Traditio symboli (CXIV)

 

Kiko: ¿Qué no veías antes del camino? 

D.: No veía que estaba ciega y luego lo experimenté en el camino. Pensaba que los demás me querrían mientras yo fuera buena, que Dios me amaba si yo era buena. Tengo una gran dificultad en aceptar que Dios me ama como soy, veo que me cuesta.

Kiko: ¿Jesucristo te ha puesto barro en los ojos?

D.: Veo que sí, lo ha puesto sobre todo en la comunidad. Veo que tengo celos, envidia, no soporto que no me tengan en cuenta, no soporto que me quiten el cariño. Este es el problema que he estado experimentando con mi esposo últimamente porque, por primera vez, no me sentía amada por él.

Esta misma experiencia la tienen muchos matrimonios. La comunidad es muy exigente y al ponerla por delante de la pareja, el matrimonio se resiente. Por eso es en la comunidad donde “por primera vez” se experimenta la falta de amor en el marido o en la esposa: es que el problema no existía antes de poner al ídolo por encima de todo y de todos.

Esto me hizo darme cuenta de lo que puede ser amar al enemigo. También he visto que yo era perversa, en el sentido de que era capaz de vengarme: si tú no me das amor... ¡Zasca!

Incoherencia marca de la casa: responder al mal recibido con otro mal es lo contrario a amar al enemigo.

Ha sido tremendo porque yo ni siquiera quería verlo, y en la convivencia, confesándome, el presbítero me lo dijo.

¿No quería verlo pero van juntitos cada dos por tres a las cositas de la comunidad, que no salvan y por las que nadie debería dar la vida? Si él la obligaba a ir contra su voluntad -lo que es más usual de lo que se pueda pensar- no me extraña.

Kiko: Tú exiges el amor de su marido. La Escritura dice: "Maldito el hombre que confía en el hombre": si te apoyas en tu marido y le pides la vida, experimentarás la maldición.

Ojito con el empleo retorcido de las citas bíblicas. Esta en concreto se refiere a no idolatrar a nadie, pero un matrimonio en el que no haya confianza y los esposos no se presten la ayuda adecuada entre ellos se va a pique.

Dios no soporta ni tolera que tú tengas a tu marido como un ídolo. Debes odiar a tu esposo por amor a Jesucristo. Solo poniendo tu vida en Jesucristo aceptarás que tu marido sea como es, lo dejarás libre porque la vida no te viene del amor de tu marido.

Cuando no se tiene ni idea de lo que es un matrimonio es mejor no meterse a maestro Ciruela. Sin amor y sin confianza, el matrimonio se reduce a un par de personas que viven solas pese a compartir techo y tálamo.

Imagina un poco: si esta hermana de aquí pusiera toda su vida en el amor de su esposo hace ya un tiempo que ella no estaría aquí: estaría a punto de darse un tiro (casada hace un año, embarazada de ocho meses, esta mañana ha sido el funeral de su marido, fallecido por las secuelas de un accidente después de estar entre la vida y la muerte durante un mes).

Se ha pasado de frenada. Si eres creyente el amor no termina con la muerte. Es decir, el marido de “esta hermana de aquí” la sigue amando desde el más allá, de modo que si el combustible de su vida es el amor, la muerte no se lo ha arrebatado. Otra cosa es que el menda se lance ha hacer juicios de intención o se recree en ideas de suicidios ajenos.

D.: Lo veo por mi padre que está destrozado.

Kiko: Tú te tienes que convertir. ¿A qué esperas para convertirte? ¿Aceptas todo esto ahora? ¿Lo has superado? ¿Has perdonado? ¿Tienes paz?

D.: Tenía paz, pero ahora veo que el Espíritu Santo se ha ido.

Kiko: ¿Qué es lo que no aceptas ahora?

D.: Veo que estoy en rebelión, que no acepto la historia que Dios me pone delante. Veo que como persona no me realizo en absoluto. Veo que Dios me sostiene: por ejemplo, después de casarme me quedé embarazada muy pronto y vi claramente que tenía que dejar el trabajo en el que me realizaba. Así que me dedico a limpiar durante todo el día.

Es común en Kikolandia que con la llegada del primer hijo la madre se pida una excedencia. Pero cuando en verdad lo hace por su propia decisión y en libertad, ella no tiene la impresión de dedicar el día entero a limpiar, sino a la fundamental tarea de cuidad y educar -y se sienten fenomenal en dicha tarea que nadie puede desempeñar mejor que una madre-. Por el contrario, aquella que ha sido arrastrada por la imposición de otro no está conforme con el giro drástico de su vida. Y teniendo en cuenta que esta mujer dejó de sentirse amada por su marido “por primera vez” en la comunidad, me inclino a pensar que dejó su satisfactorio trabajo por imposición del marido, que se puso en plan “soy tu cabeza y ordeno y mando”. En suma, quien no sé a qué espera para convertirse y aprender a amar a su esposa es el cabezón del marido.

Kiko: ¿Qué entiendes tú por "realizarte"?

D.: Hacer lo que me gusta; y ni siquiera lo veo claro, pero me paso todo el día arrastrándome.

Kiko: ¿No quieres tener más hijos?

D.: Sí, ahora los quiero, pero no vienen y no sé por qué. Al contrario, me gustaría tenerlos.

Kiko: Entonces, tú no aceptas tu realidad concreta: ¿por qué? ¿Qué opinas de la vida? El Señor te ha puesto en un camino neocatecumenal para hacerte cristiana y Dios debe ser lo primero en tu vida, darte una misión. Pero a ti no te interesa, lo que tú quieres es "realizarte" -como dices tú- con un marido que te ame, etcétera.

Nuevos juicios de intención y además muy desnortados. Es justo y recto que una esposa quiera el amor de su esposo, lo anómalo es conformarse con que para el marido la comunidad siempre esté por encima de ella. Y reclamar lo que le corresponde en justicia no es que no le interese Dios, es defender su matrimonio.

D.: El problema es que no sé lo que quiero: no me gusta lo que tengo, estoy continuamente agitada, pero no me aclaro. Veo la incongruencia... entonces, ¿qué es todo esto?

Ve la mortal incongruencia del CNC y de la comunidad.

Kiko: ¿Por qué tienes un ídolo en tu corazón? "Dime dónde está tu tesoro y te diré dónde está tu corazón". Quieres ser otra persona: no te realizas en la historia que Dios te da. Dios quiere enseñarte a caminar en la historia que Él te da, en los acontecimientos, pero los acontecimientos que Dios te da no te gustan. ¡Te gustarían otros! Así las cosas no puedes ir a predicar.

Tras el empleo del nombre de Dios en vano -cuando la única verdad es que jamás viene de Dios lo que provoca desunión en el matrimonio-, la mujer se libra de ir a kikotizar pues es evidente que se da cuenta de que el CNC no es sano ni bueno y podría hacérselo saber a otros.

D.: Sí, yo también lo veo. (Esta hermana tiene que esperar tres meses).