viernes, 29 de septiembre de 2023

Francisco: "Pecadores sí, todos, pero corruptos no. Hay que reconocer los pecados y dejarse ayudar"

 
Dedicado a esos hermanos neocatecumenales que parecen presumir de sus muchos pecados y ufanarse de ser los últimos y los peores de todos.
 

17 de mayo, 2013. (Romereports.com) 

 

Durante la Misa en la Casa Santa Marta, el papa Francisco puso como ejemplo a San Pedro que era un pecador y tenía defectos, pero que fue noble y se dejó ayudar por Cristo porque “reconociendo las propias miserias Dios ayuda a seguir adelante”. 


 

«El problema no es ser pecadores: el problema es no arrepentirse del pecado, no tener vergüenza de lo que hemos hecho». Es lo que afirmó el Papa Bergoglio en la homilía de la Misa en la capilla de la Casa Santa Marta.

El Pontífice recorrió la historia de los encuentros entre Pedro y Jesús, desde el ´Sígueme´ al ´Te llamarás Cefa, Piedra´, al ´¡Aléjate Satanás!´, “humillación que Pedro acepta”, dice el Papa.

La parte central de la homilía, el pasaje del Evangelio según el cual Jesús le pregunta a Pedro si lo ama. «Es un diálogo de amor, entre el Señor y su discípulo», explicó Francisco.

«Jesús, en estos encuentros va como madurando el alma de Pedro, el corazón de Pedro», lo madura en el amor. Así Pedro, cuando escucha la pregunta de Jesús repetida tres veces, se avergüenza porque se acuerda de las tres veces que negó conocerlo.

«Un hombre grande, Pedro... pecador, pecador –dijo el Papa–. Pero el Señor le hace entender, a él y también a nosotros, que todos somos pecadores. El problema no es ser pecadores: el problema es no arrepentirse del pecado, no tener vergüenza de lo que hemos hecho. Este es el problema. Y Pedro tiene esta vergüenza, esta humildad, ¿no? El pecado de Pedro es un hecho que con el corazón grande que tenía Pedro, lo lleva a un encuentro nuevo con Jesús, a la alegría del perdón».

Y el Señor no abandona su promesa, cuando le había dicho: “Tu eres piedra”, y ahora le dice: “Apacienta mi rebaño” y le entrega su rebaño a un pecador.

El papa precisa: «Pedro era un pecador, pero no un corrupto, pecadores sí, todos: corruptos, no». Y el santo padre cuenta: «Una vez supe de un cura, un buen párroco que trabajaba bien: fue nombrado obispo y él sentía vergüenza porque no se sentía digno. Era un tormento espiritual. Y se acercó al confesor, que le escuchó y le dijo: “No te asustes, que si después de aquella gruesa que hizo Pedro le nombraron papa... ¡Tu ve adelante!”. El Señor es así. Nos hace madurar en los tantos encuentros que tenemos con Él, a pesar de nuestras debilidades, cuando las reconocemos, y con nuestros pecados»....

Y el papa reitera: «Pedro es un grande» no porque sea uno bueno, sino porque «tiene un corazón noble que lo lleva a este dolor, a esta vergüenza y a tomar su trabajo de apacentar las ovejas».

«Pidamos al Señor hoy -concluye Francisco- que este ejemplo de vida de un hombre que se encuentra continuamente con el Señor” nos ayude “a ir adelante buscando al Señor».

Pero más aún «es dejarnos encontrar por el Señor: Él está cerca de nosotros. Tantas veces».

miércoles, 27 de septiembre de 2023

La Roca de la Iglesia

 

Muchas civilizaciones a lo largo de la historia y del espacio han asociado la idea de imperecedero e inmutable con las rocas. De modo que la roca, en genérico, vino a ser un símbolo de la divinidad.


El pueblo judío no fue ajeno a este influjo y también en su historia la roca es símbolo de su Dios único.

«Voy a aclamar el nombre de Yahveh; ¡ensalzad a nuestro Dios! Él es la Roca, su obra es consumada, pues todos sus caminos son justicia. Es Dios de la lealtad, no de perfidia, es justo y recto» (Dt 32, 3-4).

«Yo te amo, Yahveh, mi fortaleza, (mi salvador, que de la violencia me has salvado). Yahveh, mi roca y mi baluarte, mi liberador, mi Dios; la peña en que me amparo, mi escudo y fuerza de mi salvación, mi ciudadela y mi refugio» (Salmo 18).

Por eso, para un judío tuvo que ser escandaloso que Jesús se aplique a sí mismo un símbolo propio de Dios, pues cuando, rechazado por los suyos, dice que la piedra desechada se ha convertido en piedra angular (Mateo 21:41-46; Marcos 12:10-11; Lucas 20:17) está citando el salmo 118:22, salmo en el que también se habla de unas puertas de justicia por las que solo entran los justos.

Así, de una sola pasada, Jesús declara que él viene en nombre de Dios y que quienes no lo aceptan no son justos. No es de extrañar que los escribas y los sumos sacerdotes, tan ilustrados, sensibles y humildes, no lo tragasen.

Más tarde, también S. Pablo emplea la simbología de la piedra para referirse a Jesús. En la carta a los Romanos explica el rechazo de Dios al pueblo judío con ese símil y con la cita del salmo 118; en la carta a los Efesios insiste en que Cristo es la piedra angular, y en la primera epístola a los Corintios iguala a Jesús con Dios por medio del símil de la roca del desierto de la que bebieron los israelitas.

Es coherente que si Dios es la roca firme, también Jesús lo sea, lo sorprendente es que ese término se aplique a uno de sus discípulos y amigos:

«¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo» (Mt 16, 17-18).

En esa frase para nada casual, Jesús, el Mesías, el Ungido, el Hijo de Dios, otorga a Simón, hijo de Jonás, un nombre que señala una característica de Dios.

Solo Dios es la Roca. Y solo quien está con Dios puede ser piedra viva de su Iglesia.

Jesús podría haber declarado que Pedro, y como él todos los demás, eran polvo o barro, pero no, quién está con Él adquiere las cualidades de la Roca que es Cristo.

Jesús no se comprometió a edificar nada sobre movimientos carismáticos, asociaciones de creyentes o realidades presuntamente itinerarias. Su Iglesia se levanta entorno a la piedra elegida por Él y no tiene sucursales, es única y católica.

Por eso es tan grave que haya incautos que ponen a su grupito por encima de la Iglesia, de la parroquia, de los curas, que son unos clericalistas, de los religiosos de domingo y del mismo Papa, que no se entera y convendría que se muriese para que dejase de molestar. 

Por eso es tan grave que se pretenda convertir en santa de kategoría extra a quien dedicó su vida a un experimento que niega la vigencia y la validez de la Iglesia fundada por Cristo y se burla de la adoración eucarística porque para perdurar no se hacen las cosas con masa de pan, sino con piedra... No entendió que la piedra es la Iglesia y que esa piedra y toda la creación está llamados a postrarse y adorar a Dios.

Por eso es tan grave que haya quienes se arrogan en falso el título de "catequistas" que solo puede ser otorgado por la verdadera roca.

 

lunes, 25 de septiembre de 2023

Credo apostólico frente a creencias kikas

 

La Iglesia desconoce cuándo surgió el Credo, esa oración que es un compendio de las creencias del cristiano.

La tradición dice que desde los apóstoles y a partir de su predicación quedaron establecidos los principios básicos fundamentales de la fe cristiana. Ellos no tenían mamotretos que memorizar y repetir como loros, y es obvio que lo que predicaban se apartaba de la ley judía e incluso la pisoteaba, puesto que el núcleo era y sigue siendo exaltar como Dios a un hombre ajusticiado. El caso es que antes de salir al mundo entero a predicar el Evangelio y hacer discípulos de todos los pueblos, raza, legua y nación, la tradición cuenta que los discípulos, inspirados por el Espíritu Santo, se pusieron de acuerdo sobre las verdades inamovibles que todos ellos debían sostener y defender. Y esas verdades conformaron el Credo, el primero de todos, aunque no hay ninguna evidencia histórica en este sentido.


También hay una leyenda que asegura que se llama Credo de los apóstoles porque cada uno de los doce apóstoles aportó una cláusula al credo. Pudiera ser, no hay ninguna fuente histórica que lo avale, pero pudiera ser.

Lo que sí se sabe es que, en tiempos de los discípulos, no existía en la forma completa que tiene hoy, que ha evolucionado a partir de declaraciones bautismales más sencillas, utilizadas en la Iglesia cristiana primitiva para afirmar la fe de los nuevos creyentes. Estos primeros resúmenes se centraban en la creencia en Dios trinitario: Padre, Jesucristo y Espíritu Santo. 

Quienes se preparaban para el bautismo en los primeros siglos de la Iglesia Cristiana aprendían un resumen sucinto de lo que creen los cristianos y lo proclamaban en la ceremonia de su bautismo.

La primera versión escrita es del año 325 y, a lo largo de los siglos, se le hicieron pequeñas modificaciones y adaptaciones y se completó para dar respuesta a ciertas desviaciones. La versión actual surgió aproximadamente en el siglo VIII y sigue siendo la declaración fundacional de fe para muchos cristianos -no solo Católicos, también Ortodoxos y muchas confesiones protestantes- de todo el mundo.

¿Por qué cuento esto?

Para exponer a los neocateccumenales confundidos la realidad sobre el origen del Credo, porque ha caído en mis manos un libro escrito por un presbikiko que se columpia con ensoñaciones como que el Credo procede del shemá de los hebreos.

Pues no, señores presbikikos, no.

El Credo es el compendio de las verdades de la fe cristiana, el shemá, en cambio, son instrucciones a un pueblo de dura cerviz rodeado por naciones politeístas y contiene una sola verdad dogmática: «el Señor es uno». Nada más.

Quizá haya quien piense que esa única verdad dogmática resume todo el credo hebreo. Pues se equivoca.

Quien quiera indagar un poco en el judaísmo descubrirá que ellos mismos estiman que su credo está en los trece artículos redactados por Maimónides. Y sucede que Maimónides, que era sefardí, nació en Córdoba en 1135, es decir, si acaso, sería el credo judío el que tiene sus raíces y su origen en una adaptación hebrea del Credo de los apóstoles, y no al revés.

Tan notorio es que los artículos de fe redactados por Maimónides son respuesta al credo cristiano, que el segundo de ellos declara dogma de fe la «creencia en la unicidad absoluta de Dios: uno y único», en clara oposición a la Trinidad cristiana.

Pero el más gracioso es el artículo 7: «No ha habido ni habrá profeta más grande que Moisés, nuestro maestro».

En una ocasión me leí un librito sobre Moisés escrito por un rabí judío en el que el autor defendía que el Mesías que los judíos esperan será el mejor discípulo de Moisés, el más aplicado y listo de la clase, pero aun así inferior a su maestro, el gran e inalcanzable Moisés. Ahí es nada, ni el Mesías puede hacer sobra a Moisés según los judíos.

Y el presbikiko pézimo que no tuvo fe hasta que entró en el CNC, no por casualidad, declara que el sensible Kiko es el Moisés del Camino.

«Es muy importante que los equipos responsables de las naciones se ocupen de los problemas habituales: las convivencias de catequistas, de familias, de jóvenes, en las naciones donde trabajan, y solo para las cosas más graves se dirijan a “nuestro Moisés”» (el presbikiko carente de fe en el mamotreto de inicio del curso 2018-19).

Y todavía dice más, según la fe judía, que no según la fe verdadera:

«Según la fe judía, en el monte Sinaí Dios le dio a Moisés no solo la torá escrita, sino también su interpretación, la torá oral.

No en vano nuestros katekista Kiko y Carmen nos han transmitido todo oralmente y nosotros continuamos a hacerlo» (el mismo prebikiko carente de fe en el mamotreto del inicio del curso 2021-22).

Con su pan se lo coman.