Tanto la
entrada precedente como la lectura de una de las últimas publicaciones del blog
italiano neocatecumenali me ha hecho ver la conveniencia de retomar el glosario
de términos neokikomenales (ver aquí),
a fin de dejar constancia del significado que adquieren ciertos términos en boca de gentes del CNC.
La primera expresión que conviene aclarar es la presunta Evangelización de las parroquias.
En el ideario neokiko las parroquias son entes anodinos que no salvan a nadie a los que solo acuden cuatro viejas pero que a la misma vez -por gracia de una falla espacio-temporal o algo así- están a rebosar de beatorros de misa de doce y de curas cuya fe no interesa a nadie. En suma, una parroquia es algo sin la menor trascendencia y que no ayuda a nadie a menos que sea kikotizada. Esta kikotización, por aquello de que a los bebés no se los puede alimentar con fabada, sino que necesitan lechecita, es lo que camuflan con el nombre de evangelización. Pero jamás un kiko ha predicado que se pueda seguir y servir a Dios o que se pueda tener fe adulta fuera del Camino, lo que revela que ninguno de ellos practica la evangelización, lo suyo solo es kikolonización parroquial.
Y las consecuencias de una kikolonización son nefastas para la salud de la parroquia.
Otra frase que no se les cae de la boca es: Estamos aprobados, o su variante El Papa nos apoya, variante en la que inconscientemente se les escapa que jamás serán ellos quienes apoyen a nadie que no sea ellos mismos, pues, en su desquicie, son los demás los que deben supeditarse a ellos.
La realidad es que lo único que el CNC tiene aprobado son los famosos estatutos. Y lo único que el CNC tiene permitido es lo que figura en los estatutos. En consecuencia, el diezmo es un abuso que no solo no está aprobado sino que es ilegítimo en el Catolicismo, los escrutinios son un abuso, el choteo del chupito de leche y miel es un abuso, interrumpir la misa, que según ellos no es misa sino uka, para interrogar a los niños es un abuso. Por no estar aprobados, ni los ecos ni el baile de los pitufos están aprobados.
Y en particular no está aprobado ni permitido que el sacer…, el presbi, comulgue a la vez que la asamblea, ni que lo hagan sentados. Por el contrario, todos los Papas de los últimos tiempos les han insistido en que se atengan a los libros litúrgicos. Lo que pasa es que la desobediencia es una característica que identifica a los hijos de su padre.
Una expresión muy kika es la de Adultos en la fe.
Según el gran gurú de Palomeras, nadie puede ser cristiano sin recibir el don de la fe a través de la predicación de otro.
Hay dos trampas en dicho enunciado. La primera es obvia: ¿De quién recibió la fe Kiko? De un soplido en la nuca, según unas versiones; de su intuición de artista -que se tiene creído que lo es-, en otras; de meditar y rumiar cómo convencer a la madre de Pepe Agudo, según las de más allá. En suma, el primero que no es apto -ni adulto- según su propio baremo es Kiko.
La segunda trampa es que para ellos predicación es repetir como loros lo que está escrito en los mamotretos. Es decir, no tienen ni idea. Y así les va, cincuenta años o más y siguen sin convertirse y sin tener fe.
Ahora bien, en realidad, cuando un kiko habla de adultez en la fe se refiere a algo chato y carente de valor: simplemente es una medida de cuantos pasos has superado en ese camino que ni lleva a lugar bueno alguno ni acaba nunca. Es decir, ya podría presentarse Santa Teresa de Jesús que sería considerada una bebé en la fe puesto que ni siquiera ha hecho las kikotesis. Por el contrario, yo misma, que he viajado a Jerusalén y me he hospedado en la domus Galilaeae, soy adulta en la fe kika, que simplemente quiere decir que estoy al tanto de sus trampas y trapisondas, que conozco su lenguaje y sus incoherencias, que he visto sus falsedades de la misma manera que he visto el contrabando doméstico de licores con destino a la domus.
Eso es todo. A los niños no se les puede hablar del diezmo ni de que les exigirán que vendan los bienes ni de abusos de autoridad ni de chupitos y licores de contrabando; los adultos, en cambio, conocen todo eso.
Y muchos callan. A otros, más que les pese, no pueden callarnos.
Un aspecto interesante es que a todo aquel que se acerca de nuevas al CNC se le explica, muy paternalmente, que es un niño en la fe, un tierno niñito necesitado de padrinos que lo guíen. Esos padrinos usurpan sin serlo el título de catequistas. En general ni tienen formación ni han recibido el visto bueno de ningún obispado, pero se les llena la boca con esa mentira.
En el CNC, catequista significa menda que se aprende de memoria unos mamotretos infumables y los repite -los da, en jerga del CNC- como loro bien amaestrado, sin saltarse ni alterar ninguno de los kikodogmas de fe.
La posesión -previo pago, porque nada es gratis en el CNC- y memorización de los mamotretos es lo que hace a un catequista del Camino. No importa que desconozca lo que es la Iglesia y su doctrina ni que su modo de vida, su praxis para los kikos, sea nefanda, puesto que ya se sabe que ellos están llamados a reconocerse como los últimos y los peores de todos.
Lo malo no es que lo reconozcan, es que muchos hacen “méritos” para estar en la lista de los peores de todos.
Y con todo, o precisamente por ser tan peores, es de lo más usual que muestren un desdén infinito hacia el prójimo, que es Cristo.
A grandes rasgos, un Neocatecumenal divide a esos prójimos que son Cristo en tres grandes grupos:
Paganos: según los kikos, unos pobrecillos que viven para trabajar y ganar dinero y que, cuando no trabajan solo se dedican a beber, fornicar, abortar, tirarse de los barcos y suicidarse una y otra vez.
Religiosos de misa de 12: a quienes juzgan peores que los anteriores, porque su asistencia a la parroquia un día a la semana durante un ratito los hace creerse buenecitos. Que lo anterior sea un juicio injusto y basado en neuras o antipatías personales les trae sin cuidado. Que muchos religiosos de misa de doce dediquen tiempo y recursos a diario a Dios y a su prójimo, también. El caso es maldecir, que es lo que se aprende en los mamotretos.
Rebotados: los más malísimos y peligrosos de todos, porque no se han dejado retener en el CNC. Con uno de estos, el único recurso a mano para un neocatecumenal de cepa es cruzarse de acera y negarle el saludo y, si se pudiera, el mismo aire.