Camino de reestructuración cognitiva (y III)

 

El neolenguaje.

Pieza fundamental en el magisterio que trasmiten los loros bien adiestrados es la implantación de un neolenguaje.

Si llamas misa a la celebración eucarística de los de fuera y llamas “eucaristía” a la del Camino transmites la idea de que no son lo mismo. Idea que se refuerza si no hay altar, sino "mesa" alrededor de la cual se celebra un banquete, en lugar de un "sacrificio eucarístico". De igual modo, los sacerdotes ajenos al Camino, unos clericalistas, son curas, para distinguirlos de los neocatecúmenos ordenados, que son "presbíteros" sometidos a sus kikotistas antes que a su obispo. Sabido es que un seglar no puede dar homilías ni predicar durante la Liturgia, pero no pasa nada, se le llama “monición” y se acabó el problema. También resalta el hecho de que en la misa se hacen lecturas, pero ellos, en la uka, “proclaman la palabra” y de esta forma tan sencilla se transmite la idea de que los otros leen letra muerta, mientras que lo suyo es palabra viva.

Pero quizá lo más grave sea que entre ellos se llaman “hermanos”, pero no consideran hermano a nadie, tampoco a ningún católico, fuera del CNC.

Todo esto puede parecer cómico e irrelevante, pero cuando una palabra tiene que significar no lo que significa en realidad, sino lo que los kikotistas quieren que signifique, la mente de quien escucha queda a merced de aquellos que dominan el lenguaje. Jamás podrá decir que ha sido engañado, o podrá decirlo, pero los demás lo negarán y alegarán que todo fue una mala interpretación del engañado, que no supo entender lo que se le decía.

N. da algunos ejemplos.

La mayoría de la gente sabe lo que significa la palabra "feliz", aunque cada cual tenga su idea sobre cómo lograr la felicidad. En el Camino se insiste en que "feliz" significa "hacer la voluntad de Dios, que te ha dado una comunidad y unos kikotistas". En consecuencia, nadie en el CNC tiene permiso para no estar contentísimo, y viceversa, si algún hermano se siente infeliz, es que “está en crisis”, crisis achacable siempre a un engaño del demonio, a su pecado o a su desobediencia a los kikotistas, en suma, culpa del infeliz. Siempre.

En el Camino se habla mucho de "crecer en la fe". Pero desde el primer escrutinio los neocatecúmenos son advertidos de que “no tenéis fe” y que la única forma de "llegar a la fe" es a través de la obediencia ciega a los preceptos contradictorios de los kikotistas que, irónicamente, tampoco tienen fe y por eso, a su vez, están sometidos a sus propios kikotistas. En suma, ciegos que pretenden guiar a otros. Entonces, ¿qué clase de “fe” es la que promete el CNC?

El enemigo de la vida cristiana es la "idolatría". Pero obviamente son los kikotistas quienes disciernen el "ídolo" de cada hermano. Si alguien osó quejarse de esperar durante largo rato, en el frío de una noche oscura de invierno, a los impuntuales kikotistas es que el ídolo del quejica es su comodidad. Si alguien pregunta adónde va a parar el dinero del diezmo, claramente idolatra el dinero. Si alguien quisiera pasar más tiempo con sus hijos en lugar de dejarlos con niñeras para asistir a los trajines de la comunidad, es que sus hijos son sus ídolos y él, en consecuencia, un "progenitor neurótico". 

 

El sofisma como herramienta.

Este abuso del lenguaje es una forma inteligente y muy eficaz de descarrilar cualquier crítica. Si alguien denuncia un problema, los kikotistas se apresuran a volver la crítica contra quien la emite, convirtiéndolo en su problema: puesto que un enviado del mismo Dios no puede errar en sus actuaciones, cualquier denuncia de comportamiento censurable por parte de un kikotista es necesariamente fruto de los ídolos de quienes critican, de su soberbia o de sus demonios, que se oponen a la voluntad divina. Por tanto, ante cualquier abuso de un kikotista lo que hay que hacer es dudar de quien lo denuncia. La presunción de inocencia siempre ha de aplicarse al kikotista, y la presunción de culpabilidad al criticón.

Así se entiende que cuando N. se quejó a su párroco de la intimidación de que había sido objeto por parte de los kikotistas con relación a su noviazgo, el presbi, muy sometido en todo a estos, le animó a “discernir lo que Dios quiere de ti. ¿Te llama a la fe a través del Camino o de alguna otra manera?”. En otras palabras, nosotros, el Camino, no hemos hecho nada censurable, y tú eres el problema, porque te resistes a aceptar la voluntad de Dios.

 

El arcano esotérico.

En el Camino, las comunidades mayores tienen prohibido contar a las que van detrás cómo son las cosas a partir de tal paso “para que todo sea una sorpresa”. El conocimiento queda cubierto por un sello esotérico y para ser digno de romper el sello hay que pasar por el aro neocatecumenal.

La exigencia de secreto se justifica refiriéndose a la disciplina arcani de la Iglesia primitiva. Tal pretensión no se sostiene. En primer lugar porque la Iglesia primitiva estaba inmersa en un mundo pagano donde los cristianos corrían el riesgo de terminar condenados a ser despedazados por las fieras; situación que no es extrapolable a la actualidad. En segundo lugar, el arcano se refería a los misterios de la fe y los sacramentos; en el Camino, sin embargo, el término se usa como coartada para ocultar información y negarse a responder preguntas sobre el abuso psicológico que tendrá lugar en los futuros escrutinios.

N. recuerda que en la comunidad usaban ese término para justificar la misma actitud hacia los que estaban detrás y, por supuesto, hacia los que no estaban en el Camino. Incluso bromeaban: "si supieran lo que les espera, ¡nunca se unirían!". Al aceptar los abusos del Camino, él mismo encontraba procedente e incluso divertido que los que venían detrás también sufrirían abusos semejantes.

Esta distorsión ética y moral fue posible por el control ejercido sobre la interacción de los neocatecúmenos con el mundo exterior.

Uno. Dado que los kikotistas son la voz de Dios en este mundo, es obligatorio valorar más las palabras de los kikotistas que las del cónyuge, los padres, los amigos o incluso los sacerdotes de la Iglesia Católica, lo contrario se considera afectividad desordenada, que es una muy perniciosa forma de "idolatría".

Dos. El neocatecumenado ocupa gran parte del tiempo de los captados, por lo que es difícil encontrar tiempo para hablar con otros cristianos. Además, entre las instrucciones kikóticas que deben ser atendidas por encima de la opinión de cualquier otro está la de "no mercadear con Dios", que en jerga neocatecumenal significa comprometerse seriamente con la comunidad, puesto que es adónde Dios te ha llevado y dónde Dios se te manifestará, lo que implica apartarse de forma radical de cualquier otro grupo cristiano y, por supuesto, de las liturgias para religiosos de misa de 12.

Tres. Los ajenos no son bienvenidos a las reuniones neocatecumenales, que tienen lugar a deshora y a puerta cerrada.

Cuatro. En caso de que alguien de fuera haga comentarios desfavorables sobre el CNC, la maquinaria neocatecumenal se apresura a declarar que no tiene ni idea ni ha entendido nada porque desde fuera no se ven las sumas bondades del CNC. En consecuencia ninguna crítica es aceptable.

Lo descrito contribuye eficazmente a mantener un excepcional nivel de control sobre los hermanos:

§  Nada se considera un error del Camino, es siempre y sólo tu culpa.

§  No existe una razón válida para irse, y no hay información disponible sobre las siguientes etapas del Camino, de forma que no se pueda meditar por anticipado si quedarse o renunciar.

§  Los kikotistas tienen un conocimiento masivo e íntimo de la vida de miembros, exmiembros e incluso de parientes de estos que jamás han pisado en Camino, y no tienen obligación de guardar secreto sobre lo que saben.

§  Ningún extraño tiene la oportunidad de ver y evaluar lo que sucede en la comunidad. Y, por cierto, los ajenos, aunque sea el mismo Papa, son considerados poco confiables, meros religiosos naturales cuya fe no interesa a nadie...

Juntándolo todo se obtiene la tormenta perfecta e interminable.

Obviamente, los kikotistas yerran puesto que sí hay razones válidas para abandonar, pero N. estaba aterrorizado al dejar el Camino, por supuesto. ¿Cuánto tardarían en presentarse en su vida el "llanto y crujir de dientes"?

Un sacerdote no presbikiko bautizó a N. en una hermosa víspera de Pascua y celebró la boda de N. y A. unas semanas después. Tienen cinco hijos, uno en el cielo, y ambos consideran haber sido especialmente bendecidos por el Señor. Al salir del Camino, Dios enseñó a N. algo que es imposible aprender en el Camino: que Dios es misericordioso y generoso en las formas más inimaginables y en los lugares más impensables.

En el CNC se habla mucho de "vivir en precariedad". Sin embargo, no existe una precariedad real en una situación en la que todas las respuestas a todas las preguntas de la vida pasan a través de la estrecha cosmovisión de un equipo de personas. Nuestro Señor nos enseñó que el Espíritu sopla donde quiere y esto, en el neocatecumenado, que impone la uniformidad para todos, nunca podrán comprenderlo.

Otra cosa que N. no vio cuando estaba en el Camino fue cuánto le amaba Dios. En la comunidad se hace mucho hincapié en cuánto nos ama Dios a pesar de la atrocidad de nuestros pecados: amor “en la dimensión de la Cruz”. Y en ver el amor de Dios expresado en los "hermanos": rezar unos por otros, sostener y animar a los que están en crisis. etc. Pero todo condicionado por la pertenencia al Camino. El que se va, deja de ser un “hermano” y se transforma en un extraño por el que no se preocupa nadie. ¿Amor al otro, que es Cristo? No, a menos que entre en la comunidad, y si entra, solo porque el guion obliga a ello.

Al salir del Camino, N. descubrió que hay un Amor que no es así, un Amor incondicional que sale al encuentro de cada uno esté donde esté, dentro o fuera. «¿Adónde me iré de tu Espíritu, o adónde huiré de tu presencia? Si subo a los cielos, he aquí, allí estás tú; si en el Seol preparo mi lecho, allí estás tú». No importa que dejes la comunidad, Él no te abandona jamás.