respeto, decoro, dignidad... dicen |
El propósito fundacional declarado del CNC es tan bueno, tan bienintencionado, que nadie más que el demonio podría estar en contra: dice ser un itinerario catequético postbautismal destinado a quienes están bautizados pero no catequizados, en otras palabras, aquellos que son culturalmente cristianos y, más concretamente, católicos, pero en la práctica no tienen el conocimiento necesario para que su fe se sustente en una base sólida.
El carisma del CNC —el propósito expreso de su existir—es anunciar el kerygma, la Buena Nueva de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, y más allá de eso, enseñar la fe católica a los bautizados-no catequizados.
Se trata, por tanto, de un carisma que guía a quienes están tan cerca pero tan lejos de la Iglesia para llevarlos a la plenitud de la fe y a que enraícen su vida en la Iglesia local, asumiendo su responsabilidad dentro de la parroquia…
Eso dicen, pero cuando la kikotización funciona no es esto lo que sucede, sino todo lo contrario: Una y otra vez se oye hablar de problemas profundos de integración de las comunidades kikas en la Iglesia universal (here's a fine example).
La reacción del CNC y de sus portavoces a cualquier crítica, cualquier duda, cualquier preocupación sobre ellos, sus abusos o su patente fracaso a la hora de integrar a otros en la Iglesia es la victimización. Fingen que la crítica o preocupación no es hacia sus frutos agraces, sino hacia el anuncio del kerigma y por tanto que es un engaño del maligno y va contra el mismo Cristo.
Dudo que todos ellos sean incapaces de entender que lo que se dice es que hay un problema concreto y enorme en su kikotesis y una desconexión total entre su presunto carisma y la praxis real. Pero lo cierto es que el aviso cae en oídos sordos, una y otra y otra y otra vez…
No pueden -o no quieren- ver la diferencia entre el anuncio del Evangelio y la enseñanza del Evangelio conforme a la Tradición. Como todos los que intentan “fundamentalizar” el Evangelio, separan el Evangelio de la Tradición que garantiza su pureza y autenticidad, y al hacerlo confunden el anuncio con la Buena Nueva misma. Para simplificarlo mucho, es como confundir un anuncio de automóvil con el automóvil mismo.
El problema aquí es que realmente creen –desde Kiko Argüello para abajo– que porque anuncian la Buena Nueva, están cumpliendo al 100 % su carisma. Nada importa que fracasen clamorosamente en el propósito de su misión; ese propósito original ha sido subsumido en una creencia en su “purificada” Iglesia paralela que no es para quienes son incapaces de ver su superioridad.
Están tan seguros de su pureza como evangelizadores que no pueden imaginar que ellos mismos necesiten reformarse. No, dicen, quienes nos atacan por todos lados son hombres malvados; nosotros no necesitamos reforma ni renovación, al contrario, hay que mantener hasta la última coma de la mínima chorrada que dijeran los iniciadores porque ellos son el CAMINO.
¿Y qué pasa con los catequizados por ellos? Han sido adoctrinados con mala teología, incluso con enseñanzas falsas y heréticas, incluidos sus seminaristas y “presbíteros”. La culpa no es de los catequizados. Ignoran que han sido engañados, porque quienes les catequizaron fueron “enviados” por algún obispo (o simplemente se presentaron sin la desaprobación expresa del obispo local), por lo que cualquiera asumiría que tal enseñanza es auténtica y válida.
Fijado el punto precedente, es un paso pequeño pensar que aquellos que no aprueban la praxis del CNC están engañados por el maligno, o peor aún, les persiguen. Eso crea una mentalidad de nosotros versus ellos, justificados por Cristo (según su interpretación). Es decir, cada vez que haya desacuerdo con uno de fuera, el neocatecumenal recurrirá al socorrido comodín de que el otro es el enemigo, el perseguidor, mientras que él es el perseguido por Cristo y su doctrina.
Y si sucede que el otro es el Papa, se le desea la muerte, cualquier cosa antes que cambiar el kikismo para someterlo a la Iglesia.
Esto explica, por supuesto, el énfasis en decretar la falta de fe y de amor de aquellos que "están fuera", los Otros. Esta falta de fe y de amor se debe a que no están kikotizados y sus corazones son demasiado duros y sus mentes demasiado oscuras, ya que su orgullo, lujuria y avaricia abruman una fe infantil y medio pagana... El caso es juzgar y hablar mal (mal decir) del otro, que es Cristo.
Es lo que han aprendido en la casa de su padre.
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