La primera sierva del kikismo

 

Como casi todos sabréis, el 4 de diciembre del año “de los tres patitos” tuvo lugar una reunión -dos horitas de nada- para la laaaarga apertura legal de la fase diocesana de la causa de beatificación de Carmen “Adidas” Hernández Barrera.

Les está costando a los kikos que se “reconozca” la santidad de quien en vida se distinguió por sus malos modales de categoría superior, su brusquedad de palabra y su adición a la nicotina.

Carmen no fue persona sociable, no se ganaba a la gente por su simpatía, al contrario, era gruñona, seca, de réplicas cortantes y mordaces, siempre presta a morder al que se acercase a ella. Puede que esa actitud fuese consecuencia de una timidez enfermiza o de un acusado complejo o de sus neuras depresivas, que la hacían ver el mundo como un feroz combate en el que no se podía apoyar en nadie. El caso es que a los kikos les está costando cubrir los hechos concretos y reales con una pátina de cuento de hadas, pero hacen lo que pueden.

Imponen a los suyos visitas a los kikos lugares, se hacen fotos arrodillados ante la tumba de la finada, firman en el libro de visitas, cuentan sucesos prodigiosos alcanzados por intercesiones de categoría superior, etc.

Pero pese a que llevan con estos y otros cuentos desde el día siguiente de la gran noticia de la muerte de Carmen, la Iglesia se lo toma con calma y, de momento, ya han pasado más de cinco años sin que la fama de santidad carmelitana llegue más allá de los círculos kikos. Y eso a pesar de que han intentado con ferocidad darle publicidad en periódicos y páginas web.

Lo cierto es que dice bastante de la religiosidad de los seguidores carmelitanos que el postulador de la causa, al inicio del acto, haya tenido que explicar y repetir que no se habían reunido para una celebración litúrgica, sino para un acto legal. Es que los kikos ven un atril, aunque sea sin revestir, y se lían.

Y eso que el escenario era feo y resultaba obvio que estaba preparado para recibir a una orquestina.

 

Merece la pena echar un vistazo al escenario: el tercer lugar, empequeñecido frente al tamaño de los demás “adornos”, el icono de la Virgen y el niño; en segundo lugar, el boceto tuneado pero sin manitas en postura de religioso natural de la difunta, y al frente, más grande que todo lo anterior, una serie de feos kikonos.

Es que hay que dejar claro quien es aquí el divo.

También es interesante echar un ojo a la concurrencia. Solo se presentó un cardenal en activo. Y porque no tuvo más remedio. Además de monseñor Osoro estaban presentes dos cardenales eméritos y siete obispos, casi todos eméritos y alguno de ellos dimitido por decisión de Francisco que, por cierto, brilló por su ausencia.

No hubo providencial llamada del Papa en mitad del acto no litúrgico, tampoco se prestó a enviar un vídeo de veinte segundo para transmitir su apoyo a la causa, ni tan siquiera escribió unas líneas para tan solemne acto no litúrgico. Nada, CERO. Ni estuvo ni quiso estar representado. Hasta el punto de que Kiko tuvo que contentarse con leer una líneas del Prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, Kevin Farrell, quien no pudo estar presente por compromisos previos… Al igual que tantos otros prefectos, cardenales y obispos que también se disculparon por no asistir.

Un éxito morrocotudo de convocatoria.

El resto, ya os imagináis: se lee el inicio de la causa, se toma juramento a quienes van a participar en él y se aguanta la charanga y los kikirikantos kikianos, aunque Kiko lo llama “poema sinfónico”. Toma ya.