Carta abierta a un kiko

 

Para empezar, la cita concreta y completa.

¿Qué caracteriza al cristiano? El discernimiento.

Ahora bien, ¿qué caracteriza al adicto a la kikotina? La bola de cristal para ver odios, la maledicencia para diagnosticar enfermedades mentales sin otro conocimiento que el prejuicio contra el prójimo, que es Cristo, y su miaja de condescendencia que lleva al noni a concluir magnánimamente que cada quien puede hacer lo que vea.

Faltaría más, noni, que hubiera que hacer lo que tú dispusieras para los demás.

Todo ello aliñado con cinismo e hipocresía, puesto que una de las máximas del Camino es que los neohermanos han de considerarse los últimos y los peores de todos, pero una y otra vez demuestran y muestran que lo que les sale de dentro es el creerse el último refresco del desierto.

En tan alta estima se tienen estos insensatos, que se piensan que acusar injustamente de odios y de esquizofrenias no puede ser tomado como afán de ofender, sino como cálido y cordial interés por el otro.

 

A ver, panoli -dicho no para insultar, sino para describirte con propiedad-, ¿tú eres consciente de lo que escribes?

Te refieres a «una persona obligada a hacer algo con lo que no está de acuerdo» y decides con prepotencia, porque tú lo dispones, que esa conducta es esquizofrénica. No, panoli, no. A ser forzado a hacer lo que no se quiere se le llama esclavitud, sometimiento, opresión, atadura, despotismo, tiranía, cautiverio… Pero no se le llama esquizofrenia.

Lo peor del caso, noni, es que planteas la situación de la persona obligada -forzada, sometida, manipulada- a hacer algo con lo que no está de acuerdo como si el culpable fuese la víctima -esa persona que tú has decidido que padece esquizofrenia-, y no el verdugo que, a saber como resultado de qué procesos cerebrales, somete, obliga, fuerza, impone a su víctima que haga lo que esta no quiere.

¿Qué te han hecho, noni, para ponerte de parte del verdugo, despreciar a la víctima y acusarla de esquizofrenia para quitarle toda la credibilidad?

Plantéatelo.

Plantéate también, si no es mucho para tus neuronas, que a continuación la lías con un supuesto distinto, en el que la persona que no está de acuerdo con lo que hace puede dejar de hacerlo. En este nuevo supuesto, lo que tú planteas es que dejar de hacer eso que no se quiere hacer conlleva trifulcas y follones en el matrimonio. Total, una fruslería, das a entender.

Te lo repito: ¿qué te han hecho para deformarte el pensamiento de esa manera? ¿Qué te han hecho para que te parezca normal y carente de importancia que haya una crisis matrimonial como consecuencia de que una persona decida en su libertad de hijo de Dios no hacer aquello que no quiere hacer?

Trata de entender esto: No existe compromiso entre dos personas más fuerte ni de más valor ni más sagrado que el matrimonio. Quien se casa renuncia a vivir su vida porque ahora son dos en una misma carne y viven uno para otro. Por eso, quien pone cualquier cosa por delante de su matrimonio, comete adulterio. No carnal, pero si espiritual.

Quien impone a su cónyuge hacer lo que no quiere hacer, no es esposo, sino carcelero y verdugo.

Pero primero tú liquidas el problema como si fuese una minucia y después tratas de apañarlo mirando para otro lado, como si el asunto no tuviese nada que ver con el CNC.

 

Y de esta manera demuestras tu falta de discernimiento, o tu ignorancia, sobre la praxis del Camino. Quédate con la opción que prefieras. O con las dos.

Para tu información, por si tu impericia procede del desconocimiento, el Camino da tanta importancia al hecho -concreto- de que todos los miembros de la familia sean caminantes que se hacen reuniones de jóvenes disfrazadas de escrutatio para que liguen entre ellos en lugar de mezclarse con cananeos o salmonetas.

También por si no lo sabes, en los escruticinios se interroga a cada joven sobre su novio/a. Si está en alguna comunidad, todo bien. De no ser así, se le plantea al joven que tiente a Dios -al de verdad- poniendo a prueba el amor de su pareja. Según ellos, iluminados por aquel que sabe disfrazarse de ángel de luz, si el amor es verdadero y si la relación es conforme a Dios, aceptará hacer las kikotesis y entrará en el Camino; de no ser así, la bola de cristal les permite dirimir que se trata de un caso claro en el que no hay amor verdadero y Dios no quiere esa relación.

Como verás, lo que hacen es poner el Camino por encima de los jóvenes y de sus parejas. Les importa nada si hay o no amor verdadero, lo único que quieren es llenar las comunidades y que nadie se vaya.

Así sucede que hay parejas en las que una de las partes transige mientras puede, mientras las aberrakikaciones no sobrepasan su capacidad de aguante, y cuando llega al límite, abandona en Camino, si puede.

Porque hay quien no puede. Hay quien, dentro del Camino, sufre violencia emocional y psicológica y es amenazado con la destrucción de su matrimonio y la pérdida de sus hijos si no se somete a la esclavitud que le impone el cónyuge.

Lo que te cuento no es un caso aislado, no es mala suerte de una persona concreta. Resulta que es una realidad que se repite independientemente del lugar, el país, los kikotistas y los catecúmenos. Yo lo he visto en Madrid, Alejada lo ve en sus parientes, Lázaro lo sufre en sus carnes, de vez en cuando entra otro comentarista desde Andalucía que lo vive también en primera persona, hay quien escribe desde el otro lado del charco… ¿Crees que tú sabes más del asunto que quienes escriben desde la experiencia?

Una de dos, o no sabes nada o no te importa lo que sabes.