Compañera te doy, no sierva

 

Da la impresión de que en pleno siglo XXI hay gente muy deficitaria en conocimiento de biología básica.

A ver si consigo transmitirles algunas nociones concisas.

El funcionamiento del varón está orientado a la procreación, el cuerpo de la mujer está magníficamente preparado para la gestación, que es la parte complicada de procrear.

Punto uno, engendrar un nuevo ser, es lo fácil; gestarlo y parirlo es mucho mucho más delicado, y no deja incólume a la madre gestante. Esto, tan sencillo, debería ser de aprendizaje obligatorio en los cursillos de novios. El varón no se desgasta en su tarea procreativa, la mujer, sí.

Punto dos, en consecuencia, la mujer tiene necesidades especiales durante la gestación (y no solo aludo a aportes extra de ácido fólico, por ejemplo) y también después de esta. Hago referencia a necesidades, no son antojos ni caprichos ni se trata de que ella sea una neurótica o haya desarrollado un afecto histérico hacia el hijo recién nacido.

Esposos neocatecumenales: la cruz del otro

 

En un matrimonio saludable donde se da el respeto mutuo, el esposo no ve al hijo como un rival porque entiende que es real la necesidad de dar un tiempo de recuperación al cuerpo de la mujer, un tiempo en el que es conveniente extremar las muestras de cariño a la misma vez que se practica la continencia sexual. El cóctel hormonal que ha tenido la mujer durante el embarazo, el impresionante crecimiento de su útero, la recolocación de los demás órganos para hacer sitio al inquilino, en muchas ocasiones la dificultad para conciliar un sueño reparador, los problemas de varices o de descalcificación, la alteración de la tensión arterial… Todo ello necesita tiempo para reajustarse y volver a la normalidad. 

Y el amor verdadero por parte del marido (el amor que reclama San Pablo a los maridos para con sus esposas) se demuestra aquí en un tiempo de castidad que la medicina llama puerperio.

Es irresponsable y anticristiano pretender que como Dios es señor de la vida no pasa nada por reanudar la vida sexual a la semana del parto porque ya se ocupará Él de que no se produzca un embarazo desaconsejado y, caso de producirse, será porque tal ha sido Su voluntad, no la de los insensatos padres.

Pero sucede que en el CNC los esposos son llamados a reconocer en el otro al enemigo, al que te destruye, al que no soportas, y se les proclama que han de odiar al padre, a la madre, a los hijos, al marido, a la esposa… Y sucede, no por casualidad, que se publicita como ideal el matrimonio en el que la mujer empalma los embarazos, sin tiempo para recuperarse entre uno y otro, y sin tiempo para dedicárselo al bebé de turno.

No han entendido nada. Esta forma de actuar imita el apareamiento animal y no refleja amor conyugal. Ni discernimiento.

Pero en el CNC la discordancia entre los hechos concretos verificables y el amor y respeto mutuo que debe darse en el matrimonio es aún mayor debido a la rigidez de los roles impuestos a ambos cónyuges.

En el CNC impera el error de que los esposos no pueden ser un equipo en el que ambos comparten responsabilidad, derechos y deberes a partes iguales. Nada de eso. Ellos imponen criterios de género estereotipados según los cuales la misión encargada por Dios, dicen, a la mujer es la de reinona de la casa: tener un trabajo profesional remunerado fuera de casa no está en el plan de Dios para ella, dicen; la mujer debe organizar la casa y cuidar de los hijos a tiempo completo, es decir, cuando no esté en las cosas de la comunidad, que son prioritarias, dicen también.

Caminante, ¿quién es tu dios?

 En cuando al varón casado, su misión por voluntad divina, según los gurús del Camino, es la de ejercer de cabeza de familia: él llega al hogar y comprueba si la casa está a su gusto en cuanto a orden y limpieza, pasa revista a los hijos y decide si le parecen bien aseados, peinados y vestidos, y dicta sentencia en los pleitos y disputas que pueda haber entre los miembros del hogar. En otras palabras su tarea, dicen, no es colaborar con la esposa, si ve una cama sin hacer o con la colcha arrugada porque los hijos han jugado en ella, no pone remedio, sino que llama al orden a la esposa consentidora, a los hijos alborotadores y al que pase por allí; si la ropa no está tendida, se queja, pero no tiende; si está tendida pero no recogida, lo mismo; si está recogida pero no planchada, también; si la comida se retrasa, no ayuda en la cocina, solo se pone de morros. Y así con todo.

No ayuda a la esposa, no ayuda a los hijos, no es una figura cercana, su intento de ser una figura de autoridad por encima de todo hace de él un inútil doméstico con muchas ínfulas.

Las primeras víctimas de esta división por género son los hijos que crecen en un ambiente en el que la mujer ha de vivir al servicio del varón, sometida a él y sin osar hacer ver que tiene su propia cabeza. Tal es la distorsionada imagen del matrimonio que perciben estos niños.

Y además experimentan que ellos son un obstáculo y una dificultad para que sus padres vivan en plenitud su comunidad, que parece ser lo más importante del mundo, porque siempre está por encima de ellos.

No es de extrañar que los kikotistas insistan tanto en que los hijos del Camino solo se relacionen entre ellos y en evitar los noviazgos con gente de fuera. ¿Qué clase de persona ajena a CNC aceptaría un matrimonio en tales condiciones de desigualdad y carencia de respeto hacia el otro, que es Cristo?

Por eso en los últimos tiempos han inventado tantas monsergas para mantener bien atrapados a los chicos: los padrinos, los matrimonios de apoyo en las comunidades jóvenes donde solo hay hijos del CNC, los escrutes semanales para jóvenes, los grupos de rosario para jóvenes, las perekikaciones a los kikos lugares para jóvenes… Ahora, además, parece que se anima a las parejas a casarse en cuanto él encuentra trabajo, por precario que sea, sabiendo que casi de inmediato, si la naturaleza es propicia, empezarán a tener hijos. La praxis neocatecumenal muestra que estas parejas jóvenes con dos o tres hijos en los primeros tres años de matrimonio suelen ser candidatos entusiastas a levantarse para la misio ad gentes, aunque sea solo por la esperanza de vivir de los diezmos, ya que muchas viven gracias a la ayuda de sus familias, porque por sí solos no salen adelante.

Todo vale con tal de salvar el CNC de un naufragio que se adivina inevitable.

Queridos caminantes: el propósito del matrimonio no es tener hijos como los animales. Casarse a toda prisa para no tener el combate de la castidad no es cristiano. Obedecer a alguien que nunca se ha casado ni se ha consagrado en lugar de plantearse seriamente la vida no es cristiano. Pensar que Dios proveerá cuando no se tienen los medios para sostener una familia no es cristiano. 

Dios no es el genio de la lámpara.