lunes, 2 de diciembre de 2024

Inicio de curso 2024-25 (XVI)

 


Del mismo modo que el viernes por la noche se reserva para aburrir a la audiencia con algún vídeo que dé una explicación científikika a la relación causa-efecto entre la música y los jóvenes que salen de casa y matan, sin darse cuenta, a la primera chica que se cruzan, el sábado el tostón programado para inducir el sueño en la audiencia es el rollete de Mario.

Sucede desde hace mucho que el rollete es tan eficaz para provocar bostezos e incluso ronquidos que es tradición que Mario lo deje inconcluso el sábado y lo complete el domingo, después de los kikolaudes (que nada tienen que ver con las laudes de la Iglesia). Este año también se ha cumplido con la praxis.

Empezó Mario el sábado advirtiendo que «intentaré decir lo que he podido aprender sobre el Jubileo del 2025».

Si de verdad ese hubiese sido el objetivo, lo suyo habría sido leer a la audiencia -asamblea en jerga kikil- la bula de convocación del jubileo, titulada "Spes non confundit", la esperanza no defrauda, pero el lugar de eso, Mario se pierde por los cerros de Úbeda y el transcriptor del tostón se pierde todavía más y machaconamente pone como citas de la bula lo que son comentarios pézzimos intercalados, y viceversa, pone como palabras de Mario lo que son citas extraídas de la bula, de suerte que, según el transcriptor, Mario va a abrir una puerta santa en Roma.

Y alguno se lo creerá.

El Papa Francisco, en Spes non confundit, resume la milenaria tradición jubilar de la Iglesia, y recuerda que antes de que el Papa Bonifacio VIII instituyese el primer año santo jubilar en 1300 ya había entre los cristianos una sólida espiritualidad popular de peregrinar a determinados lugares, como Santiago de Compostela, peregrinaciones alentadas desde Roma con la concesión de indulgencias especiales en determinados días.

En cambio, Mario ningunea la historia de la Iglesia, a la que no dedica ni una frase, y se centra en contar batallitas de los queridos hermanos judíos, batallitas que nada tienen que ver con lo que es el jubileo del año 2025.

Según Mario es que todo estaba ya preconfigurado e imaginado en el AT, pero la realidad es que el año sabático hebreo es una medida sociopolítica sin relación con la conversión ni con el perdón de los pecados, que es de lo que va el jubileo cristiano.

Sabido es que Mario fue ordenado presbítero sin conocer la doctrina cristiana, y no es descartable que todavía tenga pendiente aprender lo que es un jubileo.

No voy a transcribir el pézzimo rollo que suelta Mario sobre el año sabático judío, porque ni me aplica ni me interesa y además porque lo hace francamente retorcido: empieza por decir que va a basarse en el Levítico, en vista de lo cual lo que hace es citar el Apocalipsis, a continuación Efesios, después a san Pedro, Éxodo, Números y Deuteronomio, antes de llegar a la primera cita del Levítico. Y entre medias hace comentarios errados, sea por su desconocimiento de lo que es el Cristianismo o por defender el kikismo.

Un error que repite una y otra vez es: «Dios nos llama a participar de su santidad. No como alguna vez pensábamos: ¡Tengo que ser santo! ¡No!».

La novedad pézzima es que ningún neocatecúmeno está llamado a ser santo, ya que es incompatible con ser el último y el peor de todos, que es lo que debe ser por disposición de su nuevo Moisés. Por tanto, Mario ha descubierto que la santidad corresponde a la comunidad formada por los últimísimos y peorísimos de todos.

Es inconsistente e imposible, pero la lógica, como la razón, jamás ha estado bien vista en el CNC.

Según Mario todo encaja gracias a la elección de diosito sobre ellos: expresamente es diosito quien se busca a los peores de todos y quien transmite su santidad sobre la comunidad de los peores, no sobre cada peor individual. Y para apoyar su insostenible tesis aparece, por fin, una cita del Levítico: «Estableceré mi morada en medio de vosotros y no os rechazaré. Me pasearé en medio de vosotros, y seré para vosotros Dios, y vosotros seréis para mí un pueblo» (Lv 26,11-12). 

Hacer pensar a los neocatecumenales de razón crucificada que ellos no están llamados a la santidad es una falsedad por la que alguno tendrá que dar cuentas. Y además, ¿tiene algo que ver con el tema del jubileo?

Nada. Ni siquiera tiene que ver con el año sabático de los hebreos.

Lo que sigue tampoco.

Porque lo que sigue es un rollo sobre el ritual judío de sacrificios expiatorios con mucha sangre esparcida por todos lados. Mario podría centrar el discurso en el hecho concreto de que los judíos tenían su ritual para reconocerse pecadores y reconciliarse con Dios, aunque ellos no lo llamasen reconciliación, sino purificación, es decir, podría centrarse en la parte espiritual, pero prefiere acentuar la parte folclórica y sociocultural, la parte festiva, con mucho derramamiento de sangre, sacrificio y muerte.

Y ya puesto, sigue desvariando con las diversas fiestas judías, que nada tienen que ver con el jubileo del que se suponía que iba a exponer lo que había aprendido.

Y por fin llega al ceremonial hebreo del año sabático jubilar, que tenía lugar cada cincuenta años y consistía en dejar la tierra en barbecho, condonar las deudas, liberar a los esclavos y otros asuntos sociales y económicos sin relación con la expiación de pecados ni con la conversión, como ya comenté.

Nada que ver, por tanto, con el jubileo cristiano, que es cada veinticinco años y no impone normas sociales, sino que es una oportunidad para el que quiera de acogerse a la misericordia de Dios.

Pues dice Mario que «Es bajo esta luz que en el próximo jubileo el Señor mismo vendrá a nuestro encuentro para salvarnos de esta generación que lo ha abandonado públicamente».

¿Está claro? El mundo entero, los malos; ellos, los elegidos, y “el señor” a su servicio, a hacer lo que Mario disponga.

(Continuará)