Camino de reestructuración cognitiva (I)

 

En relación con la entrada precedente, CruxSancta se hace eco de la experiencia de N. sobre el Camino.

N. entró en el Camino recién convertido al Cristianismo. Fue a su párroco y pidió ser bautizado en Cristo y este párroco, un presbikiko sumiso a sus kikotistas, le convenció de que antes de bautizarse tenía que hacer un catecumenado, no uno cualquiera, sino el de CNC.

Así que N. entró en una comunidad y allí no desaprovecharon la ocasión de proclamarle cuán especial es ser bautizado en el Camino -por inmersión, en una tina en forma de cruz, ataviado con una túnica blanca- durante la noche de Pascua. Cada año, en Cuaresma, N. pedía formalmente el bautismo, pero sus kikotistas siempre le instaban a "esperar un poco más", sin determinar jamás la fecha de fin de esa espera.

Un día N. conoció a A., una joven católica, que rezaba, leía la Biblia, era devota, catequizada por el Opus Dei y bautizada de adulta en Roma en San Pedro por el Papa Juan Pablo II. Pero no era neocatecúmena.

N. llevaba cinco años en el CNC cuando se comprometió con A. ¡sin pedir permiso a los kikotistas!

Al saber del compromiso, el presbikiko párroco dijo que N. “tenía que bautizarse esa Pascua”, por fin, antes de recibir el sacramento del matrimonio. Lo decidió en un pronto, no por la fe probada del catecúmeno, sino porque se daba la circunstancia de que se casaba poco después, pero es que en ese momento kikotistas y presbikiko estaban convencidos de que A. haría las kikotesis. Y no hubiese sido correcto que la mujer sí pudiese participar plenamente de la misa uka y el marido, su cabeza, no.

Sin embargo, durante los siguientes meses quedó claro que A. no quería kikotesis y no se uniría al CNC. Entonces N. fue convocado a un interrogatorio ante el sanedrín de los kikotistas, quienes nada sabían de la fe y la formación de A. ni falta que les hacía, pues su discernimiento superior y su bola de cristal les permite saber que todo aquel que no ha hecho las kikotesis o es un religioso natural o un beato de misa de 12 y no hay más. Por ello el dictamen perentorio fue que N. tenía que llevar a su prometida a las kikotesis porque su formación era deficiente.

Es decir, que el Papa la había bautizado indebidamente.

Aunque intimidado, en lugar de forzar el libre albedrío de su prometida o de dejarla plantada, N. respetó la decisión de ella, lo que fue muy mal visto en la comunidad.

Por supuesto, A. tenía prohibido asistir a las reuniones de la comunidad de N. y solo pudo estar en alguna uka esporádica. Para la comunidad ella era "una católica con el vestidito de la primera comunión" con una religiosidad natural que solo se transformaría en fe verdadera si hacía las kikotesis y entraba en el Camino. Y cuando N. faltaba a la uka para asistir junto a A. a la misa parroquial, los kikotistas le acusaban a él de “mercadear”, de poner una vela a Dios y otra al diablo, de no tomarse en serio su elección por parte de Dios, o todavía peor para la mentalidad kika, de permitir que A. le sedujese y gobernase.

Y sucedió que quince días antes de Pascua N. fue advertido por el presbikiko de un obstáculo insalvable que hacía imposible su bautismo en la vigilia neocatecumenal: “Las reglas del neocatecumenado exigen que un adulto que va a ser bautizado en el contexto del Camino pase por ciertos preparativos. Desafortunadamente, los katekistas no se percataron hasta ahora, y ya no hay tiempo para hacer los preparativos antes de Pascua”... ¡Un fallo inocente! Un fallito en no se sabe qué espurias reglas neocatecumenales de “bautismos en el contexto del Camino”. En suma, kikadas al margen de la Iglesia.

Una pura casualidad que a la desobediencia a las órdenes del sanedrín siguiese el dictamen de que N. no estaba maduro para bautizarse “en el contexto del Camino”, sin duda, pero esa fue la gota que sacó a N. de la red del CNC.

Cuando el presbíkiko le preguntó por qué camino le llamaba Dios a la fe, comprendió que quería decir: "N., o llevas a tu prometida al Camino, o vete".

Este presbikiko era párroco, teóricamente sujeto a su obispo diocesano, pero primero era neocatecúmeno y, por tanto, antes que a cualquier obispo debía obediencia a sus kikotistas, que no eran unos cualesquiera, sino los "kikotistas de nación” designados por Kiko y compañía.

Cuando el obediente presbikiko explicó que los kikotistas de nación (que nunca habían hablado con N. y mucho menos con A.) le negaban el bautismo, los novios sugirieron, con mucho sentido común, apelar al obispo. N. relata que en ese momento la mirada del presbikiko fue de pánico. ¡Cuánto que perder si desobedecía a sus amorosísimos kikotistas! ¡Cuántas represalias sufriría si no impedía, como le había sido encomendado por los kikotistas de nación, que N. se bautizase! Y también ¡cómo reaccionaría el obispo si se enteraba de quién era el verdadero señor de este párroco!

Este tipo de situaciones son las que ponen en apuros al Camino. Cuando los obispos descubren que sus sacerdotes desobedecen al Buen Pastor o incluso mienten comienzan a preocuparse y a preguntarse: ¿son estos herejes? ¿son cismáticos? Es difícil despertar en ellos la preocupación porque, siendo bien intencionados, no conciben la dinámica del abuso espiritual que se practica en el CNC, escondida tras una espesa niebla de manipulación.

¿Lo pensarías tú de no haberlo experimentado en carne propia?

¿Y quién podrá ayudar a los obispos a saber? ¿Qué diócesis tiene recursos para enviar observadores a esas "catequesis" y "pasos" que informen acerca de lo que se enseña a esos pequeños devotos y vulnerables que interiorizarán el comportarse de manera inhumana con sus "hermanos"?

Y ¡ay de aquel que ose levantarse "contra el Camino"! ¿Si maltratan a los hermanos sometidos, qué no harán y dirán contra quien consideren enemigo? El Camino dirá que ha caído en las redes del Maligno, lo dirá gritando y apretando los puños (literalmente), lo dirá exaltando lo que pretenden que son sus frutos y carismas, porque se niega a reconocerse como un instrumento inútil, lo dirá mancillando la dignidad del que critica el Camino... y sin entrar nunca en el fondo de la crítica. Por definición, el Camino no tiene culpa: si alguien tiene un problema con el Camino, el problema es él , no el Camino, el que tiene un problema es él , no el Camino. La actitud neocatecumenal es declararse "perseguido" y esperar a que la difamación del otro, que es Cristo, haga el trabajo sucio.

De los aproximadamente 30 miembros de la comunidad de N., solo dos o tres tuvieron la audacia de reconocer que los kikotistas fueron los que se portaron mal. De todos los demás, hubo uno le dijo que los kikotistas tenían "gran discernimiento, y tal vez tengan razón, tu prometida debería hacer el Camino, de lo contrario tu matrimonio sufrirá mucho". Otro, particularmente entristecido y preocupado por las implicaciones, le repitió varias veces: "¡pero los catequistas son Jesucristo para ti! ¡Ellos son Jesucristo para ti!".

Sin duda los kikotistas hicieron un gran trabajo de manipulación y reestructuración cognitiva.