Traditio symboli (LIII)

 

La Iglesia anuncia esta gran noticia: la muerte ha sido vencida por la victoria. Y nosotros participamos, como un fruto de Cristo que nos da por medio del Bautismo, pasar por el Bautismo nos da los frutos de la victoria de Cristo sobre la muerte. ¿Ahora podemos hacer qué? Amar al otro más allá de la muerte, con un amor que va más allá de la muerte.

Un fallo garrafal que se repite de continuo en la verborrea kikiana es esta dicotomía engañosa: antes no podías, ahora ya puedes; antes no, ahora sí; antes era inútil que te esforzaras porque de todos modos no ibas a poder, ahora puedes sin ningún esfuerzo. MENTIRA. Falso el antes y falso el ahora. Siempre puedes, siempre has podido, es tu libertad quien decide. Y la libertad no se puede practicar sin esfuerzo y responsabilidad.

¿Cómo se demuestra que tienes un amor más fuerte que la muerte que suscita el otro? ¡Porque eres capaz de amar al enemigo! “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian”, hacedles el bien; te están haciendo daño, tú les haces el bien. Pero ¿cómo se puede amar a un malvado? ¿Cómo es posible amar a quien te destruye? ¡Esto va en contra de la justicia! Pues no, hermanos, no va en contra de la justicia. De hecho, esta es la justicia que Dios mostró en la cruz de Cristo: nosotros éramos estos malvados, somos estos malvados y Dios nos ha amado.

Kiko acaba de soltar otro de sus desbarre favoritos: confundir el Amor con mayúscula que siempre disculpa al otro con la justicia. No cuela. Una cosa es hacer el bien a los malvados y otra muy distinta ser cómplice de los malvados en sus malas acciones. La justicia se manifiesta en la denuncia de las malas acciones, que no está reñida con el verdadero amor, sino todo lo contrario.

Por eso no te resistas al mal, no opongas resistencia al malvado, no te resistas. Si viene a hacerte un mal, no se lo impidas. Esta es una revolución social.

Esta es una alienación de libro que te convierte en cómplice del malvado, porque una cosa es no buscar venganza y otra muy distinta someterse al malvado.

 Sociológica, como quieras, es algo inmenso, grandioso: haber visto que la muerte ha sido vencida en nuestro cuerpo. Por eso San Pablo dirá "Llevamos siempre en nuestro cuerpo el morir de Jesús, la muerte de Jesús, la muerte en la cruz, para que se manifieste en nuestro cuerpo que Cristo vive". Por eso el Evangelio nos anuncia, irás a proclamar el Evangelio por las casas, llevando la muerte de Jesús en tu cuerpo, siendo crucificado, porque en el fondo llamar a las puertas es una crucifixión, es una muerte.

Si uno solo de ellos amase al otro, que es Cristo -no digo que ame al malvado, sino tan solo al desconocido- entonces llamar a su puerta no sería ninguna muerte. Nadie se muere por ir a llevar una buena noticia a alguien a quien ama.

Entonces, ¿quién te obliga a hacerlo? Significa que hay una victoria sobre esa muerte, ¡a menos que te paguen muchísimo dinero por hacerlo! Y la gente no se lo cree, piensa que le están pagando, es una situación que les interroga. Mucha gente te dirá: “Eh, pero yo, mira, entiendo que hace esto por dinero -eso dice la gente- pero la admiro muchísimo, porque aunque me pagasen yo nunca lo haría. Yo nunca iría por las casas, a llamar '¡La paz de Cristo!' y esas cosas"...

Otra falsedad. Nadie que haya sufrido la prepotencia de un kiko en la puerta de su casa siente admiración por quien tan bajo ha caído.

La gente se ríe, te hace una pedorreta, te cierra la puerta en la cara o te recibe con una pistola. A algún equipo le ha pasado, los recibieron con una pistola. Un tipo tenía miedo a las Brigadas Rojas, agarró la pistola y: "¿Qué quieres?". “La paz del Señor sea contigo”. Toma la pistola, se la pone en la frente a uno de la comunidad y le dice: "Continúa". Ahora puedes continuar”. Así lo hizo.

Tiene que actualizar la tontada, la próxima vez puede decir que abrió uno con un cinturón de explosivos.

Dice: "A mí no me importa nadie", porque siempre hay personas que se creen las más inteligentes del mundo. Entonces tomó el arma y apuntó a la frente del que estaba hablando y dijo: "¡Sigue, sigue! ¿Estaba diciendo?" Y el otro apuntado con la pistola decía: "El Reino de Dios está cerca". Realmente el Reino de Dios estaba cerca, porque si le disparaban... Tal vez pensara que eran dos ladrones, pero esto de verdad pasó: tuvieron que anunciar todo el Kerigma con la pistola apuntando a la frente. "¡Sigue, sigue! ¿Sí? Cristo ha resucitado, continúa. Muy bien, sí, ¿bien? ¿Terminaste?". No, no he terminado. "Está bien, cuando hayas acabado...", entonces pudieron irse.

Tenemos muchísimas anécdotas que nos han contado, para que descanséis un rato.

El año pasado en una comunidad -algunos lo saben- había una hermana que no quería ir a las casas porque le dan terror los perros, y como ahora hay tantos ladrones en toda España se compraron un perro así de alto, un perro pastor o lobo, de los negros, terrible... “ahu”, llamas al timbre y lo primero que escuchas "ahu", ¡una fiera detrás de la puerta! Empiezas a rezar para que no te abra, porque tal vez eso te haga pedazos. Entonces una mujer de una comunidad -es como Fabiola que iba entre las bestias-. “Mira, Kiko -dijo-, me quejo, mucho pero no puedo. ¡Cada vez que veo un perro me aterrorizo! Y resulta que cada casa a la que vamos tiene un perro, ¡ahu ahu!". Y el dueño: “Tú, cállate, bien”, y lo sujeta con la corra allí mismo. Y gracias a eso tal vez abran, porque tal vez no abrirían sin perro. Entonces dice que una vez no pudo soportarlo más, no quiso ir más, y ha estado un mes o dos sin ir. Su compañera de equipo, porque está claro que si uno no va el otro no sabe con quién ir, insistió en que era importante, que tenía que ir.

Nulo discernimiento de su compañera, que tendría que haber reconocido que Dios quería decirles que estaban llamando a las puertas incorrectas para ellas.

 Ella no quería ir, destrozada, al final dice: “No voy a volver por las casas”. "No, mira, esta última casa, por favor". “Te lo prometo: como haya un perro, nunca volveré a ir”. Llama al timbre, aterrorizada, pensando que va a oír... y no se oye ningún perro, ningún perro. “Gracias a Dios, Señor”, ¡era su turno! ¿Oyes los pasos de la señora que va a abrir la puerta? "¿Quién es?". “¡Venimos de la parroquia, la paz!”. Abre el cerrojo, abre la puerta y dice: "La paz del Señor sea en esta casa". ¿Pero quiénes sois? “Venimos de parte del Señor para traer una buena noticia”.

Aún no han entrado y ya han dicho dos mentiras: que vienen de la parroquia, cuando la realidad es que detestan las cosas de los religiosos de misa de 12 de la parroquia y los visitan para sacarlos de allí, y que vienen de parte del Señor, cuando van de parte del kikotista de turno.

La señora dice: “Mira, yo soy atea, pero debes venir de parte del Señor, de Dios, porque lo que ves aquí detrás -¡y aparece una bestia inmensa, un perro así!- es la primera vez que no ha ladrado en toda mi vida, cada vez que escucha el timbre, ensordece con sus ladridos. Pero te aseguro que estoy asombrada: es la primera vez en mi vida que este perro reconoce a dos enviados de Dios, porque míralo aquí, manso, manso y ¡meneando el rabo!".

Claro, todas las ateas del universo, cuando pasa algo inusual, piensan que es obra de ese Dios en el que no creen nada, nada y nada. Por eso son ateas, porque saben que ese Dios que dicen que no existe, actúa.

¡Esto es serio! ¿La señora no sabía que esa hermana que había llamado estaba aterrorizada, y el Señor le había dado un signo para continuar, que Él podía hacer que los perros de las casas les reconocieran y no les hiciesen daño. Esto la ayudó a seguir por las casas: la que no quería continuar y siguió gracias a este signo preciso que le dio el Señor. La señora dijo: "¡Debes venir de parte del Señor! Yo no creo, no creo en Dios, pero debes venir de parte de Dios porque el perro te ha reconocido: es la primera vez que no ladra”. ¡Cosa rara!

Los abducidos lo hacen mejor cuando inventan historietas sobre leones convertidos que dan gracias a diosito por los kikotistas itinerantes que se van a zampar.