Tostón de Cuaresma 2021 (VI)

 

Cuando Ascen acaba su imitación de Carmen, se lee un fragmento de la carta a los romanos: Rm 12, 1-21. Después vuelve Kiko al atril.

Bueno, hermanos, ánimo. Después de tantos años, cincuenta años o más, ¡todavía estamos aquí! Esto es por la gracia del Señor: es Él quien nos lleva a la comunidad, es Él quien nos da la salud, es Él quien nos da las ganas de ir a la comunidad, de amarnos, es Él quien conserva el fuego de su espíritu en nosotros para amarnos y obedecer su voluntad.

Kiko suele echar a Él la culpa de todo, también dice que es Él quien te manda el cáncer o algo peor para tu konversión, así que no te creas nada del párrafo precedente: Dios no tiene nada que ver.

Su voluntad es mostrar a los hombres que Él existe en el mundo, que ama a los hombres, que la muerte ha sido vencida, que se hizo hombre y fue a la cruz por todos los pecados, para limpiar totalmente a nuestro hombre viejo. Crucificó al hombre viejo y, en el Espíritu Santo, nos da al hombre nuevo, un hombre celestial. Este hombre quiere manifestarse.

“¡Amaos unos a otros!”, dice el Señor, “en este amor reconocerán que sois mis discípulos”. "¡Amaos unos a otros!" ¡Esto es algo maravilloso, el Señor nos invita a amarnos! Pero para amarse es necesario estar juntos, por eso es importante la comunidad, para que se manifieste en nosotros el amor de los unos a los otros y el mundo se sorprenda, porque en el mundo los hombres se aman por interés, o por pertenencia a un club de fútbol, ​​o por intereses.

¿Por qué va a ser menos válido amar a tus familiares, o a tus compañeros de estudios o de trabajo, o a los socios de tu club deportivo que a tus hermanos de comunidad, a los que con tanto afán muerdes en cada convivencia?

Nosotros no tenemos intereses mundanos en común: el Señor nos ha unido, nos ha dado catequistas, nos ha dado una palabra, nos ha dado un itinerario y nos ha dicho “¡Amaos los unos a los otros!”.

Insisto: también os dio una familia, unos compañeros de estudios o de trabajo, unos vecinos, unos conocidos del club deportivo... Y jamás te ha dicho ni te dirá que lo de “Amaos” no aplique con los que no son adictos a la kikotina.

Nos dejó en el mundo para amarnos y prepararnos para ir al cielo porque fuimos creados por Dios, en él (sic), para ser santos e irreprensibles en su presencia en amor. Algo grandioso y maravilloso nos espera. La muerte física también es un momento glorioso para estar con el Señor y seremos transformados. Cuando muramos no nos daremos cuenta de nada y pasaremos al cielo, pero luego la segunda venida de Cristo nos despertará, pasaremos rápidamente a ese momento de gracia enorme donde la voluntad divina se manifestará plenamente en nosotros: el porqué fuimos creados, por qué hemos vivido y qué quería el Señor de nosotros. Esperando que llegue ese momento, estamos aquí y Él nos dice: “¡Amaos unos a otros!”. Es una palabra muy sorprendente y nada fácil. ¿En qué consiste este amor, concretamente? Cuando dice "¡Amaos!" ¿a qué se refiere? Él mismo nos mostrará este amor, pero debes saber que, respecto a tus hermanos, estás llamado a amarlos. “¡Amaos los unos a los otros!”, dice el Señor. "¡Amaos unos a otros!" Esta es la misión que nos confía como comunidad del Camino Neocatecumenal, el amor mutuo: "¡Amaos como yo os he amado!".

Menos paparruchas. La misión fue encomendada a sus discípulos, a sus amigos, en suma, a todos los cristianos, también a los denostados cristianos de misa de 12, no es exclusivo para kikotizados.

En este amor todos reconocerán que sois mis discípulos.

Sin comillas en el original, puesto que en el CNC solo aspiran a ser discípulos de uno muy sensible y tri doctor.

Tenemos que pensar seriamente: ¿realmente amo a los hermanos? ¿Cómo puedo mostrar este amor? El Señor te lo indicará. Si el Espíritu Santo desciende sobre nosotros, necesita hermanos para manifestarse, si no hay hermanos no puede manifestarse. ¡Hermanos! Para que se manifieste es necesario que exista un grupo, una comunidad y el Espíritu Santo podrá manifestarse amándonos, de muchas formas, en el amor mutuo.

El Espíritu Santo no necesita ni grupo ni comunidad puesto que fundó la Iglesia. Esa es la única comunidad que necesita y es en la que se manifiesta.

Debemos estar agradecidos a Dios que nos ha creado y que nos ha dado un camino en el desierto para llegar al cielo. Agradecido porque os ha dado catequistas, os ha dado una comunidad, y os ha dicho: "¡Amaos!", "¡Amaos!".

La idolatría al poder. Prefiero estar agradecida porque me ha dado una familia, no por unos kikotistas que hurgaron en mi vida, ni por una comunidad donde la murmuración es la única verdad.

Si hacéis una convivencia, pensad de nuevo si nos amamos, haceos esta pregunta: concretamente, ¿cómo nos amamos? ¿De qué manera manifiestas este amor? ¿Qué te parece la comunidad? ¿Cómo se ama, cómo ves el amor en la comunidad?

Venga a dar vueltas en el desierto. Que horizonte tan cortito y tan patético tienen los pobres, todo gira en torno a una comunidad que no salva y por la que nadie debería dar la vida.

Reflexiona un momento, en la convivencia, sobre el amor mutuo. Si ves que te falta, ¡conviértete al hermano! “No soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí”. No eres tú quien vive, sino Cristo quien vive en ti como comunidad.

Otra muestra de idolatría en la que pone la comunidad como condición para que Cristo obre en ti. No te dejes embaucar.

Qué grande que el Señor nos haya dado una comunidad en el mundo para ir al cielo y que os haya dado catequistas y os permita reuniros para mostraros su amor. "Reunidos en mi nombre, allí estaré yo", dice Cristo: "Dos o tres que se reúnan en mi nombre, allí estoy yo". Nos reunimos y Cristo está presente, abrimos su Palabra, la escuchamos, respondemos a su Palabra. Cada uno de nosotros responde: ¿Qué te dice esta palabra? ¿Esta palabra realmente ilumina tu vida? ¡Dilo! Si ves que estás ciego, árido, pídele al Señor que se apiade de ti que estás seco, que no sientes nada, que no tienes amor por los hermanos, que no sientes amor por el camino.

Desde luego que no siento amor por el camino. Tampoco lo siento por mi coche, ni por mi casa -y eso que me gusta y la disfruto-, ni por la ropa ni por las alhajas. Porque no soy idólatra.

Es un signo de que quizás el Señor te va a alejar, muy duro, muy difícil, porque es una cosa grande y maravillosa tener una comunidad cristiana.

Es estupendo ser parte de la Iglesia, la comunidad no es imprescindible, solo es una herramienta. Y si la herramienta no funciona, se tira o se repara.

Hermanos, vosotros fuisteis llamados a ser las primeras comunidades del Camino Neocatecumenal en Roma y os envió a Kiko, Carmen y al Padre Mario. Carmen nos escucha desde el cielo y nos está esperando, seguro que está en el cielo y deseando que nosotros también podamos ir con ella al cielo. Fuimos creados para vivir con el Señor en el cielo, para ser eternamente felices, porque la felicidad es difusiva en sí misma, no se apaga, si la felicidad se apagase ¡no sería felicidad! Ya el miedo a que la felicidad se extinga, esto no es felicidad. Ya no hay alegría, pero el Señor nos ha invitado a participar de su alegría, de su amor y sería maravilloso que os regocijéis cuando estéis juntos, para que el Espíritu Santo, que habita en vosotros, pueda manifestarse. Si no reunís, no se manifiesta y se manifiesta amándonos, sirviéndonos, ayudándonos, no juzgándonos, poniéndonos al servicio de los demás, como el Señor os dé a entender. Es algo fantástico y maravilloso que el Señor nos haya llamado a vivir el cristianismo en una comunidad, que os haya hecho conocer a los iniciadores del Camino y os haya hecho emprender este camino.

¡Qué humildad! Presumiendo como si fuese alguien importante.

Un viaje que no va a menos, han pasado cincuenta años y está tan fresco como el primer día.

Está tan verde como el primer día: ni una conversión ni un indicio de que sirva para nada.