Pérdida de tiempo neocatecumenal (X)

 

Bueno, pues esta humanidad -que somos nosotros-, después de tantos siglos hemos nacido y estamos aquí en esta nación, que se llama España -y yo estoy también en Italia y en Inglaterra y en tantas partes del mundo, en Escandinavia, etcétera-.

Y si no presume explota porque la vanidad le precede varios kilómetros por delante.

Hermanos, pues sabéis que Dios, viendo a la humanidad sumergida bajo el pecado y bajo la muerte y bajo el infierno, porque el pecado original es un pecado tan grande que dicen los teólogos -decían antiguos- que tiene un valor infinito. Porque pegas una torta a un chico y se la has dado a un chico, le pegar una torta un policía y te llevan a la comisaría, y le pegas un puñetazo al jefe de la nación, etcétera. Y ¿si haces un pecado contra Dios, terrible? Bueno, bien, etcétera.

Como sabéis esto… Ahora Dios, entonces, como sabéis, viendo la humanidad en estas condiciones, lleno de guerras y de asesinatos y de violencias y de mentiras, gente falsa y tal, y de adulterios y de todo lo que quieras, de droga, de alcoholizados, de violencias… ha pensado dar al hombre una posibilidad de una regeneración y ha enviado a su Hijo al mundo, pobrecillo, que nace como un pobre, en una barraca, en un establo y con Él hace una obra y lo lleva a nada más y nada menos que a participar de este suplicio -del cual dice Cicerón que es lo más horrible que ha existido en el mundo-.

Bien, pero hasta ahí no pasa nada, solamente que este pobrecillo -que mataron y que sufrió, que vio a su madre ahí abajo, que le dijo etcétera-, este resulta que era Dios mismo. Es Dios. Cristo es Dios. El Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios, tres personas y un único Dios.

Entonces, Cristo muriendo en la cruz es Dios, que está muriendo por ti. Y en este Cristo crucificado Dios muestra la “sua” esencia, la sustancia. Y ¿cuál es? Que te quiere, que nos ama hasta dar la vida por nosotros.

Por más que lo repita sigue siendo un error que demuestra desconocimiento de la recta doctrina de la Iglesia. Cristo es impronta de la sustancia divina cada día de su humanidad. No es la cruz la que muestra la impronta de la sustancia divina, sino Cristo.

Pero esta noticia que yo te estoy dando es gravísima, porque te puedes condenar si las rechazas, porque un día en el juicio final Dios te dirá: pero Kiko, en la iglesia de San Pedro del Pinatar, te dijo la verdad, y tú no dejaste de amarte y tú no dejaste de robar y tú no cambiaste de vida, ¿verdad?

Falso. Puede que eso lo diga Kiko, digno hijo del acusador, pero no será Dios quien lo diga, porque Dios no es el acusador.

Por eso el anuncio del kerigma es un juicio. Dicen los padres: cuando se anuncia kerigma, la verdad de Dios será un juicio, quien lo rechaza se queda condenado, rechaza la salvación, porque yo os estoy anunciando vuestra salvación. Y ¿en qué consiste esta salvación? Pues es muy sencillita. ¿Qué consiste? Que Cristo, muriendo en una cruz, muriendo en la cruz, ofreció este sufrimiento horrible, este movimiento de horror, de dolor indescriptible en los tobillos y en los pulsos, etcétera, este dolor tremendo y además le habían flagelado, etcétera, lo ofreció por ti. Lo ofreció por este gamberro que está aquí, pero lo ofreció por él para que pueda recibir desde el cielo una nueva naturaleza, y su vida cambie radicalmente, si es que escucha esta predicación, si no te puedes ir a tu casa.

Con toda tranquilidad se pueden ir todos a sus casa, porque a quien hay que escuchar es a Dios, no al presumido que está en España y en Inglaterra y en Escandinavia y en todos sitios su ego llega varias horas antes que su barriga. Y mira que su barriga llega un rato antes que su nariz.

Pero lo que Dios quiere es que a través de este anuncio vuestra vida se transforme verdaderamente, porque ¿vosotros creéis realmente que Cristo ha muerto por vosotros? Sí, ¿no? Sí creéis que Cristo ha muerto por vosotros, que ha ofrecido su vida por vuestros pecados, para que vuestros pecados queden todos perdonados, que ha resucitado como signo de que Dios ha perdonado nuestros pecados, porque el salario del pecado es la muerte. Eso si Cristo ha muerto por vosotros.

O sea que el salario, la paga de los pecados que habéis cometido es la muerte y el infierno, pero Cristo ha querido morir Él en nuestro lugar, padecer Él el infierno para que nosotros seamos salvados de la muerte y del infierno por su muerte vicaria, el vicario de Cristo, el que se ofrece.

Otra paparrucha. Cristo no ha querido morir, sino que a la vista de que no había otra forma de rescatarnos de la muerte, ha aceptado ocupar nuestro lugar, pues tenía fe en que Él no quedaría apresado por la muerte. Es decir, fue justo todo lo contrario: ni quería morir Él ni quería dejarnos morir a los demás.

Y el padre ha aceptado su oferta por cada uno de los que estamos aquí, ha aceptado que muera por ti.

Pero eso que sucedió hace 2000 años es como la explosión atómica, es como lo que os decía antes de las ondas gravitacionales, algo que ha hecho una explosión enorme, porque desde aquel momento que Dios entra en la muerte y destruye la muerte, cambia todo el universo. Y esto sigue en acto ahora, porque Cristo -que entró en la muerte y la destruyó- ha sido resucitado, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios y allí está intercediendo como sumo sacerdote eterno ¡POR TI! Para que se realice la misma naturaleza de Dios, para que la substancia divina se realice en ti, la sustancia es amarte y amarte es salvarte de la muerte, salvarte del sufrimiento, salvarte del infierno. Eso es amor.

Dios no evitó el sufrimiento de Jesús. Amar no es una alienación que te impida sufrir, eso es la kikotina y no funciona, y por eso tantos neocatecumenales acaban adictos a la pornografía.

Entonces, ahora mismo, ahora mismo Cristo está en el Padre intercediendo por vosotros, porque ya quisiera Dios que su propia sustancia se realizase, que el amor que nos tiene se cumpla en nosotros. Es ahora el momento de tu salvación. Es ahora, ahora mismo, en este momento, que Dios quisiera entrar dentro de ti.

Si este chico me escucha, cambiaría su vida, dejaría a lo mejor de masturbarse, otras cosas y empezaría a pensar “¿qué hago con mi vida? Yo quisiera darme a los hombres con Jesucristo, dar mi vida por Él, porque yo no quiero ya vivir más para mí mismo, quiero vivir para aquel que ha muerto y resucitado por mí”. 

La acusación siempre por delante. Es signo de identidad de Kiko.

Eso es lo que quisiera Dios de vosotros, pero como todo, hermanos, es todo precario, puede que se cumpla, puede que no se cumpla nada, porque todo es precario. Lo importante es que dejen el Camino todos esos que no… no les interesa y que queden de verdad en el Camino gente cristiana, o sea, gente que ha escuchado el anuncio, que ha creído en él y que ha recibido lo que el anuncio dice: el perdón de los pecados, y ha recibido el espíritu, la resurrección de Cristo, el Espíritu Santo dentro de él, y a partir de este momento ya no vive para él, es Cristo quien vive en nosotros.

Otra incoherencia mayúscula. Si el camino fuese una iniciación cristiana, como dice el estatuto más incumplido del universo, los que ya hubiesen superado la iniciación y fuesen cristianos son precisamente los que tendría que dejar el andador, es decir, el Camino. La realidad es que la kikotina los hace adictos y jamás pueden dejar el andador de quienes no son ni cristianos ni mucho menos adultos.