Tostón de inicio de curso 2021-22 (V)

 

Después de un receso de dos horas que, en teoría, se dedica al escrute de 1Jn 1, 3 y 1Jn 1, 7, el planazo de la tarde consiste en seguir calentando el metacrilato y seguir escuchando la arenga de siempre:

«El Señor nos ha elegido, nos ha llamado, nos ha protegido con su bondad y nos ha dado de su Espíritu. Ahora nos trae a esta convivencia para ayudarnos, para colmar nuestro espíritu, para ayudarnos, porque confía en nosotros para la misión que nos encomienda».

No podía faltar la monserga de que si no haces lo que quiere Kiko es a Dios a quien fallas y abandonas.

«¡Cómo está la sociedad! Los jóvenes, la pornografía, la destrucción de la familia, la droga: una situación en la que el Señor te ha elegido a ti, me ha elegido a mí y nos ha dicho “Ánimo, ayudadme”. Entonces, para esta misión que el Señor nos encomienda, de salvación eterna para tanta gente, lo que haremos ahora es importantísimo. El Señor necesita nuestra disponibilidad total porque quiere vivir en nosotros, y en nosotros llevar adelante una obra que está haciendo en la Iglesia, en las parroquias, en la comunidad».

No hay nada más alejado de la vida parroquial y de la asamblea eclesial que el CNC. Es decir, si Dios les hubiese encomendado a estos llevar adelante una obra en la Iglesia, es obvio que no le han hecho el menor caso en cincuenta años.

«Por esto hacemos un rito muy importante. En este rito el Señor está dispuesto a hacer presente aquí su crucifixión en el Calvario, su muerte en la cruz por los pecadores que somos nosotros. Para salvar a los pecadores es necesario pasar los pecados a Cristo, para que Cristo elevado en la cruz, sea un escándalo para el mundo, es el mayor pecador. Por eso dice: “Pasadme vuestros pecados, no tengáis miedo. Vuestros pecados me traspasan, una corona de espinas en mi cabeza, me dislocan los huesos del cuerpo”».

No tiene bastante con decir herejías y también se inventa lo que dice Cristo. Y lo remata con: «Gracias a esta actitud de Cristo las puertas del infierno se cierran para nosotros». Con tales mimbres ¿para qué van a tener proósito de enmienda los neocatecúmenos que jamas se convierten si con magia han comprado que el infierno no vaya con ellos?

«Por eso este penitencial es muy importante. Necesitamos reflexionar seriamente si estamos dispuestos a convertirnos en cristianos, alter Christus, llenos de humildad, ocupando el último lugar».

Cincuenta años lleva y todavía tienen que pensar si quieren ser cristianos.

Después de semejante arenga, se proclama un evangelio (que según la versión italiana es Lc 10, 13-16 y según la española se alarga hasta el versículo 22) y, a continuación, es el turno del padrecito Pezzi, cuya homilía es de traca:

«Hemos estado bajo esta manifestación de Jesucristo, en el Camino, durante cincuenta años, con miras a una misión, con miras a ser testigos del Espíritu Santo que hemos recibido de Jesucristo crucificado y resucitado».

Es decir, que van cincuenta años tarde y sin visos de arrancar de una vez.

«También con el (sic) covid. Muchos piensan que es una venganza de la naturaleza por el maltrato del hombre, pero puede ser también una corrección del Señor con la que invita a la humanidad, que lo ha echado de las constituciones de los países, a volver a Él y a la Iglesia. Que volvamos a Él. Porque hay muchos creyentes, y sobre todo teólogos, y también algunos pastores, que ya no creen». 

La absurdidad pézima ve lógico los creyentes que no creen y son corregidos con maldiciones divinas.

«Y en este período de Covid es posible que la división que rompe la comunión entre también en nuestras comunidades. Mañana hablaremos más de eso, porque todo lo que divide viene del demonio».

Todo lo que divide vienen del demonio. Por eso los obispos japoneses obraron en consecuencia. Otros no sé si esperan a que Mario quite el “puede” y acuse a Dios de la covid. A Mario la “división” que le preocupa es que en el CNC hay gente que, ante una situación de pandemia mundial, decide tomárselo en serio y no cometer imprudencias:

«Es cierto que hay una presión social, hay presión también de ciertos sectores de la Iglesia, pero el Señor nos llama a ser libres con la libertad que nos ha dado como hijos de Dios. Y tenemos la misión de dar testimonio del amor de Dios a esta generación. No sabemos lo que nos espera. Jesús predijo: “El mundo se regocijará, vosotros lloraréis. Os perseguirán, os llevarán a las sinagogas, a los tribunales: no os preocupéis, el Espíritu Santo os sugerirá qué decir”. Y luego Jesucristo pasó su poder a sus apóstoles, aquí ya vemos a los setenta y dos: los envió con el poder de echar fuera demonios y sanar a los enfermos, de expulsar al maligno, de perdonar los pecados».

En otras palabras, Mario utiliza lo de “la libertad de los hijos de Dios” para inducir a la audiencia a limpiarse el trasero con las normas covid -véase el caso del cursito de novios apretaditos en un local inadecuado- y acto seguido trata de presentar a los lorokistas patanegra como los setenta y dos que expulsaban demonios, sanaban enfermedades, perdonaban pecados e incluso resucitaban muertos. Pero lo que el relato describe es lo que ningún lorokista puede hacer ni ha hecho nunca… Va a ser que no han sido enviados sino por Kiko.

A continuación, inesperadamente, Mario dice una cosa que me ha aclarado para siempre el fracaso del CNC:

«Mañana veremos cómo Dios se ha manifestado no de manera visible sino a través de prodigios, milagros, portentos, y también a través de castigos y correcciones. Se manifestó así al pueblo, para hacer de este pueblo Su pueblo: "Vosotros seréis mi pueblo, yo seré vuestro Dios"; hizo una iniciación, como nosotros en el Camino, una iniciación para recibir a Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre».

Ahí está. Dios hace una iniciación, dice Mario, que concluye en Jesucristo, a quien 2000 años después los judíos siguen sin reconocer. Como Mario compara la iniciación de Dios con la del Camino, el fracaso antológico queda garantizado.

Pero la cosa no se queda ahí:

«Este poder de Dios, del que todos los salmos cantan y todos los profetas hablan, del que habla la Sabiduría, este poder de Dios que él (sic) comunicó a Jesucristo, Jesucristo nos lo comunicó a nosotros».

Lo mismo lo mismo… Ahora sí que no entiendo cómo es que jamás les he visto multiplicar panes y peces, ni sanar leprosos, ni resucitar muertos, ni curar endemoniados… Pero Mario me lo aclara a continuación:

«¡Ay de nosotros si nos limitamos a ver a los catequistas, a los presbíteros, a la Iglesia, con los ojos de la carne y no sabemos ver que son enviados con el poder de Jesucristo!, para lo cual necesitamos de obediencia en la fe a los catequistas».

Ahí está. El problema siempre son los malvados desobedientes que no se someten y hacen imposibles los apabullantes milagros de los lorokistas.

Y tras estas consignas, que nada tenían que ver con el Evangelio escuchado, llegó el momento de las confesiones.