Prisioneros por amor a Cristo versus caraduras

En el imperio romano se practicaba la libertad de culto, más o menos. Todo ciudadano romano y todo subdito de las naciones conquistadas podía dar culto a las deidades que quisiera a condición de que también el emperador romano fuese adorado como un dios más.

El culto al emperador era una herramienta política para cohesionar el imperio.

Por eso los primeros cristianos se pusieron ellos solitos fuera de la ley romana. Las acusaciones que las autoridades romanas vertían contra ellos y por las que fueron perseguidos no eran falsas, o por lo menos esa en concreto no era falsa: los cristianos se empecinaban en que Dios era uno solo y no era el emperador, por lo que ellos no podían rendir el culto que solo corresponde a Dios a un hombre, por muy poderoso que fuese ese hombre.

Tan simple como eso. De repente, por su empecinamiento en la verdad, quedaron proscritos, fuera de la ley. Tenían que esconderse, tenían que ocultar su religión y si les descubrían y apresaban, eran condenados a muerte. Todo por preferir la verdad antes que la propia vida.

En esas condiciones tan duras, los obispos no dispensaron del precepto de reunirse una vez a la semana para celebrar la Eucaristía.

Así que los cristianos que abrían su casa para las celebraciones, se jugaban el tipo. Y los cristianos que acudía a escondidas, de noche, también se jugaban el tipo. Porque unos y otros contravenían la ley, no por dar culto a Dios, sino por negárselo al emperador. Y por eso era necesario el secreto, el arcano, que nadie supiera quienes eran ni donde se juntaban.

Muchos fueron encarcelados. Ellos sí fueron en verdad prisioneros por amor a Jesucristo. Ellos sí. Y por respeto a ellos, los tipos ridículos que están en su casita por miedo a un virus y pretender igualarse a los mártires cristianos me son despreciables.

La página web de los tipos ridículos

Llevan la mentira por bandera y con tales instrumentos no se puede proclamar a Dios. 
No os fieis de ellos.