El trípode en tiempos de pandemia

 

Hay que reconocer que el 2020 está siendo un año providencial, muy providencial. Tal vez demasiado.

Comunidad cerval

 Otros años por estas fechas el sensible que trata de vender sus delirios bajo la pomposa pretensión de que son “un bien” que no debe dejar de hacer “por temor a la vanidad, porque eso viene del demonio” ya ha soltado el tostón delirante de inicio de curso y ha puesto en marcha el efecto dominó: quienes han dormitado en directo la perorata sin sentido del gran gurufeta, transmiten un sopor parecido a otros kikotistas que a su vez se lo soltarán a las sufridas comunidades. Otros años.

Este año abundan las parroquias que no han reabierto los salones de usos múltiples a las comunidades. Más o menos allí donde el párroco no es presbikiko ni kikácérrimo y es él quien lleva la batuta por encima del responsable del Camino sucede que, por razón del aforo máximo y del secretismo de las reuniones, siguen cerrados los salones, porque el párroco, con buen criterio, prefiere no correr riesgos con unos tipos que no se sabe a qué se dedican tras las puertas cerradas, ni cuantos son ni cuantas veces se juntan.

En suma, que muchas comunidades siguen viéndose gracias a las redes sociales. Y muchos hermanos se escaquean del paripé vía Zoom, las retransmisiones en directo o lo que toque porque tienen cosas más interesantes que hacer.

El escaqueo es especialmente notable en el tema diezmo. Las bolsas no se llenan, la gente no está por la labor de programar una sencilla transferencia del 10 % a la cuenta que diga el kikotista.

Comunidad caballuna

Hay parroquias donde sí se han retomado las reuniones, pero con dificultades. Allí donde hay un catecumenium o salas amplias se establecen turnos de uso, y también ayuda -aunque no quieran reconocerlo- que los neocatecumenales son cada vez más viejitos y canosos y muchos de ellos, por precaución, por presión de la familia o porque ya están hasta el moño, prefieren esperar a que pase la pandemia o a que acabe el año providencial o a que se les aparezca un ángel de luz. Es decir, que en muchos casos, aunque se convoque a toda la comunidad a hacer el trípode como de costumbre, se sabe que la mitad de la comunidad va a faltar, por lo que lo del aforo se cumple por simple ausencia del personal.

Pero hay más problemas logísticos en la vuelta al duro trípode.

Como lo del vino: ningún cura ni presbikiko quiere arriesgarse a un contagio masivo por compartir el mismo copón rechupeteado. Así que hasta nueva orden no hay copón de vino, solo un copino para el sacerdote, como si estuvieran en la misa de los religiosos de misa de 12. Es más, también se desaconseja llevar la torta de pan cocida en casa, por higiene se recomienda que se empleen formas, talmente como en las misas de 12.

A eso hay que añadir que el abrazo besucón de la paz ha sido suprimido hasta nueva orden y que, para que no parezca un pitorreo, tampoco se aconseja removerse de un lado a otro dando codazos a diestro y siniestro.

¿Algo más?

Pues sí, a los sufridos ostiarios se les han dado instrucciones acerca de la limpieza de la sala y los utensilios, la distancia entre sillas metacriláticas y tal y tal, y a todos los neocatecumenales se les anima / conmina a no faltar a las reuniones con el argumentario de rigor (si dejar de venir te juegas tu vida y la de tu familia, serás presa del demonio, te cargarás a tus hijos, no tendrás discernimiento para ayudarles y ellos se perderán y blablablá) al que se añade la soflama de que se han tomado y se siguen tomando todas las medidas necesarias y suficientes para evitar contagios entre las cuales está la de no bailar si no se puede mantener la distancia de seguridad entre danzantes.

Comunidad leonina

Es decir, que eso, como lo de asegurar que nadie se quite la mascarilla y que la lleve bien puesta durante las dos horitas de nada -o lo que dure el tiberio- queda al albur de los presentes. Y se invita / conmina a los hermanos a abrir sus casas para las domésticas y garantes y padrinos y demás cositas. En suma, que el riesgo de transmisión no es pequeño puesto que se trata de reaundar todo tipo de saraos caseros entre "hermanos".

Esas son a grandes rasgos las indicaciones sobre como hacer el trípode en tiempo de pandemia. Y tengo la impresión de que los que las han decidido tienen bastante claro que sería mucho más conveniente no animar a nadie a reanudar las reuniones que no sirven para nada, porque se están transmitiendo indicaciones por teléfono o de viva voz, pero sin la usual cartita de su sensibilidad.

 Y eso me recuerda que en las parroquias kikotizadas que conozco es invariable que el peor rincón de todos -pequeño, sucio, sin ventilación y, por ello, desestimado para reunir en él a una comunidad- sea el de los niños pequeños que quedan al cuidado de una niñera mientras sus padres pierden el tiempo. Espero que los padres tengan el sentido común de no dejar a sus hijos en tales lugares, al menos mientras dure este providencial año.

Pero si hay dificultades y resistencia por parte de los interesados para volver a las reuniones normales de todas las semanas, peor está la reactivación de pasos y kiko-ritos variados. Es decir, allí donde haya un catecumenium cuyo principal uso es ser alquilado para convivencias de domingo, de inicio de curso y pasos, tal vez no noten que este año es verdaderamente providencial. Pero en muchas zonas no hay tales hoteles cutres que se pagan como si fuesen buenos, por lo que se recurre a hoteles de verdad. Y claro, los hoteles no están por la labor de incumplir las normas y permitir el uso de habitaciones compartidas por personas que son hermanísimos de comunidad, pero nada más, por ejemplo; ni de saltarse el aforo de los salones, otro ejemplo.

Comunidad floral

Si es que el año está siendo providencial de narices. 

De momento, no ha habido la usual invasión primaveral de plazas, ni encerrona padre a los obispos para desendemoniarlos y kikotizarlos, ni envío de jóvenes a buscarse la vida durante varios días sin más posesiones que los billetes de ida y vuelta. Sí que se espera que haya convivencia de inicio de curso, pero incluso Puerto San Jorge ha de cumplir las normas de reducción de aforo, por lo que alguien ha dispuesto que este año providencial solo los responsables de nación y todos los presbis disponibles acudan a escuchar los gorgoritos de su Moisés de pacotilla y que las comunidades kikotizadas directamente por el trío de categoría superior (es decir, San Frontis de Zamora, la primera de la Paloma, la primera de Santas Juliana y Semproniana, etc.) no acudan.

Me da a mí que aquellos a quienes se les ha dicho que este año se libran de escuchar lo mismo de siempre no van a llorar. Si acaso, quienes llorarán serán los respon que sí van a tener que ir. Y no solo ellos: se les ha hecho saber que la invitación es para cada respon y su esposa -no sea que alguna se escaquee-, además de los presbis que puedan arrastrar consigo.

Eso sí, de cara a las n-cientas transmisiones de los desvaríos del gurú, los respon ya están preguntando quien va a ir y no se admite una negativa a ir sin razón jus-ti-fi-ca-dí-si-ma... cuando sabido es que en el CNC solo está justificado lo que le dé la gana al kikotista de turno.

Es comprensible porque la consecuencia de menos oyentes es menos recaudación.

Y si la recaudación flojea, tal vez no pueda haber jolgorio pro sorteo de chicos entre los seminarios RM, porque los candidatos a presbikiko solo viajan cuando las bolsas pesan.

Un año providencial.

Y parece que el próximo va a ser por el estilo.