El sábado a media mañana, más o menos, en lo que los neocatecumenales llaman “los Laudes”, es el mismo Kiko quien retoma las reflexiones del presbítero sobre la importancia vital de la misión a la que los neocatecumenales han sido llamados -algunos, más bien, han sido arrastrados a la fuerza y contra su voluntad- y aumenta la dosis:
«Todos tenemos una misión en este camino. Antes no lo sabías, pero ahora sabes que el cristiano es un extranjero: es un ingenuo, un tonto que de alguna manera se instala con su casa, con su auto, con su familia... deja de ser extranjero. Pronto le vendrá un desastre para removerlo y se dará cuenta que esa cosa horrible que le está pasando es una gracia grandísima. Lo está removiendo, porque el que se instala se corrompe».
El mensaje es claro: cualquier cosa que te parezca más importante que el Camino, sea tu familia o sea lo que sea, es algo que te corrompe; y para rescatarte de la corrupción te vendrá un desastre horrible. Advertido quedas.
Aquí se pasa a la siguiente fase: después de haber asegurado al personal que no se puede ser cristiano ni alcanzar la salvación sin el Camino Neocatecumenal -lo que conlleva obedecer todos los mandatos y preceptos de Kiko, hasta los más pequeños-, se pasa a culpabilizar y exigir más a la audiencia, so pena de que la desgracia aceche a quienes osen creer que es sano y natural dar prioridad, por ejemplo, a sus responsabilidades de padre, cónyuge o hijo, sobre los ingentes deberes que tiene hacia el gran ídolo Moloch-comunidad.
¿Y quién es el guapo que discrepa? ¿Quién, después de haber renunciado a la razón por el camino, encuentra argumentos para oponerse?
Hasta hace poco esos tales recibían el cariñosísimo apodo de judas; ahora el nivel de intolerancia -cargada de amor y de buenos deseos, por supuesto- parece haber subido y son tildados de anticristos.
En resumen: si no aceptas la palabra de Kiko, un pintor fracasado, te dirán que reniegas de Cristo, porque en su ceguera provocada por el exceso de kikotina su diosito es Kiko, su mesías es Kiko, su profeta es Kiko… Y su perdición, si no recapacitan, también es Kiko.
De hecho, en la reunión, a los prófugos del kikismo se les dedica un pasaje que se lee el sábado por la mañana: «Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado. Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno» (2 Pe 2:20,22).
El punto está en que es una mentira grotesca pretender hacer pasar la trampa y cartón del CNC por conocimiento de Jesucristo. Por eso, los que se van del Camino -que son muchísimos- en nada se parecen a aquellos de quienes habla San Pedro en su carta.
Sin embargo, inmune a la verdad, Kiko comenta:
«Por eso, el anticristo nace siempre de la Iglesia, digámoslo así. San Juan dice que eran de los nuestros, que estaban antes con nosotros, gente que ha conocido las catequesis, que estaba bautizaba y ha apostatado, negando los auténticos valores cristianos.
Así los valores cristianos, especialmente la revelación, son sustituidos por valores humanos, es decir, tienes que ser justo, tienes que vivir para el trabajo, para la honestidad, para la amistad, para la lucha contra la injusticia. Nos llaman angelistas porque hablamos de Cristo... Todo es maravilloso y las almas débiles siguen estas cosas así, tranquilamente, todo con la justicia, con esas cosas».
Supongo que parte del problema es la ignorancia de Kiko, que el tiempo no ha paliado, porque sucede que no hay valores cristianos de primera y de segunda, no los hay “auténticos” frente a falsos, ni de cristianos adultos frente a religiosos de domingo. Los valores, o son cristianos o no lo son. Y la revelación, dicho sea de paso, no es un valor cristiano, ni de categoría superior ni de ninguna otra.
Sucede también que la justicia sí es un valor cristiano, aunque Kiko trate de degradarlo al tildarlo de valor humano. Como lo es la honestidad. Pero Kiko tiene un serio problema con la justicia, que menciona en tres ocasiones y las tres para despreciarla como algo de ínfimo valor, una engañifla para almas débiles.
Pues no. El primer atributo que caracteriza a Dios es la Misericordia -la caridad y esas cositas, para que se me entienda-; el segundo es la Justicia.
Volviendo a aquellos que, a pesar de ser "gente que ha conocido las catequesis", que "eran de los nuestros", sucede que "ha apostatado", dice Kiko que con los que no han apostatado del Camino Dios «¡tiene paciencia! Puede esperar años; te ha dejado muchos años en el pecado, porque sabe que un día se acabará y se terminó el pecado, ¡qué estupendo!».
Porque sucede que diosito hace acepción de personas y trata de manera completamente diferente a los "no apóstatas" y a los “apóstatas”:
«Los que no son sus ovejas no obedecen su voz y no ponen en práctica lo que él dice, no lo ponen en práctica porque no son sus ovejas y están aquí en medio de nosotros, destinados para esto, para que todos digan: "¡Mira lo que le pasó a ese!". Por eso el Señor lo ha traído aquí, para que todos aprendáis, para que podamos aprender. Esto es lo que dice San Pedro. Están destinados para esto. No sabemos cuál será su destino final... lo dejamos a la misericordia del Señor, pero sí sabemos una cosa, hermanos: el amor de Dios por nosotros».
Un poquito de seriedad y de coherencia, por favor, aunque pedir coherencia a Kiko es como pedirle peras al olmo. Las ovejas que no obedecen son esos que muy a gusto presumen de permanecer en el pecado durante años y más años, a la espera de que Dios provea magikikamente que se acabe el pecado. ¿Se entiende? Pues eso.
Y, por cierto, San Pedro no cae en la defensa de la predestinación, que es herejía muy kika, sea cuando menciona a los predestinados a dejar de pecar sin el menor esfuerzo ni interés, sea cuando lanza venablos contra los predestinados a liberarse al dejar la comunidad.
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