Dependencia social y CNC

 

Hay otro estudio sociológico, este de la Universidad Complutense de Madrid (Tesis doctoral de F.M.M. de 2015), que ahonda en los mecanismos neocatecumenales para fomentar y mantener la dependencia de sus miembros.

Dice este estudio que toda socialización implica un contexto de naturaleza dependiente, es decir, cualquier persona socializada descubre en sí misma una privación o carencia: aspira a conseguir algo exterior a ella, y ya que otros se lo tienen que dar, habrá de aceptar el cauce o itinerario que le marquen.  Sucede, sin embargo, que lo habitual es que ambas partes busquen algo en el otro, ambas den algo y ambas se beneficien.

Al analizar la socialización en el Camino Neocatecumenal, lo primero que salta a la vista es que las partes no están equilibradas.

 

LA META

Desde la primera etapa del Camino -anuncio del kerigma- los kikotistas insisten en los puntos básicos:

1.    Debido a la incapacidad humana para dejar de pecar, todos los oyentes son esclavos del Maligno, y en consecuencia la salvación -la Vida eterna- no está a su alcance.

2.    Los kikotistas garantizan con experiencia que el Camino Neocatecumenal libera y da la salvación.

3.    A cambio, los neocatecúmenos han de aceptar la estructura del Camino, el ritmo de su marcha y la autoridad de los kikotistas.

 

RECOMPENSAS y CASTIGOS

Estas son las normas. Y por ser la meta nada menos que la vida eterna, las normas están por encima de las personas. Se impone en el CNC la obligación de comportarse de una manera determinada para poder alcanzar el objetivo pretendido.

La recompensa al obediente se materializa en la superación de los escruticinios y pasos. Por el contrario, no superarlos es un castico o una privación aun cuando se recurra a razones providencialistas e indemostrables, v. gr. Que Dios lo ha dispuesto.

 

PERSONAS versus PERSONAJES

Los kikotistas alientan en los neocatecúmenos el deseo y la esperanza de llegar a encarnar el rol de cristianos, esto es, quien da los frutos de la fe: amor en la dimensión de la cruz y unidad perfecta para que el mundo lo vea y “se convierta y se salve”.

Para llegar a desempeñar este papel es imperativo que el neocatecúmeno asimile progresivamente la ideología del Camino y que vaya asumiendo los peculiares modelos de comportamiento propugnados por la comunidad.

Así que para alcanzar lo que llaman el modo de vida propio de un verdadero cristiano, se inculca en los neocatecúmenos actitudes y normas:

-Se inculca que el hombre no puede hacer nada por su salvación, que esta depende de Dios, y que por tanto el hombre no debe esforzarse, únicamente esperar la acción de Dios.

-Se impone la “obligación sagrada” (porque faltar se considera un pecado grave) de asistir a todas las celebraciones y participar en la preparación de estas cuando le toque.

-Se impone seguir fielmente las directrices de los kikotistas. Aunque vayan contra la razón, la voluntad o los valores éticos o morales del neocatecúmeno.

 

Hasta aquí el análisis de las bases de la socialización dependiente del CNC.

Lo siguiente que pone de relieve el estudio es que el CNC se sustenta sobre la presunción de superioridad moral de los kikotistas: ellos se declaran capacitados por Dios para conducir a los neocatecúmenos a la salvación. Es decir, para caminar es imprescindible la fe en los kikotistas.

Solo desde la fe es aceptable dar poder a otra persona para que dictamine sobre la vida de los demás. Y que sus dictámenes sean inapelables.

La praxis neocatecumenal demuestra que son los kikotistas, no la Iglesia, quienes tienen la palabra decisiva en cuanto a interpretaciones bíblicas, aspectos litúrgicos, procedimientos a seguir y avance de la comunidad. Inclusive el responsable de la comunidad lo es porque los kikotistas han dado su visto bueno, cuando no lo han nombrado a dedo. Y para deponerlo es suficiente y necesaria la aprobación de estos.

Se les da un poder desproporcionado propio del fanatismo religioso, que además se ve reforzado por el hecho -concretísimo- de que en la comunidad se cuentan historias del ámbito privado de los neocatecúmenos. El autor relata una situación vivida por él:

«N.N. nos comunicó en una reunión: "Estoy viviendo un problema familiar tremendo. Algunos de vosotros ya lo conocéis. Mi hija y su marido han venido a casa y quieren quedarse a vivir. Él es traficante de drogas. Muchas veces me ha prometido dejarlo, pero después sigue igual. ¡Cómo puedo mantenerlo en casa con hijos jóvenes que tengo y siempre expuesto a la policía! No, no puedo mantenerlo. Pero mi hija, ¿la voy a echar de casa? (Llora). Yo le pido al Señor que me ayude en este momento"».

En resumen, unos se creen que son guías y alimentan su convencimiento a base de imponer fardos pesados sobre los otros, que asumen que son los guiados y creen que al aceptar los fardos marchan hacia la meta.

Unos y otros se engañan a sí mismos, pero unos salen más perjudicados que otros.