El pasado 8 de noviembre fue presentado en sociedad el libro de Aquilino Cayuela sobre Carmen Hernández.
Hay que reconocerle a Aquilino la honestidad de no tratar de hacer pasar su escrito por una biografía. Una biografía debe recorrer la vida de una persona y referir tanto las facetas y vivencias positivas como las negativas, por eso, cuando el objetivo es ocultar lo más posible lo negativo en pro de un presunto fervor popular hacia Carmen, no se está ante una biografía, sino ante otra cosa.
Bastantes sillas -de metacrilato- vacías en la presentación. Y el abrigo de Mario por el suelo |
Por más que en el acto se mencionase la supuesta importancia de categoría superior de Carmen en la Iglesia, el Obispo de Madrid y sus obispos auxiliares brillaron por su luminosa y deslumbrante ausencia. En su lugar, presidió el acto el jubiladísimo pero todavía amigo cardenal Rouco Varela, el del atropello vergonzante a un artista de prestigio internacional real.
También estuvieron presentes, entre otros, el cesado exobispo de El Callao, el penúltimo hermano biológico de Carmen, Elías Hernández, acompañado de su esposa y su nieta -Elías fue el undécimo hijo de un total de doce, por si alguien se cree que no había familias numerosas antes del CNC- y la directora general de las misioneras de Cristo Jesús -que es una negra, pero no de Nigeria, sino del Congo-, porque resulta que la congregación no se fue al garete a rechazar a Carmen, sino que sigue viva y activa, lo que no puede decirse de la depresiva de más categoría de España y del mundo entero.
La fúnebre mesa presidencial |
Tras presentar a los que están en la mesa presidencial y a los elegidos para la primera fila de sillas de metacrilato, Carlos Metola, el postulador de la fase diocesana para hacer pasar a Carmen por santa, se sincera y cuenta que el libro de marras bucea en cincuenta años de Carmen, que murió a los ochenta y cinco. Es decir, no les interesa ella como persona, solo quieren la parte de su vida que gira en torno a un invento que a todos devora. De hecho, en su presentación, Carlos no se centra en Carmen, sino en el dúo kikótico y, por supuesto, hace a Dios responsable de los tejemanejes de dicha pareja de hecho durante cincuenta años.
No hay que hacerle mucho caso a Carlos, también afirma que Carmen no descansaba ni de día ni de noche, lo que es inextricable, puesto que nunca dio un palo al agua, a imitación de otro, pero es que, según Carlos, dedicaba muchas horas -atentos, que es para nota- ¡a preparar las kikotesis! Pues para el resultado obtenido, que no hubiese perdido el tiempo, a lo mejor se hubiese deprimido menos.
Kikono de Carmen sin las falsas manitas de beatorra. Las manchas verdes son cipreses, dicen |
Luego le toca a Aquilino Cayuela, que es familia en misión den Berlín, lo que significa que tiene tiempo de sobra para dedicar años a hurgar en los muchos escritos de Carmen y recopilar y ordenar y entrevistar para dar forma a las notas biográficas que contiene el libro. La intervención de Aquilino no tiene nada nuevo: asegura que Carmen era excepcional (pues claro, no se tiene categoría superior si eres normalita), que tenía una honda vocación de servicio a la Iglesia (¿Comor? ¿Y qué le pasó para perder esa vocación?, porque nada más de espaldas a la Iglesia que el gueto del todo aparte), que se lo ha pasado pipa a lo largo de estos cinco años de no tener que currar en otra cosa salvo el libro y, lo que más me ha impactado, que ha querido presentar a una Carmen cercana al lector. ¿Carmen cercana? ¿Cercana Carmen? Me parece que ha fantaseado mucho. Y también -otro más-, hace a Dios culpable y responsable del tinglado surgido de la colaboración de Carmen con Kiko.
Eso sí, quizá debido a que había unos cuantos sacerdotes no presbikikos entre los presentes, todos los que hablaron se han acordado de tildar a Carmen de iniciadora, ni uno solo ha caído en el error de considerarla fundadora de nada.
Kiko dormita durante la intervención del director de la BAC |
El tercero en intervenir es el director de la BAC (Biblioteca de Autores Cristianos), quien reconoce que el libro antes que una biografía de Carmen lo es del Camino.
Luego habla Rouco, el responsable de que la catedral de Madrid luzca un adefesio deplorable, que es el único que no lee un discurso escrito sino que improvisa, que asegura nada menos que Carmen “entusiasmaba a las mujeres” y que “era una gran predicadora entre comillas”, lo que debe de ser una muestra de humor gallego. También dice que el libro es “un libro de historia de la Iglesia contemporánea” desde el punto de vista de una mujer, lo que dista mucho de parecerse a una biografía; y reconoce que la aplicación del CVII ha sido muy dramática porque lo que estaba en debate en ese Concilio era la misma concepción de lo cristiano. Y cuenta la anécdota de que en la primera ocasión en que se juntó con Carmen tuvo una gran discusión con ella, porque él dijo que tenían que hacer unos Estatutos y Carmen, tan sencilla, tan humilde y tal inteligente como el cemento armado, se opuso.
"Levántate y tráeme eso" dice Kiko a la secre mientras habla Rouco |
La secre roba el cenicero bajo la atenta mirada de Kiko |
Y la consecuencia no se hace esperar |
A continuación le toca a Kiko, que lee con expresión aburrida un rollo: repite que el responsable de los desafueros cometidos por él y su amiga Carmen es el Espíritu Santo, pasa por la presunta vocación misionera de Carmen que jamás se materializó en toda su vida, cuenta la historia del encuentro de Carmen con el padre Farnés, de su larga excursión por Tierra Santa y de la chabola de Palomeras, donde cuenta la película de la visita del arzobispo Morcillo a su barraca, que es un chisme del que no existe ninguna prueba.
Lo único nuevo es que reconoce que cuando conoció a Carmen hubo enfrentamientos entre ellos (¿y cuándo no?): «ante los primeros enfrentamientos que tuve con Carmen en las barracas, voy a hablar con mi director espiritual, que era entonces un dominico, el superior de Atocha, y sorprendentemente me dijo; “Escucha a esta mujer. Si lo que te dice te parece bien, conviértete y obedécela, si no te parece bien, pues no le hagas caso”». Absolutamente sorprendente que el superior de los dominicos de Atocha tuviese tiempo para ser director espiritual de un vagabundo, pero es que Kiko siempre ha sido un pijo burgués y no se iba a conformar con un curita de barriada periférica.
También se saca de la manga que Carmen «tenía un amor ilimitado por los hermanos del Camino» por el hecho de que «cuántas horas hemos estado escuchando a nuestros catecúmenos, uno a uno, persona por persona» cuando precisamente dedicar tantos años a entrometerse en el fuero interno de tanta gente no demuestra el menor amor ni hacia ellos ni hacia nadie.
Y acaba con la consabida proclama de que Carmen dio su vida por el CNC -n por la Iglesia- y que todos tienen que leer el libro para descubrir a una Carmen desconocida. Como por otra parte en el CNC aseguran que es imposible amar a quien no se conoce, la conclusión es que el desamor de Carmen era correspondido por muchos.
Kiko micrófono en mano |
El siguiente en intervenir es Pezzi que tampoco tiene nada nuevo que decir, salvo que aprovecha la ocasión para inventarse santidades: «Quería decir que de joven leí en la escritura: “Intenta vivir con los santos y te irá muy bien”. Vivir con un santo es una experiencia grande, vivir con dos, mucho más». Menos mal que a él no le corresponde decidir ni disponer sobre la santidad de nadie, porque se nota su parcialidad.
Pezzi anima a todos a leer el libro para ayudarles «a conocer más profundamente el misterio de este carisma». Es decir, es un producto de kikos para kikos. Y luego se pone a contar el sueño de Carmen en el que Jesús le pide que lo siga a través de una ventana (ver aquí) y lo feliz y agradecido que está a Señor por haber vivido toda su vida sin hacer otra cosa que servir a Kiko y Carmen de funcionario encargado de los Sacramentos y, también, sin venir a cuento de nada -será que está mayor- hace propaganda del tetradoctorado de Kiko (Pero ¿esto no era para presentar un libro sobre Carmen?), de la casita de campo llamada Domus Galilaeae, de la sinfonía que daña los oídos inocentes…, en suma, un despropósito. Y lo completa con una apología del carisma de abusón de patio de colegio que es el que muestran los iniciadores del Camino. Lo cuenta así: «Otro aspecto que me gustaría subrayar es el celo que animó a Carmen durante muchos años a escuchar junto con Kiko, en ocasión de la celebración de las diferentes etapas, a cada hermano y hermana de sus comunidades en España Italia y Francia, durante horas y horas, con mucha humildad y paciencia -recuerdo ahora lo que dice el Papá Francisco de escuchar. Escuchar a los pobres, escuchar los dolores, los traumas, las cruces-. Es maravilloso que al final del Camino, en la elección, tantos traumas, tantos dolores, sufrimientos padecidos se iluminan delante de la cruz de Cristo y los hermanos descubren en estos sufrimientos, en esas injusticias, el amor de Dios y no se puede renovar las promesas bautismales si no está iluminada la cruz de Cristo. Está una maravilla que hemos visto en todo el mundo entero de todas las culturas».
Traducido del kikoñés, Mario se regodea en los escrutidicios cometidos contra los neocatecúmenos, y al final del Camino, o aceptas los pisotones de los kikotistas o no te revisten de fantasma.
La secre con gafas de leer |
La última en intervenir es la secre de Tudela, que tampoco tiene nada que aportar y se limita a hacer publicidad de Tudela y de Navarra. Bueno, también cuenta el chisme infundado y absolutamente increíble de que hay gente ajena al Camino que considera a Carmen una grande de la Iglesia. Y Ascen, que no va a quedarse atrás, la declara madre de todos los kikokúmenos.
Y para acabar lo que Carlos Metola llama "encuentro", además de animar a comprar el libro, no podía faltar un canto para demostrar que nadie hace gallos peores que los de Kiko. Y el canto solo podía ser el de “Están rotas mis ataduras”.
¿Por qué se pondrían todos en pie para cantar "Están rotas mis ataduras"? |