El domingo 30, el escenario es el de una ‘uka’ (no puedo poner
Misa porque veréis que no se respeta la liturgia de la Iglesia, sino que montan
un “tinglao”. Y por lo mismo no pongo Eucaristía, que es un Sacramento). De
hecho para que se vea el “tinglao”, el siguiente mitin es lo que llaman “Monición
ambiental”.
No introduzco comentarios, que ya es sobradamente larga y pesada.
KIKO:
Ayer hemos visto un poco, en el cuestionario,
dónde estamos, hacia dónde estamos yendo, en qué problemas nos encontramos, en
qué situación estamos y hacia dónde estamos yendo. Sin duda yo veo que el mundo
está yendo hacia la segunda venida de Cristo, que estará precedida por un
enorme cataclismo y las estrellas del cielo caerán y todo será pasado por el
fuego; todo será incendiado —dice S.
Pedro— porque esperamos nuevos cielos y nueva
tierra donde habitará la justicia. ¿Lo creemos esto, que todo este mundo será
consumido por el fuego, que no quedará nada y habrá una nueva creación? Seremos
invitados a esta nueva creación de acuerdo con lo que nos ha sido revelado. No
somos una secta que piensa cosas extrañas, no, esto ha sido revelado, es
palabra de Dios, y la Segunda carta de S. Pedro dice que todo será
pasado por el fuego (cf 2 Pe 3,1-16). Mientras llegan estos días, algo
que no es muy difícil que suceda —pensad que hace apenas setenta años ha habido
millones y millones de muertos con las dos bombas atómicas, las dos guerras
mundiales— no sabemos lo que sucederá, si habrá una tercera guerra mundial con
miles de muertos; no sabemos lo que sucederá, y somos invitados a vivir el instante,
a vivir el hoy.
Y en este momento de hoy el Señor nos invita a
la Pascua de la semana, a su Pascua. Nos invita porque quiere pasar en medio de
nosotros ahogando al faraón, aquel que nos esclaviza, aquel que de alguna manera
nos tiene esclavos de nuestros deseos, de nuestras concupiscencias, que
potencian el pecado que habita en nuestra carne. Nuestra carne ha heredado de
nuestros padres un pecado, el pecado de orgullo que, como hemos escuchado en el
salmo responsorial, es el gran pecado. Por el pecado de orgullo el hombre tiene
dentro un principio de autoafirmación, de autodeterminación, de autonomía
moral, de independencia, que le lleva buscar en todo a sí mismo, en todo en
todo busca estar bien y su propia felicidad. Esto es una esclavitud enorme. S.
Pablo ha dicho que Cristo ha venido para que el hombre no viva más para sí
mismo, sino que viva para Aquel que ha muerto y resucitado por Él. Cristo ha
muerto y ha resucitado por cada uno de nosotros, y su resurrección es garantía del
perdón de los pecados por medio del Espíritu Santo que habita en nosotros. Con
esto Jesucristo está reconstruyendo y creando una nueva humanidad, Él es el
primogénito de muchos hermanos, de una nueva humanidad que participa de la
misma naturaleza divina. Por eso nosotros podemos atravesar la muerte, subir a la
cruz. La muerte ya no tiene poder sobre nosotros, no estamos desesperados, no estamos
obligados a separarnos en el matrimonio, ni hacer la guerra ni a odiar; ni todas
estas cosas que hace la gente del mundo. La gente tiene dentro la muerte, dentro
de todo hombre habita la muerte. Por eso, lo primero que recibimos como una liberación
en el Bautismo, que perdona los pecados, es la vida eterna. ¿Y qué nos da la
fe? La vida eterna dentro de nosotros. Ya no tenemos más la muerte dentro, de forma
que ya no tengamos miedo a la muerte. Y cuando se acerca a nosotros un acontecimiento
de muerte que nos hace sufrir, el miedo a la muerte nos obliga a escapar. Por
eso dice la Carta a los hebreos que todos los hombres, por el miedo que tienen
a la muerte, durante toda su vida son esclavos del demonio, porque siempre hacen
la voluntad del demonio que les invita a escapar del sufrimiento como sea. Pero
nosotros hemos sido liberados de esta esclavitud de buscar en todo el estar bien,
estar bien, estar bien, de esta infelicidad, de este egoísmo. Y este pecado que
habita en nosotros, que hace que en todo busquemos nuestro ser, el estar bien, buscando
en todo nuestra felicidad, nos impide vivir en la verdad.
Dios ha mostrado en Cristo la verdad, su
naturaleza. Dios ha hecho este universo, la belleza de las plantas, el cielo,
las nubes, todo lo ha hecho con ese espíritu que veis en el Crucifijo: Dios se
ha donado totalmente a nosotros. Esta es la verdad, y nosotros estamos
invitados a participar de su esencia, de su naturaleza, de su substancia, de
forma que los cristianos viven cristificados. Pero vivir cristificados
no es una condena, no es una maldición, un horror, un sufrimiento, sino que
es una liberación: ¡poder amar es una liberación! Hay tanta gente que se pega
un tiro porque no ama ya a nadie: se le secó el alma, se le secó el corazón y
nada le satisface dentro. Está seco, muerto, y entonces prefieren quitarse la
vida. Cada minuto, en el mundo, se suicida un hombre según dice la estadística
mundial. ¿Estaremos aquí una hora más o menos? Pues sesenta hombres se habrán
quitado la vida: son estadísticas. Cada minuto un hombre se pega un tiro y se
quita la vida: para ellos esta vida es una porquería y ya no quieren vivir más.
Nosotros, gracias a Dios, hemos sido arrancados de esta maldición, de esta
depresión, de vivir en esta vida como muertos buscándonos en todo a nosotros
mismos.
El verdadero pecado, la verdadera enfermedad,
el verdadero sufrimiento, es que no podamos pasar al otro, no poder amar, no
amar a nadie, no ser capaz de sufrir por los defectos de tu mujer; no te dejas
crucificar, te debes defender, haces tácticas, detestas la cruz, detestas el
sufrimiento que Dios ha hecho sagrado cuando Cristo ha tomado sobre sí el
sufrimiento. Por eso debemos tener cuidado, si queremos ser cristianos, porque
Cristo nos llama a participar con Él en la salvación de esta humanidad. Para
esta misión que nos confía, en un Carisma nuevo de la Iglesia, somos invitados
a dar testimonio del amor divino en nosotros de forma comunitaria. ¡Una
verdadera novedad! Ya desde los primeros tiempos de la Iglesia, los monjes lo han
intentado haciendo comunidades monásticas, para mostrar el amor y la unidad en
medio del mundo. Pero nosotros estamos llamados, y no como religiosos, a
mostrar en nosotros la acción del Espíritu Santo que nos concede participar de
la victoria sobre la muerte. Entonces, si tú eres cristiano y tienes dentro la
victoria sobre la muerte: ¡Demuéstralo! Demuestra que te dejas matar por tu
marido, por tu mujer, por los otros; por la vida, por no tener dinero; por la
gente que te odia. ¡Demuéstralo! Demuestra que te dejas matar por tu mujer, por
tu marido, por el otro, por la vida, no teniendo dinero… ¡Demuéstralo!
¡Demuéstralo! Y si no, pues eres un traidor, no puedes estar
aquí. Aquí estás para dar testimonio de Cristo resucitado,
victorioso de la muerte. Por eso Cristo nos da este mandamiento: amaos en la
dimensión del enemigo, atravesando la muerte por el otro. Amaos como yo os he
amado, he dado la vida por vosotros cuando erais unos asesinos y me odiabais.
Amaos como yo os he amado.
Y esta es una consecuencia de su victoria sobre
la muerte, que nos invita a un banquete, a estos manjares deliciosos que son la
victoria sobre la muerte. En esta Eucaristía se va a hacer presente la muerte a
través del signo del pan que se rompe, la donación de Cristo que se entrega a
la muerte por cada uno de nosotros. Dirá el presbítero: «Este pan es mi Cuerpo
que se ofrece en sacrificio por vosotros; este es el cáliz de mi Sangre para el
perdón de todos vuestros pecados». Él nos da a participar de esta victoria
sobre la muerte y querría que después de la Eucaristía, como consecuencia —y no
como un sentimiento, que el sentimiento vale muy poco—, sino como una realidad
profunda, que pudiéramos amarnos. Y viendo también los defectos de la gente que
te odia, que te detesta, viéramos en eso una gracia, una gracia. Porque Cristo
fue detestado, odiado, cuando era el Hijo de Dios, buenísimo; Nosotros no somos
tan buenos como Él, por esto tienen razón quienes de alguna manera nos soporta
mal.
Pero el Señor comprende que la misión que nos
encomienda en medio del mundo pagano, ateo, es dificilísima. Aquí estáis un
pequeño rebaño que Él mandar como corderos en medio de lobos. Por eso
necesitamos, absolutamente, que nuestra alma sea fortificada, iluminada, y se
haga diáfana, en plena unión con Cristo para cumplir la misión que nos
encomienda, porque no hay cristiano que no evangelice. Si un cristiano no
evangeliza no es cristiano. El Papa Francisco ha dicho que el ADN de nuestro
Bautismo es que todos hemos sido enviados a anunciar el Evangelio al mundo. Y
los que estáis aquí sentaditos sin anunciar el Evangelio a nadie, sin decir nada,
tenéis que saber que esta no es nuestra vocación; nuestra vocación es anunciar el
Evangelio. Yo me he pasado toda mi vida anunciado el Evangelio. Cuando fui a
hacer el servicio militar en África, iba en el tren con otros tres militares
como yo y me pasé todo el viaje anunciando a Jesucristo. Y uno me dice: «¿Tú?
¡Ah, todo son mentiras! ¿Por qué no vienes conmigo al prostíbulo? Si vienes
conmigo al prostíbulo yo voy contigo a Misa». Pero es curioso como Dios me ha
dado celo. Y no he visto otra persona en mi vida que haya anunciado
constantemente a Jesucristo, que haya dado su experiencia y no haya preguntado
a la gente si creen en Cristo, si van a Misa.
Y todo el tiempo, bum bum bum, anunciando a Jesucristo.
¡Cómo no anunciar la buena noticia de que Cristo ha muerto por todos los hombres, por todos! Y tantísima gente no sabe que tiene una herencia de millones.
Un pariente de Nazaret, una ciudad de Israel,
les ha dejado en herencia la vida inmortal; y él no lo sabe mientras vive esta
vida mortal y se pasa la vida defendiéndose de la muerte, siendo un egoísta,
buscando su propia felicidad en las vacaciones, en las mujeres, los amigos, en
todo buscándose a sí mismo. No sabe, nadie le ha dicho que es millonario, no
sabe nada, nada de nada, y hasta detesta a la Iglesia, piensa que la Iglesia es
opresora y todas esas cosas.
Bien, hermanos, espero que en esta Eucaristía
el Señor se haga presente para todos nosotros y nos conceda participar de su
victoria sobre la muerte y fortifique en nosotros la vida inmortal, la vida
eterna, y salgamos de aquí, al finalizar
esta convivencia, para vivir en Él. «Ya no soy yo quien vive, es Cristo que
vive en mí». Y acabada la convivencia cogeréis el coche y regresaréis a Roma, y
otros cogerán el avión para ir a Madrid. Y ¿qué haréis allí? «No sé, no vivo ya
mi vida, vivo la vida de otro y Él me dirá lo que tengo que hacer en cada
instante, en cada momento». «Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en
mí. Esta vida que vivo —dice S. Pablo— la vivo en la fe en Cristo», porque Él
me hace participar de su victoria sobre la muerte y me ha enviado para que le
ayude en esta generación a anunciar la buena noticia, porque Dios ha querido
salvar el mundo a través de la estupidez del anuncio, de la necedad del
Kerigma. Dios ha querido salvar el mundo —dice S. Pablo— a través de la necedad
del kerigma». Y lo llama necedad porque parece una cosa estúpida que de
una noticia tan breve dependa la salvación del mundo; de una noticia, la
noticia de un hecho. ¿Y por qué una noticia tiene tanta importancia que salva
al mundo? ¿Por qué? Pues porque anuncia un hecho que está en acto, una onda
gravitacional que ha explosionado en el universo entero, que está en expansión,
y nosotros nos encontramos dentro de una galaxia caminando a miles de millones
de kilómetros por segundo y no sabemos cuándo se detendrá, donde estamos, qué
está sucediendo. Pues hay otro acontecimiento más importante todavía que este big
bang que ha sido cuando Dios ha entrado en la muerte para destruirla. Esto
ha sido un acontecimiento trascendental: Dios ha enviado a su Hijo para entrar
en la muerte y liberarnos a todos del poder de la muerte.
Ánimo, hermanos, en esta convivencia, en este
domingo, bendecimos al Señor y esperamos que sea haga presente en medio de
nosotros gracias a este sacramento pascual, la Pascua de la semana. Esperemos
que Él se haga presente, cure nuestras heridas, le quite el poder al faraón,
del demonio en nosotros, de modo que liberados de su poder, de su influencia en
nosotros, podamos hacer la voluntad de Dios para la salvación de esta
generación. Entonces, estemos todos atentos para que esta Eucaristía sea
verdaderamente participada, para que pueda realizarse en nosotros aquello que
significa y realiza.
Cantinflea a lo divino. Dejó pequeño a Cantinflas, que ahora no le llega ni a la suela de sus zapatos.
ResponderEliminarYa no nos salva ni el Chapulín Colorado. ¡Chanfle!
¿Pa qué te digo que no, si es que sí?
Eliminar-sepul-
Despues de leer a K en todas las entradas de la konvi de inicio de curso lo que siento es pena por todas las personas que han tenido que soportarlo. Son dignos de pena. Dejar sus vidas, trabajos, hijos o lo que sea para ir allí a escuchar al kuervo quemao ponerles a parir.
ResponderEliminarLes ha llamado traidores, que no tienen fe, que son como una prostituta, que deberían estar en la cárcel, que no tienen el espíritu santo..y esos gritos neuróticos ¡demuéstralo! ¡demuéstralo!
Para mi que quien recibe esos piropos y esa violencia no se siente muy alentado ni esperanzado para nada. Mas bien sale de allí machacado y en la parálisis mental que les deja este falso profeta.
El "Bum, bum, bum, evangelizando" ha resonado profundamente en mi corazon. Debiera ser el próximo temazo de Shakira.
ResponderEliminar«¿Tú? ¡Ah, todo son mentiras! ¿Por qué no vienes conmigo al prostíbulo? Si vienes conmigo al prostíbulo yo voy contigo a Misa».
ResponderEliminar¿El soldado fue a misa? :-)