El dios de los pro

 

Dios proveerá. La consigna que nubla el sentido común de todos los participantes de esta gran “comuna” ha sido la adulteración cuasi teológica de uno de los grandes atributos de la manifestación divina, el cual es la providencia. Frente a este argumento no cabe apelación alguna. La racionalidad no puede prosperar ante cuestiones irracionales. Es famoso en la escolástica el aserto Propossitio non acepto para evitar entrar en los trampantojos del adversario. No es posible discutir sobre las posibilidades de un enunciado cuyo primer presupuesto es irreal o malicioso.

Todo el catecumenado descansa sobre la sublime idea de la gracia, hecha carne en la presencia/persona de los kikotistas; cuya admirable misión consiste en administrar misericordia, piedad y perdón en tanto que el Señor los ha enviado “para que los ciegos vean, los cojos anden, para anunciar la salvación…” (Lc 4,18).

Pero los tiempos de su señor no son los tiempos del Señor. Y su señor de los tiempos no es el Señor de este tiempo. Las generaciones que han crecido, madurado, envejecido y fenecido en torno al kamino lo han hecho, en su inmensa mayoría, en uno de los mayores tiempos de prosperidad, bonanza y riqueza que la humanidad recuerda. Este ciclo virtuoso de alza económico -sin negar las fluctuaciones y las correlativas crisis dadas- ha permitido enmascarar las aventuras catecúmenas. Cualquier riesgo por el Señor, cualquier entrega por la Misión, cualquier anatema kikotista, ha encontrado su eco en el ciento por uno, toda vez que la evolución de los tiempos económicos lo ha permitido, ocultándose los vicios de la racionalidad, la falta de diligencia y toda virtud prodigada por el magisterio de la Iglesia, y de los clásicos, si se apura.

Pero el crack del 2008 sumado a la explosión de la revolución industrial 4.0 en la cual nos encontramos inmersos, nos han adentrado en un nuevo proceso histórico.

Esta nueva era se sustenta sobre presupuestos culturales, económicos, jurídicos y sociales muy diferentes a los que elaboraron el escenario en el cual germinó el camino. Las condiciones ambientales que propiciaron el ecosistema neocatecúmeno han sido modificadas por mor de estas dos grandes circunstancias. El mundo está en crisis. Pero no el mundo en términos paulinos. Mundo es el conglomerado de sociedades que interactúan entre sí posibilitando el hecho y ejercicio de la humanidad. Y digo ejercicio de la humanidad, porque esta se ejercita, se hace, en tanto que acciones orientadas en una u otra dirección que posibilitan un tipo u otro de humanidad.

En los últimos 20 años, el conjunto de los datos macroeconómicos revelan la magnitud del problema y, siendo la Iglesia Católica consiente de la misma, se han publicado documentos pontificios para preparar a la feligresía y así adoptar una actitud correcta frente a estos embates de los nuevos tiempos: tasas de paro estructuralmente altas, niveles de deuda desorbitadas, renta per cápita congelada, inflación acumulada erosiva, aumento de la desigualdad… 

Pero para el kamino, dado que Dios provee, no es necesario ningún tipo de formación ni preparación económica salvo lanzar a todas las generaciones al vacío, en la creencia de que una golondrina hace un verano. Y levantaremos katecumeniums, seminarios, y reprocharemos los malos resultados, los números rojos y las cuentas desajustadas a la falta de fe.

Puede que un cambio de era signifique un cambio de camino. Pero la adaptación es inevitable. Ya la iglesia católica se prepara para los retos que presenta esta crisis global. Pero los mamotretos de los años 60 y 70 seguirán inmutables porque ellos tienen al dios de los pro.

Cuando entregas tu libertad a un ser totalitario, ese ser te trata como lo hace un maltratador. El camino es un ser totalitario que te dice que ser un individuo libre, levar a cabo tus proyectos, no merece la pena, no te va a llenar ni vas a ser feliz así. En cambio, merece la pena que bajes tus dones al mínimo posible y te escondas detrás de una pared para que no te pase nada.

Frederic Bastiat decía «todo aquel que quiere vivir del Estado, debe saber que el Estado vive de todos». Pues bien, todo aquel que quiere vivir del kamino, debe saber que el kamino vive de todos.

El poder totalitario no te da lo que te dice que te va a dar. En primer lugar, se presenta como el gran concesor, generador de regalos que luego no da. Y en segundo lugar acude a la represión cuando tú reclamas lo prometido. Después de esto, viene la miseria.

Y es que la decisión de decirle a la gente que no merece la pena ser libre provoca la mayor desigualdad de todas, que es un sistema en el que la riqueza es consumida por el poder, y el resto es pobre.

La alternativa fácil, es la del diablo, la que te lleva a la sumisión y a la represión.

¿Por qué entregamos nuestra libertad?

La asunción de responsabilidades no es fácil. La libertad tiene un precio. Cuando se asume íntegramente la libertad, se asume un coste que es la responsabilidad. La irresponsabilidad te lleva a un estado de infancia permanente, con cierta seguridad. Pero ese sueño infantil suele acabar mal. Llama poderosamente la atención el infantilismo crónico en muchos abducidos.

Se ha destruido la base, el fundamento que permite construir una sociedad con libertad y con igualdad de responsabilidades que es el concepto de la verdad.

Cuando los hechos dejan de importar y una opinión vale igual que un hecho pierdes la base sobre la cual discutir. La “verdad” acaba siendo lo que dicta la mayoría. La verdad y la mentira han dejado de existir como parámetros de una discusión. La estupidez es el atril del dios de los Pro.

Contra la estupidez, hasta Dios se encuentra indefenso.

 

Colaboración escrita por Dani.