El tiempo y las visiones invisibles de Kiko (tercera parte)

Bien. Ha llegado el momento de poner de relieve la capacidad kikil para el cuentismo, digo, para los viajes inter temporales.

Atentos, porque es verdaderamente asombrosa.

En uno de los dos relatos expuestos en las entradas anteriores (ver aquí y aquí), Kiko asegura:

«Después de haber hecho un viaje por Europa, en 1959»

Posiblemente se refiera a uno de los viajes que hizo con Gremio 62, asociación de artistas que, como su nombre indica, no nació hasta 1962 y no empezó a viajar por Europa hasta 1963.

Es decir, a finales de 1959, con 20 añitos, casi 21, Kiko ya tiene la capacidad de vivir un viaje que no tiene lugar hasta tres o cuatro años después.

El relato precisa el día concreto de 1959 en que, tras el viaje espaciotemporal de varios años después, sucede lo siguiente:

«de repente la habitación se ha llenado de luz y ha aparecido la Virgen, místicamente, no la he visto con los ojos (…) Detrás de mí estaba la Virgen con el Niño, siento una presencia real, profundísima, y en mi alma siento estas palabras: ″Hay que hacer comunidades cristianas como la Santa Familia de Nazaret que vivan en humildad, sencillez y alabanza; el otro es Cristo″. Y así ha terminado. Estaba allí y de repente desaparece la luz, desaparece la Virgen».

Una aparición invisible que no se presenta, que no se dirige a ninguna persona, que no encarga nada a nadie concreto. Era la hora de la siesta, posiblemente Kiko tuvo una digestión pesadita ese día.

Lo mejor es la reacción de Kiko.

«He llamado a un amigo mío, que era director de la Acción Católica y le he dicho: ¡Ven, ven! Se me ha aparecido la Virgen».

Un joven de 20 años amigo de alguien que ocupa un alto cargo inexistente en Acción Católica. No sé si sorprenderme de que con tales amistades su cristianismo a los 20 fuese el de un infante de 8 años, según el mismo refiere. Es más, lo que cuenta es que rechazó incluso lo poquísimo que tenía de cristiano:

«Cuando entro en la universidad (…) entro en crisis con mi propia fe, ¡porque el vestido de primera comunión que me habían dado en el colegio y en la parroquia era pequeñito para toda la problemática que tenía planteada como joven y sobre todo en Bellas Artes! Así que rápidamente me lo quité, ese vestido de primera comunión, y lo tiré».

Y ese rechazo absoluto se había producido antes del único premio de pintura de su vida:

«Intenté vivir con honestidad esto [su ateísmo], pero sabéis que, sin embargo, el Señor me estaba esperando, porque me dieron un premio extraordinario nacional de pintura. Salí en la televisión, en el nodo, empecé a ganar dinero, y me quedé sorprendido al darme cuenta que no me dio… que esto, tener dinero, tener fama, en esos momentos ¡no me daba absolutamente nada!».

La España de 1959 debía estar muy aislada de Europa y del mundo real, de otra forma no me explico que por ganar un premio juvenil se adquiera notoriedad, fama y, muy importante para su humildad, dinero.

Pero al margen de lo poco creíble que sea que de todos los que obtuvieron premios en ese certamen juvenil solo él adquiriese dinero y fama, según su relato, lo interesante es que esa es la época de su “honesto” ateísmo, por lo que es incoherente el argumento de que a las tres de la tarde sintiese el impulso de irse a rezar. Porque una de dos: o su ateísmo carecía por completo de honestidad o a solo se aisló para echarse una siesta.

Por supuesto lo que sucede es que en ese día concreto se produjo un bucle espacio temporal, de forma que en un universo mental se retiró para dormir la comida, pero en otro universo lo que hizo fue postrarse de hinojos para rezar.

Y en la intersección entre ambas realidades irreales se produjo una visión no visible. ¡Pues claro! Pero no en todas las dimensiones. Hay alguna en la que su sensibilidad jamás vio lo que no vio, sino que todo se redujo a que se le quedó pequeño el trajecito de jugar al ateísmo para molestar a papá y a mamá, y se dio cuenta de que el ateísmo solo conduce a la muerte, momento en que se echó una llorera de impresión y decidió que su intuición era la única luz que debía seguir.

En este universo paralelo resulta que en ese nido de izquierdismo y ateísmo que dice que era la escuela de Bellas Artes descubre a un sacerdote que no es que estuviese precisamente de incógnito. Pero su incultura y desconocimiento del Cristianismo hacen que no se entere de nada:

      «me di cuenta, que antes de matarme ¡¡quería creer!! En Bellas Artes tenía un sacerdote, con la sotana…, en mi curso, que pintaba. Fui a hablar con el (sic)… ¡me soltó unos rollos! que me parecían todo pamplinas, ¡pamplinas!».

Así que algún cura lo invita a un Cursillo de Cristiandad para paliar su ignorancia y sus prejuicios Llama la atención que en este universo paralelo es un vulgar estudiante falto de cimientos cristianos, pero no ha encontrado ni fama ni dinero... ni tampoco ha empezado a viajar por Europa.

De hecho, en este universo sin visión invisible, los viajes son posteriores a la crisis, son por España y son como cursillista:

      «Y me mandaron a hacer Cursillos. He dado el primer cursillo de Ceuta, en Cáceres, en… para empezar en España como profesor de Cursillos».

El caso es que como cursillista duró poco porque en 1962 forma parte de Gremio 62, asociación con ánimo de lucro cuya movilidad no es compatible con la impartición de cursillos en fechas y lugares prefijados. Es decir, hubiese sido incompatible de no ser por la apabullante capacidad para la multi ubicación que tiene su sensibilidad, porque a la misma vez se dedica a viajar por Europa, a irse a vivir con la cocinera de sus padres y su familia, a hacer la mili en África y a probar suerte en los monjes jerónimos, donde duró dos semanas.

      «Después ya cambió mi pintura y comencé a hacer pintura religiosa, y fundé un grupo de arte sacro, con arquitectos y escultores, para renovar el arte sacro, que se llamó “gremio 62”. El ministerio de relaciones culturales, les hicimos una muestra en Madrid importantísima… después nos invitaron a hacer exposiciones en París, en Francia, en Holanda…

      (…) Al mismo tiempo que esto (…) al final comprendí ¿y si Dios me está diciendo que me venga a vivir con esta…? porque a la única persona que este señor hacía caso era a mi (sic).

      (…) Después me llamaron a hacer el servicio militar y estuve en África… total. Yo ya, esta experiencia que tuve un año viviendo allí con aquella familia, con aquella gente, me había marcado de tal manera que pensé: No soy capaz de volver al mundo, las exposiciones, la pintura…».

Lo importante es que todo es al mismo tiempo. Gremio 62 tiene algunas exposiciones por Europa durante los años 63 y 64, al mismo tiempo Kiko hace la mili en África, al mismo tiempo se pasa un año entero viviendo en la casita de la cocinera, al mismo tiempo prueba suerte en el monasterio jerónimo del Parral… Y acaba el año 64 en Palomeras porque decide que no puede volver al mundo. 

Pero bien que volvió y vive como todo un burgués. Que se lo pregunten al piloto del jet privado.