sábado, 30 de mayo de 2020

Pentecostés 2020 (III)



«Y con los dones nos da también sus frutos, de los que habla San Pablo en la carta a los Gálatas 5,22: “El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí”.  
Ofrecer tu cuello como Isaac: “Aparecerá en el cielo un cordero degollado”, frente a los hombres».
La cita debe ser de la correspondencia privada entre Kiko y su legión o su diosito, que tanto monta, porque no es de ningún libro conocido de la Biblia.
«Es la obediencia. Obediencia siempre significa darse: esto es el cristianismo. No hay nada más sublime sobre la tierra, es la verdadera felicidad. Aparentemente parece que no, pero si Dios te da el Espíritu Santo, la capacidad de amar a tu marido, donándote, perdiendo un poco la vida, allí encontrarás la verdadera felicidad, que es la vida eterna».
Cuando el que menos sabe pontifica pasan estas cosas: la única utilidad que ve a la mujer es la de satisfacer los instintos masculinos, incluso por encima de su propia vida. Pues no, no es eso lo que estaba y está en el plan de Dios, eso es obra del demonio contra la mujer.
«Nosotros sabemos que cada pecado que cometemos, de egoísmo de violencia, etc. quita su raíz a nuestra fuente de felicidad, entonces tenemos necesidad de más televisión, etc. y cada vez tenemos menos felicidad.
Ya sabes, cuando te apetezca ir al cine a ver una peli, plantéate si no será que has perdido la raíz de tu fuente de felicidad. ¡Qué chorrada!
«Por eso, ánimo, tenemos todos necesidad del Espíritu Santo, ésta es una fiesta grande, fiesta de la Iglesia, es la fiesta del nacimiento de la Iglesia. Gracias a la Iglesia vosotros habéis encontrado al Señor, sin la Iglesia no estaríamos aquí».
Eso es verdad, puesto que parasita a la Iglesia.
«Ésta es la fiesta más grande, la vigilia de Pentecostés es un fruto de la Pascua: Cristo ha subido al cielo, ha ofrecido al Padre sus llagas gloriosas y el Padre ha mandado su Espíritu Santo».
No. La fiesta más grande es la Pascua, nada puede equipararse a ella, ni siquiera Pentecostés, ni la Navidad.
«Es un misterio maravilloso también lo que se cumple en nosotros, porque ¿qué es el Camino Neocatecumenal? El Espíritu Santo nos está donando la comunión, haciendo que estemos juntos durante tantos años, todos con el mismo lenguaje, la misma comunión. Éste es el gran milagro, porque ha llegado el Mesías sobre la tierra. El Señor ha hecho verdaderamente milagros con nosotros, verdaderamente: “Gustad y ved qué bueno es el Señor”, que nos ha sacado de nuestra Babilonia. Sabéis que Babel, Babilonia, significa “confusión de las lenguas”, es decir, significa que no hay comunión; como en nuestra sociedad en donde no hay comunión, los jóvenes no encuentran un lenguaje interno que les sacie.
Nosotros hemos visto, sin embargo, qué bueno ha sido el Señor con nosotros, que nos ha dado de su Espíritu, que nos ha dado la comunión: viejos y jóvenes. Tenemos todos una comunión nueva que no es un fruto psicológico, sino una obra del Espíritu Santo en medio de nosotros».
Lo que tenéis es un discurso aprendido fruto de la manipulación ejercida a través de las palancas del miedo y de la culpa. Por eso destiláis mala hiel. Y la mala hiel es prueba de la ausencia del Espíritu Santo.
«¡Los designios del amor de Dios para nosotros! Como comunidad nos ha salvado; es algo bellísimo, impresiona muchísimo ver una comunidad unida; es decir sois un testimonio».
La pendejada se las trae. Ni la salvación es para comunidad, congregación, orden, asociación, corporación, sociedad, cofradía o movimiento ni mucho menos la comunidad salva. Que diga lo contrario solo es una trampa para mantenerte atrapado, para que pienses que si te vas la pifias.
«Individualmente, quizás, sois un desastre, pero unidos, como comunidad, sois un espectáculo. Un espectáculo porque un grupo que se mantiene unido es dificilísimo, porque somos todos distintos y es facilísimo destruir la comunión, hay divisiones, envidias o se hace una comunión ficticia de aquellos que se reúnen para cenar, etc. pero con el tiempo siempre acaba deteriorándose».
¡Anda que no hay grupos en la Iglesia! Los religiosos naturales tienen cofradías a punta pala. Y se mantienen unidos sin creerse el último refresco del desierto.
«Los Papas han dicho que el Camino Neocatecumenal viene del cielo para la salvación de la Iglesia: tienen este carisma de discernimiento».
Ningún Papa ha dicho tal cosa. Pero ya tardaba en falsear a todos los Papas del universo.
«Nosotros somos todos privilegiados porque Dios ha mostrado en nosotros esta obra, que no es nuestra, porque la comunión la construye Jesucristo, constantemente, gracias al Espíritu Santo, por lo que nos da esta lengua única que es la comunión de los santos, que es maravillosa y que nos permite perdonarnos».
La comunión de los santos nada tiene que ver con la imposición de unos mantras de uso común ni con el pensamiento único, pero cuando el que no sabe va de sabio, la lía.
«“Amaos como yo os he amado”, es decir, aceptando que el otro tenga sus defectos, como Cristo ha aceptado nuestros pecados y los ha perdonado».
Yo leo aberraciones como que Cristo acepta nuestros pecados y no puedo evitar preguntarme qué clase de (de)formación reciben los presbis de los RM. Dios no deja de amar al pecador, pero NO ACEPTA el pecado, ni lo trivializa. Esto no es un “ji ji ja ja no pasa nada porque Dios me quiere y me perdona”. Dios no perdona a quien no se arrepiente ni pide perdón, porque no se inmiscuye donde no se le busca.
«El mundo no puede perdonar, le parece una locura perdonar, porque si se perdona se continúa a hacer el mal y no soporta que exista el mal, está escandalizado».
No sé en que mundo vive este individuo. En el que yo vivo, el mundo no se escandaliza del mal, convive muy tranquilo con las hambrunas crónicas que podría remediar, pero como no lo escandalizan no hace nada; con la guerra, e incluso decide que hay guerras malas y guerras buenas; con la explotación humana, y con “cienes y cienes” de situaciones similares.
«Ved la situación del mundo hoy, en tiempo de la pandemia del coronavirus: como una mujer en parto, grita, jadea, lleno de sufrimiento. Pero el Señor destruye estas tinieblas con su aparición, con su resurrección, el Señor ha mostrado los signos de su amor. ¡Ánimo! Que Dios tiene para vosotros signos todavía más grandes, todavía os mostrará cosas mayores. Habéis visto que de Pentecostés en Pentecostés, Dios está bendiciendo vuestra comunidad. No miréis a vuestra debilidad, sino al proyecto, al diseño que Dios tiene para la salvación de esta generación».
¡Y dale con las pendejadas! Dios no bendice piedras, coches ni comunidades, por poner solo tres ejemplos. Este tipo lo trivializa todo, pero la bendición es para las personas, no para las entelequias.
«Esperemos que todos recibamos la potencia del Espíritu Santo: esta lengua de fuego sobre la cabeza que no nos hace estar tranquilos, pensando que tanta gente no conoce a Jesucristo, gente sola, tantísima gente que está en el infierno. Nosotros tenemos este don inmenso de haber encontrado al Señor. El que ha encontrado al Señor Jesucristo y tiene el Espíritu Santo dentro, no está nunca solo; aunque una mujer se quede viuda está unida al Señor: dos en una sola carne.  
Si estáis angustiados, si tenéis una pena, el Espíritu Santo os consuela. ¡Llamad al Espíritu Santo! ”Al que me llama, le abro, y vendré a él”».
Otra cita inventada. O tal vez sea de los diálogos de Kiko consigo mismo.
«Te llama Dios y te invita a amar. Sabemos que Él es Amor. Es impresionante que Dios siendo amor, te invite a ti a que ames tú, o sea, a que participes en lo más grande que existe en la vida, que es el amor».
Date cuenta: No te invita a que “tripodees” ni a que diezmes, sino a que ames. Así que puedes quitarte las cadenas de la comunidad, porque lo único importante es el Amor (y de Amor saben poco en lugares donde invitan a hacer volar sillas).

viernes, 29 de mayo de 2020

Pentecostés 2020 (II)



PALABRAS DE KIKO PARA PENTECOSTÉS 2020

«La fiesta de Pentecostés era una fiesta para Israel que, después de haber salido de la esclavitud de Egipto, había recibido en el monte Sinaí la Torá, es decir, el libro de la Ley, que recoge los 5 primeros libros de la Biblia: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. La Torá es una palabra hebrea que significa ‘camino’, ‘ley’; esta Torá se resume en las dos tablas de la Ley, en los 10 mandamientos. Cuando Dios aparece sobre el monte Sinaí marca el camino de la vida, que es: “Escucha, Israel: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas”; y junto a éste: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”: son las dos tablas que aparecen como lenguas de fuego que iban a posarse sobre la piedra».
¡Qué manía de llevar las cosas al judaísmo! En fin, a ver si soy capaz de desliarlo un poco. Lo de los judíos se llama Shavuot y era, en su origen, una fiesta agrícola. Sí, agrícola, nada que ver con la religión. Lo que sucedió es que en ese afán propio de la religiosidad natural, tan denostada por el kikismo, los sacerdotes o los levitas o los fariseos o todos ellos juntos, decidieron asociar esa fiesta de la recolección a la conmemoración de la entrega de las tablas de la ley en el Sinaí. Así se unían la religiosidad natural y el moralismo de dar las primicias a Dios, como marcaba la ley recibida, no fuera que diosito se enfadase y al año siguiente las cosechas no fuesen buenas.
 «Pero ya los profetas habían dicho que en el tiempo del Mesías, Dios no escribiría más sobre piedras su Ley, el camino de la felicidad y de la vida, sino que Dios mismo habría mandado su Espíritu sobre los hombres y este Espíritu habría escrito la Torá, el camino de la vida, en el corazón del hombre. Por eso, los hebreos se reúnen el día de Pentecostés para conmemorar la fiesta de la Torá, la fiesta de la Ley. Todos los hebreos se reúnen esta noche en Israel para celebrar la fiesta de la Torá, del rollo de la Ley, haciendo una procesión con el rollo. Los hebreos ponen en un armario en la sinagoga los rollos de la Torá, como nosotros ponemos la Biblia».
 En resumidas cuentas, cuando interesa, el moralismo y el clericalismo están bien y bonito.
«Cuando los apóstoles estaban celebrando en el Cenáculo, con la Virgen, la bajada del Señor sobre el Sinaí y la entrega de la Torá, sabéis que un viento impetuoso ha movido las ventanas y de repente han aparecido como lenguas de fuego sobre sus cabezas y ha descendido sobre ellos el Espíritu Santo, el Espíritu mismo de Dios, que es el autor en nosotros de todo bien.
El Espíritu Santo nos hace hijos de Dios, nos hace amigos de Dios, nos hace santos, nos permite poder amar en la dimensión de Dios, como Dios ama. Nosotros hombres amamos de una forma limitada, porque por el miedo que tenemos a la muerte, cuando el otro con sus defectos nos hace mal, nos mata, no podemos amarlo, tenemos que hacer una violencia contra él: no le hablamos, le golpeamos, nos enfadamos, no podemos soportar que nos esté destruyendo. No podemos. Entonces la gente que se enfada, si están casados, se divorcian, porque no pueden tolerar esta prepotencia en su vida».
Esto es lo que pasa cuando el que no sabe se cree docto. La gente no se divorcia por un enfado, ni por dos, ni por veinte. El problema no son los enfados, que igual que vienen se van. Y me parece una insensatez banalizar un tema tan serio con un “como se han enfadado, se divorcian”.
«La gran novedad del cristianismo, que ha hecho Jesucristo, es que no se resiste al mal, sino que toma sobre sí los pecados y esto aparece como un tipo de amor nuevo, algo sorprendente. Nadie sabía que aquel hombre crucificado fuera el mismo Dios, que Él estaba tomando sobre sí el ser rechazado, lo acepta y va a morir en la cruz, y el mal que le están infligiendo, lo ofrece al Padre como rescate. El Padre ama mucho al Hijo y no puede ver que el Hijo sufra, pero el Hijo ofrece este sufrimiento por los mismos que le están matando, de forma que del rechazo, del pecado, Dios saca la salvación: el rechazo de Dios lo transforma en nuestra salvación».
Por favor, si alguien entiende que significa “el rechazo de Dios lo transforma en nuestra salvación”, que me lo explique, que no parece sino que cada pecador le hace un favor a Dios, al permitirle otorgar la salvación.
«Cristo dice al Padre: “¡Padre, no les tengas en cuenta este pecado! ¡Perdónales! te ofrezco mi sufrimiento, mi muerte en rescate por ellos, pero tú perdónales!”. Este amor sublime que aparece sobre la tierra y que antes no existía en nuestro planeta, Dios ha querido dárnoslo. Este amor en el fondo es el cumplimiento de la Torá, porque la Torá había profetizado ya este amor, había anunciado ya que esto es la felicidad, la vida eterna. Dios es esto».
Da la impresión de que algún grupo judaizante pague a Kiko para que les haga propaganda. El caso es que es posible que el diosito de Kiko sea la torá: todo moralismo, imposición, puños, esfuerzo, normas, castigos, diezmos, obligaciones… La ley no engaña, es clarísima: cúmplela en tus fuerzas y vivirás. Pero en la ley no hay misericordia ni Gracia, por eso la torá no es Dios. Y volver a la antigua alianza en la fiesta de Pentecostés no sé si es una chochez o una diablura.
 «Nosotros, en esta noche, esperamos que Dios nos dé este amor, porque si no tienes este amor -cuando el otro, por ejemplo, en tu casa tu hermano te hace algo, toma algo que es tuyo y tú no tienes paciencia, no eres capaz de no resistirse al mal, nosotros no somos corderos- pero si tienes este amor es distinto. Dice San Pablo que los cristianos son todos los días como ovejas llevadas al matadero, es decir, que todos los días nos encontramos con acontecimientos, con hechos pequeños o grandes en los cuales tenemos que ofrecer nuestro cuello como una oveja en el matadero. Si hoy hemos tenido un litigio, algún problema, para amar al otro hemos tenido que morir a nosotros mismos.  
Nosotros no podemos amar sin el Espíritu, para amar tenemos necesidad del Espíritu Santo. ¿Por qué podemos tener este amor? Porque el Espíritu Santo nos da la victoria sobre la muerte, el misterio Pascual se realiza en nosotros. Dice San Pablo que “cuando nosotros morimos el otro recibe la vida, llevando siempre en nuestro cuerpo el morir de Jesús”, la forma de morir de Cristo, la cruz, para que se vea en nosotros que Cristo está vivo. Si Cristo no viviera en nosotros no podríamos aceptar ser matados todos los días.  
La cruz de Cristo es la forma de amor por la que Cristo está vivo y resucitado, ha subido al cielo, porque Él ha amado así. No es con un esfuerzo nuestro, con nuestros puños como podemos tener este Espíritu, sino que todos esperamos que Dios nos dé este amor que nos hace santos. Ésta es la santidad, amar así es la santidad: el Espíritu nos hace santos, hace de nuestra vida una liturgia. Esta noche no podemos ser cristianos sin alimentar, sin recibir el Espíritu Santo. Y el Espíritu Santo lo podemos perder. El Espíritu Santo es un caballero, digamos así, es muy educado, muy bueno, basta que tú, en tu libertad, quieras portarte mal y Él te deja libre, tu casa se queda vacía, te vuelves colérico, enfadado, porque el Espíritu Santo no puede participar de nuestras maldades.  
Esto es un problema grande en nuestra vida, por eso nuestra vida es una cosa muy seria, porque somos libres y podemos condenarnos. El Espíritu Santo no nos quita la libertad, absolutamente, es más te hace todavía más libre para pecar, para hacer el mal. En cualquier momento podemos hacer cosas horribles, en nuestra libertad. Pero para eso El Espíritu Santo viene con sus dones, el don de la sabiduría para tener discernimiento y poder descubrir las trampas del demonio. A todos nosotros el demonio nos puede engañar, dándonos sobre todo la descomunión, que en el fondo nos hace dudar de que Dios nos ame, tomando ocasión de los sufrimientos de la cruz. Toma la cruz y le da una luz oscura, mientras que el Espíritu Santo ilumina nuestra cruz, la hace gloriosa. El don de inteligencia y de ciencia para entender quiénes somos y dónde vamos, el don de consejo para poder hacer la voluntad de Dios, el don de piedad para poder tener gusto por las cosas de Dios, tener amor a Dios. Sin el don de la piedad, la liturgia te parece un aburrimiento. Piedad significa amor a las cosas santas, a las cosas divinas, un amor que nos viene dado desde el cielo. El pecado te quita el gusto por las cosas divinas, porque te lleva a amar al mundo. El don de fortaleza y de temor de Dios, el santo temor, es decir, entender que somos libres y que podemos pecar gravemente. El don de temor te da horror al pecado. Nosotros tenemos estos dones del cielo, el Espíritu Santo viene con los dones necesarios para nuestra salvación».