiento del misterio de la salvación».

·       A los «catequistas que realmente sean dignos» el Obispo confía la celebración de los exorcismos menores.

·       «Una vez insertados ya los catecúmenos en los Sacramentos de la iniciación cristiana, los Catequistas permanecen en la comunidad como testigos de la fe, maestros y mistagogos, acompañadores y pedagogos disponibles para favorecer, en todo lo posible, la vida de los fieles, a fin que sean conformes al bautismo recibido».

Estas son sus funciones en el ámbito del anuncio y de la enseñanza -ese segundo es común al ministerio del Lector-, pero tiene otras tareas que exceden ese ámbito:

«El ámbito del anuncio y de la enseñanza, sin embargo, describe sólo una parte de la actividad de los Catequistas instituidos: de hecho, están llamados a colaborar con los ministros ordenados en las diversas formas de apostolado, desempeñando, bajo la guía de los pastores, múltiples funciones. Queriendo ofrecer un elenco – aunque no exhaustivo – puede señalarse: la guía de la oración comunitaria, especialmente de la liturgia dominical en ausencia del presbítero o diácono; la asistencia a los enfermos; la guía de las celebraciones de las exequias; la formación y la guía a otros Catequistas; la coordinación de las iniciativas pastorales; la promoción humana según la doctrina social de la Iglesia; la ayuda a los pobres; el fomento las relaciones entre la comunidad y los ministros ordenados».

Una y otra vez se hace referencia a colaboración con los ministros ordenados, a la caridad y esas cositas de la atención a enfermos y necesitados y todo lo que tenga que ver con la participación activa en la vida parroquial de los religiosos de misa de 12, es decir, parece pensado para que en los guetos entiendan que ellos no son ni dan el pego como catequistas, por más que usurpen el nombre.

Y por si a alguien le cabe aún la duda, la segunda parte de la carta se refiere a los requisitos que han de cumplir los candidatos al ministerio del catequista.

El primero de ellos, además de estar bautizado, es presentar al Obispo una petición escrita y firmada.

La segunda se expresa así: «Es conveniente que al ministerio instituido de Catequista sean llamados hombres y mujeres de profunda fe y madurez humana, que participen activamente en la vida de la comunidad cristiana, que puedan ser acogedores, generosos y vivan en comunión fraterna, que reciban la debida formación bíblica, teológica, pastoral y pedagógica para ser comunicadores atentos de la verdad de la fe, y que hayan adquirido ya una experiencia previa de catequesis. Se requiere que sean fieles colaboradores de los sacerdotes y los diáconos, dispuestos a ejercer el ministerio donde sea necesario, y animados por un verdadero entusiasmo apostólico».

Más claro, agua.