domingo, 31 de diciembre de 2023

sábado, 30 de diciembre de 2023

Dios no da puntada sin hilo

 

Una curiosidad sobre el nacimiento del Hijo de Dios tomada de aquí.


Los pesebres son comederos para animales, pero en el antiguo Israel estaban hechos de piedra, no lo que verías en un belén moderno. No es cómodo, pero es excelente para protegerse. Por eso los que eran expertos en la materia, los sacerdotes, ponían en ellos a sus corderos recién nacidos para protegerlos. Pero no cualquier cordero, los corderos perfectos sin tacha destinados a ser usados ​​en el sacrificio por los pecados.

Y Belén, donde nació Jesús, era FAMOSA por sus CORDEROS SIN MANCHAS utilizados para el sacrificio. Estos corderos tenían que ser perfectos para que los envolvieran bien apretados en una tela y los tumbaran en el pesebre para mantenerlos a salvo.

Esta es exactamente la razón por la que la única vez que se menciona los pesebres en la historia del nacimiento de Jesús es a los pastores. En Lucas 2 dice: «Esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». ¡Los pastores habrían entendido este poderoso paralelo! ¡SABÍAN lo que significaban la tela y el pesebre!

¡Este bebé sería EL CORDERO PERFECTO DE DIOS! El Mesías que sacrificaría su vida por los pecados del mundo entero. Él no era solo un bebé envuelto en pañales acostado en un pesebre, Él era el MESÍAS: perfecto, sin pecado y santo, para convertirse en el sacrificio perfecto para reconciliarnos con Él.

¡Ese CORDERO PERFECTO, es POR QUIEN celebramos la NAVIDAD!

Todo bajo el control de Dios, cada detalle, cada situación… fue una manifestación de su glorioso plan.

 

Te cuento otra curiosidad sobre el ritual del cordero sacrificial. Desde la huida de Egipto y por disposición divina, el cordero era seleccionado el día 10 de Nisán y se sacrificaba el 14 de Nisán, a cuyo atardecer tenía lugar la gran ceremonia familiar con las hierbas amargas, el pan ácimo, las cuatro copas y, como plato fuerte, el cordero.

Pues bien. El 10 de Nisán, día en que el séquito del Sumo Sacerdote se desplazaba a Belén para escoger el cordero sin mancha ni tacha para el sacrificio, fue el día en que Jesús entró en Jerusalén montado sobre un pollino y fue aclamado como Mesías.

Y en esta ocasión, Jesús no se esconde, no desaparece, sino que acepta la aclamación del pueblo, asume su misión: ha sido elegido como cordero perfecto.

 

jueves, 28 de diciembre de 2023

¡Él me besó a mí!

 

En este día de los santos inocentes, traigo al blog otra publicación del Pbro J. Rodrigo López Cepeda, nacido en México y ordenado sacerdote en Jaca (España).


¡Él me beso a mí!

Escrito por: Pbro J. Rodrigo López Cepeda

A los seis meses de ordenado, mi Obispo me envió a dirigir una parroquia en el Pirineo aragonés; tenía que suplir a un párroco que llevaba allí más de 30 años, por lo que me encontré con la no aceptación de los habitantes de aquel lugar. La tarea fue ardua pero fecunda y no habría tenido luego tanta fecundidad sin la ayuda de un pequeño llamado Gabriel, el protagonista de este relato.

A la segunda semana de llegar a aquel curato se me presento un matrimonio joven con su pequeño hijo especial. Me solicitaban lo aceptara como monaguillo, pensé en rechazarlo y no por ser un niño especial sino por todos las dificultades con las que iniciaba mi ministerio en aquel lugar, pero no pude decir que no pues al preguntarle si quería ser mi monaguillo… no me respondió, sino que se me abrazó a la cintura, ¡menuda forma de convencerme!

Lo cité para el siguiente domingo quince minutos antes de la Eucaristía y puntualmente allí estaba con su sotanita roja y su roquete que su abuela le había bordado para la ocasión.

Tengo que agregar que su presencia me trajo más feligreses, pues sus familiares querían verlo estrenarse en su papel de monaguillo. Yo tenía que preparar todo lo necesario para la Eucaristía, no tenía sacristán ni campanero así que corría de un lado a otro y no fue sino hasta antes de iniciar la misa que me percaté de que Gabriel nada sabía de cómo ayudar en la misa; por la premura del tiempo se me ocurrió decirle: Gabriel, tienes que hacer todo lo que yo haga, ¿vale?…

¡Nunca se lo hubiera dicho! Gabriel es el niño más obediente del mundo, así que iniciamos la Celebración y al besar el altar el pequeño se quedó prendado a él, en la homilía vi que los feligreses sonreían al hablarles, lo que alegró mi joven corazón sacerdotal, pero luego me percaté de que no me miraban a mí, sino a Gabriel, que me seguía tratando de imitar mis movimientos.

Al terminar le indiqué qué tenía que hacer y qué no, y entre otras cosas le dije que el Altar solo podía besarlo yo, le expliqué cómo el Sacerdote se une a Cristo en este beso. Me miraba con sus grandes ojos interrogantes sin llegar a entender del todo la explicación que le daba… y sin callarse lo que pensaba me dice: Anda, yo también quiero besarlo.

Le volví a explicar por qué no y al final le dije que yo lo haría por los dos; pareció que quedaba conforme.

Pero al siguiente domingo al iniciar la Celebración y besar el altar, vi como Gabriel ponía su mejilla en él y no se despegaba del altar con una gran sonrisa en su pequeño rostro. 

Tuve que decirle que dejara de hacer aquello. Al terminar la misa le recordé: Gabriel te dije que yo lo besaría por los dos.

Me respondió: Mosén yo no lo besé, él me beso a mí…

Serio le dije: Gabriel no juegues conmigo…  Me respondió: de verdad, me lleno de besos.

La forma en que me lo dijo me lleno de una santa envidia. Al cerrar el templo y despedir a mis feligreses me acerqué al altar y puse mi mejilla en él pidiéndole: Señor bésame como a Gabriel.

Aquel Niño me recordó que la obra no es mía y que ganar el corazón de aquel pueblo solo podía ser desde esa dulce intimidad con el Único Sacerdote Cristo.

Desde entonces mi beso al altar es doble pues siempre después de besarlo pongo mi mejilla para recibir su beso. Gracias, Gabriel.

Nadie da lo que no tiene. Querido misionero, llenarnos del Misterio de Dios es una tarea cotidiana “Antes Contemplativos y luego hombres de acción” Palabras del Siervo de Dios P. Feliz de Jesús Rougier, que se aplica a todos los que quieran trasmitir Fe, Esperanza y Amor de Cristo.

Acercar a los otros al misterio de la Salvación nos llama a vivir a diario nuestro propio encuentro, y al igual que yo con mi querido monaguillo maestro Gabriel aprendí que:

¡Antes de besar yo el altar de Cristo tengo que ser besado por Él!

Unidos en Oración y en Misión Permanente

 

martes, 26 de diciembre de 2023

Lo que no se puede hacer

 

El día de Navidad, al final de la misa y antes de dar a besar al niño, el sacerdote advirtió: «Se puede besar, se le puede lanzar un beso sin tocar la imagen, se puede saludar con una inclinación de cabeza, lo que no se puede hacer es una genuflexión. Porque la genuflexión es un signo de adoración, por lo que un cristiano solo se arrodilla ante la Eucaristía y, el viernes santo y solo el viernes santo, ante la cruz. Hacer una genuflexión ante una imagen es idolatría».

El cristiano solo se postra ante Dios.


 



El kikiano, en cambio, se postra ante sus ídolos. Y los presbikikos son de los primeros en hacerlo.