Tostón publicitario. Adviento 2019 (III)

Retomando el hilo donde lo dejé ayer, recordaba Kiko que todos los neocatecumenales son lo peor. Están en una comunidad kikiana, tienen kikotistas, tienen un camino que les hace descender a lo más profundo, han conocido a su amo y señor, dedican toda su vida a las cosas de su señor: hoy palabra, mañana preparación, luego uka, más tarde a comprar para preparar la próxima cenorra de garantes, que también se lleva su tiempo, luego toca konvivencia de domingo, donde escuchan cómo diosito ama a los hermanos y todas las tribulaciones y sufrimientos que les envía para someterlos, digo, como prueba de su amor inefable…

Tantas y tantas cosas que Él te da de las que no eres digno, porque todos y cada uno de ellos tenían que estar en la cárcel. No son dignos, tenían que estar todos ellos atados con una cadena porque son como perros rabiosos, que muerden a todos. No exagero, eso es lo que dijo. Y lo remató con: así somos todos. Lo que indica que Kiko, pese a su senilidad, es consciente de que la kikotina solo sirve para fabricar perros rabiosos, sin excepción, todos ellos lo son. Es palabra de Kiko, el señor del Camino. Quien a continuación aseguró, y de nuevo son sus palabras, solo suyas, que todos ellos son capaces de asesinar y de mentir, llegada la ocasión.

Así son ellos. Y así lo demuestran a todo el que se acerque a ellos.

Y entonces, junto cuando parece que Kiko ha decidido hacer una confesión general y reconocer su culpabilidad en la deformación que convierte a tantos hermanos en perros rabiosos, arrebatándoles la filiación divina, va y suelta que todos ellos han sido agraciados con la elección divina, que Dios ha tenido una misericordia infinita con ellos, los ha elegido y les ha dicho a cada uno de ellos -¿también a los que están por obligación, porque no se pueden ir o atrapados por el miedo?-: Ven conmigo. 

Así que todos tendrían que estar eufóricos, agradecidos, pero no por los motivos que dice Kiko, no porque “te ha dado una comunidad”, sino porque intenta rescatarte. Síguele, fíate de Él, verás como te saca de la comunidad para llevarte a un verdadero camino de salvación.  Pero lo que Kiko dice es que el camino es el suyo y que todos tienen que ser agradecidos y pedir al Señor, y a la Virgen, que les ayude a amar a Cristo.

Lo que de nuevo pone de manifiesto la fea realidad de su camino: quienes están en él no aman. Por eso tienen que pedir lo que no tienen.

Es más, les hace una advertencia, aunque falsificada. Según Kiko san Pablo dice: “el que no ame a Cristo sea anatema, sea maldito”. Es una cita falsificada. La auténtica es: “El que no quiera al Señor, ¡sea anatema! «Maran atha.»” (1Cor 16,22).

Es decir, san Pablo no maldice a nadie -no como otro-. Lo que hace san Pablo es advertir que se considere ajeno a la comunidad cristiana -en eso consiste el anatema, en separar y quitar- a todo aquel que no ame a Cristo. Y puede asegurarse que quienes son como perros rabiosos para los demás, es que no aman mucho.

Pero Kiko, tras mentir al atribuir la maldición a san Pablo, insiste en maldecir él mismo a quienes le escuchan: “El que aquí, hoy, no ame a Cristo sea maldito, sea anatema” y lo completa con una nueva mentira cuando agrega: “eso es palabra de Dios”. No, Kiko, eso solo es palabra de Kiko que vale lo que la paja que se lleva el viento, por más que tú te creas el nuevo mesías.

El caso es que ya se sabe quien es el padre de la mentira, ¿no? Pues harían bien los neocatecúmenos en tomar nota de la cantidad de mentiras y el calibre de las mismas que profiere el “pintor que regala felicitaciones”.

Y a continuación, tras quedarse a gusto con las mentiras, las amenazas y las maldiciones, Kiko hace otra cosa que le encanta -ya sabéis lo que le gista el teatro- se pone a imaginar un diálogo con un neocatecúmeno cualquiera. La cosa fue como sigue.

Presunto catecúmeno: Tienes razón, Kiko -faltaría más que el catecúmeno no empezase dando la razón a su amo y señor-, yo amo muy poco a Cristo, muy poco. Si en verdad le amase, le ofrecería los sufrimientos que me causa mi familia, lo que me destroza esta familia que tengo -otro cliché fijo, la familia siempre es elemento de destrucción, jamás de construcción, mucho menos de reconstrucción-, lo que me hace sufrir, lo aceptaría todo pensando en Él y le ofrecería mi vida sin cesar. Pero, ah, que desastre, yo no ofrezco nada y rezo muy poco.

Kiko, en plan “Yo Soy Tu Padre”: Pues, ya puedes tener cuidado porque te puede pasar lo que al otro o que al de más allá y que mañana te venga un cáncer o algo peor y pasado mañana no te da tiempo a nada, ni a poner en orden tu alma, tu espíritu.

Porque fíjate lo que Kiko dice que dice san Pablo: no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí y con Él camino, predico, hago, pinto, con Él y para Él. Mi vida es Cristo, mi vivir es Cristo. Esta vida que Dios me ha dado la vivo en la fe de Cristo Jesús, su Hijo, que subió a la cruz por mí. Cómo no darle gracias todos los días, porque Él ha muerto por mí.

Y aquí se interrumpió -gracias a Dios- para aporrear la guitarra y soltar ruidos desagradables por la boca como si fuera un canto.