Traditio Symboli (LXXVI)

 

Sabéis que si un matrimonio no se consuma no es válido, debe consumarse realmente para que el matrimonio se realice, de lo contrario no habría matrimonio. A través de la donación del esposo a la esposa, y de la esposa al esposo, en este hacer el amor, entregándose, desnudos en la cama, se donan, se ofrecen el uno a la otra, se realiza el matrimonio.

Para reducir algo tan complejo como el matrimonio al mero sexo y desnudez en la cama hay que no tener ni idea del asunto.

Por eso decimos que el lecho, el lecho nupcial, es importante para el cristiano. Nuestros padres tenían una sola cama; hoy quieren tener dos y en dos habitaciones separadas, si es posible, porque se quiere destruir el matrimonio. La Iglesia ya había hecho un solo lecho, el tálamo nupcial, que es un altar para los cristianos.

El matrimonio es mucho más que el hecho de tener una o dos camas, pero quien no tiene ni idea, se fija en lo externo y lo idolatra. La cama, por más que la adorne llamándola de otra manera, no es un altar para los cristianos, porque los cristianos solo tienen un Altar como solo tienen un Dios.

En esta reconstrucción de la vida católica, la vida cristiana, nosotros tenemos tres altares: el primer altar es la Eucaristía donde se nos ofrece a Cristo para que pasemos de la muerte a la vida. ¿Qué significa altar? ¡Un lugar donde se hace un sacrificio!

La palabra 'sacrificio' viene del latín 'sacrum facere', hacer sagrada una cosa; no solo significa hacer un sacrificio sangriento de un cordero. 'Sacrum facere' también es una bendición, hacer una oración, es algo sagrado rezar, lo más sagrado de todo es bendecir. Por eso el sacrificio eucarístico es un sacrificium laudis, un sacrificio de alabanza.

No sé si la lía por ignorancia o por deseo de liarla, pero no es correcto lo que cuenta el sensible Kiko. Sacrificio no tiene que ver con rezar ni con bendecir, por eso solo la Eucaristía tiene la cualidad de ser un sacrificio de alabanza. Si la alabanza fuese propia del sacrificio, no solo la Eucaristía sino cualquier otra forma de sacrificio sería una alabanza. Pero no. Lo es la Eucaristía porque es donde se unen el sí incondicional del Hijo que salva con la alabanza del pueblo que reconoce y bendice a Dios por la salvación dada gratis.

La mesa de la familia cristiana es también un altar, en el sentido de que allí se hace un 'sacrificium laudis' utilizando los medios de la naturaleza, la comida. Los cristianos tienen la obligación, y no pueden descuidarlo, de bendecir al Señor, de darle las gracias por el pan, por el vino, por la comida, porque es dado por el Señor, no es obra nuestra: es Dios quien hace crecer los tomates y el hombre no hace más que arruinarlos, es Dios quien inventó el pescado, es Dios quien hace esta naturaleza maravillosa para nosotros y en la comida muestra su misericordia, su amor por nosotros.

Ya empezó con las obligaciones. Y con los pekados graves si se incumplen. Pues otra vez no. El cristiano bendice a Dios por agradecimiento, no por obligación. El que es hijo no es siervo, es hijo. El kikiano no es hijo, es esclavo.

Esto implica que con el cristianismo aparece una cultura, recreamos una cultura, una civilización. El poscristianismo o las culturas de tipo ateo están creando un tipo de cultura con un tipo de familia o sin familia; y aparece un tipo de casa, un tipo de arquitectura, un tipo de sociedad, un tipo de ciudad. Está claro que la predicación del Evangelio implica otro tipo de sociedad, una civilización diferente, una cultura diferente, sin duda, porque el cristianismo tiene rápidamente implicaciones culturales y económicas.

En Sudamérica, Perú o Ecuador, donde la gente vive en la promiscuidad, nosotros llegamos y decimos: "No, la casa debe tener un lugar donde hacer el amor, una habitación. También debe tener una habitación donde se come, porque hay un altar en comer como hay altar para hacer el amor.

Y siguen cayendo las obligaciones impuestas a los pobres kikos esclavizados. Además, esto me recuerda el caso de un matrimonio de hijos del Camino que se cargaron de hijos y, como no podían comprarse una casa más grande, tuvieron que ceder su habitación a algunos de los muchos hijos y comprarse un sofá cama para pasarse ellos a dormir al salón.

Esto ya implica que las casas no serán una choza donde todos duerman juntos, ¿verdad?

¡Cómo si la gente que vive en chozas lo hiciera por gusto y no por necesidad! Es que quien nunca ha tenido que trabajar para darle cincuenta euros diarios al pobre de la esquina no sabe lo que es la precariedad.

En muchas culturas solo hay una estancia, cuando llega la hora de dormir se acuestan en el suelo y duermen todos juntos. Esto también ocurre entre los gitanos, o en ciertos países semíticos: hay una cámara arriba, abajo está la cocina donde se vive, incluso con los animales, y arriba está el cuarto donde se recibe a los invitados y donde duermen, y se llama el aposento superior. Así es en muchos países árabes, por la noche extienden las jarapas y duermen. Este es un tipo de cultura, un tipo de civilización Cambiar esto tiene implicaciones económicas, porque también significa hacer un tipo de casa diferente.

Una sola verdad ha dicho: se trata de una cuestión económica. En todas las culturas del mundo quien ha podido permitírselo ha tenido estancias de sobra. Y quien no, se ha tenido que conformar con lo que ha podido. No es un capricho cultural, en todas las sociedades el dinero manda.

Por ejemplo en Perú le están enseñando a la gente que no pueden vivir como viven, si quieren hacer el camino, ¡y es gente que no quiere trabajar!

Es lo usual, los que medran en el CNC son aquellos que no quieren trabajar y se escudan en la kikotización para no hacer nada.

Entonces: “¿quieres hacer el camino? En primer lugar, la casa que tienes no está bien: tienes que hacerte una casa cristiana”. Y construyeron una casa cristiana. “No puedes vivir con todos tus hijos en la promiscuidad, porque solo tienes un techo”. Entonces han construido casas donde hay una habitación para el padre y la madre, otra habitación donde duermen las niñas y otra habitación donde duermen los niños. Tienen que comprar una mesa grande y no comer en el suelo.

Sobre todo, tienen que llenar las paredes de kikonos feos y, a ser posible, plantar un candelabro en medio de la mesa.

Pero estas cosas, sin el Espíritu Santo que les enseña quiénes son, quién soy yo, estas cosas no se podrían hacer. Después nos dimos cuenta de que teníamos que enseñarles a cocinar, porque no saben cocinar, comen tapioca, cosas así.

¡Qué tiquismiquis el sensible! No todos se pueden alimentar a base de mariscadas que pagan otros.

El hombre regresa cansado del trabajo, encuentra la casa llena de niños, y ¿qué hace? Después del trabajo -¡los que trabajan!- van a la 'chilería', al bar, donde comen cosas sabrosas y picantes, juegan a las cartas y beben cerveza, y llegan a casa borrachos todos los días. Esto es normal, pacífico, pero estamos enseñando que no se hace así. Entonces llega a casa y la mujer tiene que darle de comer no algo tan tirado, sino algo cocinado; por eso en nuestras comunidades quien sabe cocinar enseña a cocinar a todas las mujeres.

Pero mucho ojito con enseñar también a los chicos. El machismo ante todo, no sea que se vuelvan impotentes por aprender a cocinar.