lunes, 17 de junio de 2024

Eucaristías que valen más que las Misas (y II)

 

La instrucción Actio pastoralis advertía: «No se considere ninguna misa como acción exclusiva de un grupo particular, sino como celebración de la Iglesia, en la cual el sacerdote, desempeñando su propia función, preside toda la acción sagrada como ministro de la misma Iglesia» (n. 5b). Esto apunta a  si las comunidades tienen derecho a cerrar sus asambleas eucarísticas, cuestión que el ECN resuelve estableciendo taxativamente que la Eucaristía dominical estará «abierta también a otros fieles».

Es abuso litúrgico que un laico parta el pan consagrado

Mucho antes de la aprobación del primer estatuto experimental, en la diócesis de Huelva, el obispo Rafael González Moralejo, en Instrucción pastoral de 6 de abril de 1993 sobre las comunidades neocatecumenales en las parroquias de la diócesis, les paró los pies y dispuso que «siempre que el párroco preside un acto litúrgico en su parroquia, este acto es de toda la Iglesia. Por tanto, debe estar abierto a la participación de todos los fieles, especialmente si se trata de la Eucaristía. En ningún caso se ha de celebrar con las puertas del templo cerradas» (Boletín Oficial del Obispado de Huelva 38 [1993], n. 301, 111). cf. item can. 1221 CIC.

En cuanto a las particularidades litúrgicas, la Actio pastoralis establecía que «además de una monición inicial, el celebrante puede introducir brevemente a la liturgia de la palabra antes de las lecturas y a la liturgia eucarística antes del prefacio» (n. 6c). Cabría entenderse que la monición inicial o ambiental podía ser hecha por un fiel, pero quedaba claro que una vez que se incorpora el sacerdote a la liturgia eucarística, él es quien puede hacer otras eventuales moniciones.

Para solventar el problema, el artículo 13.4 ECN dispone que «la celebración de la Eucaristía la prepara (...), bajo la guía del presbítero, un grupo de la comunidad neocatecumenal, por turno, que prepara breves moniciones a las lecturas». En la primera versión ad experimentum, decía que la guía del presbítero era opcional, cuando se pudiere, pero para la aprobación definitiva esa guía se vuelve requisito indispensable. Es decir, el ECN no deja que los laicos preparen moniciones a su bola, que es la praxis real del CNC, sino que establece y obliga a que estas reciban la guía del presbítero, que es algo que jamás se ha hecho en el Camino.

No es ninguna novedad que el CNC pisotee su propio estatuto. Uno muy sensible solo lo quería como tapadera, no para cumplirlo.

El que las lecturas fueran leídas por laicos (hombres o mujeres) venía ya contemplado por la Actio pastoralis (n. 6f), así como el canto sagrado (n. 8). También se preveía que a las intenciones generales (por la Iglesia, por el mundo, por los necesitados y por la asamblea reunida -no por las comunidades neocatecumenales, como a menudo se hace, promoviendo un sentido de movimiento-), los participantes añadieran alguna intención especial preparada de antemano (n. 6h).

Como en el caso de las moniciones sin guía del presbítero, el artículo 13 ECN no ofrece cobertura jurídica para la praxis de que tales peticiones sean espontáneas.

La Actio pastoralis imponía que «el pan para la Eucaristía deberá ser el pan ázimo que es el único admitido por la Iglesia latina; y será confeccionado de la misma forma que se acostumbra a usar en las demás misas» (n. l0d). Fue la declaración de la Congregación para el Culto Divino de 1988 la que suprimió para el Camino la exigencia de confección ordinaria, con la consecuencia de que pudiera usarse -desde entonces, no antes de 1988- una torta de pan en vez de hostias, siempre que fuera pan ácimo (cf. nota 52).

Otra novedad de la declaración de 1988 fue la comunión bajo las dos especies con carácter habitual y sin necesidad de que concurran ocasiones especiales. Y en tercer lugar, con carácter experimental, se permitió el traslado del rito de la paz al momento siguiente a la plegaria universal.

Por último, el ECN ad experimentum aportaba por primera, última y única vez una autorización de la praxis de los «ecos» (nota 52). Pues bien, esa autorización desaparece en el ECN definitivo. Más claro: los ecos no están autorizados, ni pocos ni muchos, ni largos ni cortos, sencillamente tras el experimentum la Iglesia dispuso que no hubiese ecos.

La respuesta de la Congregación para el Culto Divino continúa vigente, porque se limita a recordar lo prescrito en el canon 846.1 CIC, y tan solo añade que se deben observar «también con cuidado todo lo prescrito en las rúbricas» de los libros litúrgicos. Tales libros deben observarse fielmente sin añadir, suprimir ni cambiar nada.

Tal preocupación no era ociosa pues durante mucho tiempo fue praxis litúrgica del Camino omitir el Domine, non sum dignus, el Agnus Dei quitollis peccata mundi, el Credo para las comunidades que no habían hecho la Redditio, el Gloria fuera de tiempo pascual o navideño, a veces el Orate fratres o el acto penitencial inicial.

En suma, uno muy sensible hacía de la misa lo que quería, en contra de la lógica y de la Liturgia de la Iglesia. Y además presumía de ello. Kiko achacó la injustificable supresión del Gloría a que algunos neocatecúmenos abandonaban la práctica de la Eucaristía por no encontrarse en disposición espiritual de hacer suyo este canto de alabanza y acción de gracias (cf. Convivencia con los obispos de América, Santo Domingo 1992). Y ya que la Iglesia se niega a corregir la Liturgia, él la corrige por su cuenta, que para eso a sensible no le gana nadie.

Otra cuestión que se plantea en las eucaristías del Camino, de orden no meramente litúrgico sino incluso canónico, es el del ministro de la comunión. Son ministros ordinarios los obispos, presbíteros y diáconos (can. 910.1). Si no se encuentran en la iglesia ministros ordinarios (incluso no concelebrantes) o están impedidos de algún modo, pueden actuar los ministros extraordinarios (respuesta de 20 de febrero de 1988 de la Comisión Pontificia para la Interpretación del Código).

Pero nada avala la praxis de que, para dignificar la presidencia del sacerdote, no administre la comunión, sino que lo hagan laicos que no son ministros extraordinarios de la comunión ni pueden serlo porque (can. 910.2 CIC) ni han recibido el ministerio del acolitado (cf. cáns. 230.1 y 1035.1) ni han sido delegados por el obispo diocesano para realizar esta tarea de manera estable, temporal u ocasional (cf. can. 230.3).

El sacerdote que preside la eucaristía solo puede conceder la autorización ocasional en casos excepcionales e imprevistos. Es decir, si se prevé que todos los sábados el número de comulgantes va a ser excesivo para el sacerdote celebrante (y otros posibles ministros ordinarios), entonces no está legitimado para encargar a los responsables de las comunidades u otros miembros cualesquiera que repartan la comunión, sino que debe gestionar ante el obispo el nombramiento de ministros extraordinarios, que habrán de sujetarse a los requisitos formativos o de otra índole previstos en la legislación diocesana.

En cuanto a las eucaristías de días festivos no dominicales, al no venir expresamente citadas en el artículo 13 ECN, cabe preguntarse si son posibles. Si se mira la praxis del Camino, se descubre que no ha habido interés por celebrar en comunidad más que las eucaristías de los domingos (los sábados por la tarde). Con el tiempo, se fueron incorporando algunos otros días festivos, como la solemnidad de la Inmaculada Concepción o de Santa María Madre de Dios (para que el cambio de año civil pille a los jóvenes en comunidad).

No está claro si tales eucaristías están legitimadas por el ECN, pero me inclino a pensar que la opción es o solo las dominicales como Pascua semanal o bien todas las festivas, sin consentirse la apariencia de un calendario litúrgico propio del CNC, donde se celebraran ciertos días de precepto y otros no.

Debería ser obvio que en la formación gradual de los neocatecúmenos debe figurar el cumplimiento del precepto en todos los días a que canónicamente haya lugar, dentro o fuera de la comunidad. Y que ese cumplimiento no debe venir impedido, dificultado u oscurecido por la realización de celebraciones o actos del Camino en tales días o sus vísperas.

Debería. Pero algunos solo ven lo que Kiko les dice que han de ver.

 

sábado, 15 de junio de 2024

Papal declaración de intenciones

 

El 13 de junio del presente año tuvo lugar el encuentro anual con los moderadores de las asociaciones internacionales de fieles, de los movimientos eclesiales y de las nuevas comunidades, promovido por el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida (DLFV).

Como en años anteriores, al encuentro anual estaban invitadas todas y cada una de las ciento diecisiete asociaciones internacionales de fieles, tanto privadas como públicas, y las demás entidades con personalidad jurídica, sobre las que el Dicasterio tiene jurisdicción directa y cuya vida y desarrollo debe acompañar.

La jornada, cuyo tema ha sido “El desafío de la sinodalidad para la misión” se abrió con la celebración de la Santa Misa en la Basílica de San Pedro, presidida por el Card. Kevin Farrell, prefecto del DLFV. A continuación, los participantes, más de doscientos de noventa y cinco realidades eclesiales, fueron recibidos en audiencia por el Santo Padre Francisco. 


 

En la homilía, el cardenal Farrell subrayó en particular cómo Jesús plantea «una condición exigente para entrar en el Reino de los cielos: tener una justicia superior a la de los escribas y fariseos».

Al respecto, añadió el cardenal, «Jesús menciona tres actitudes que nos separan de nuestro hermano: enojarnos con él, llamarlo 'estúpido', llamarlo 'loco'». Se trata, explicó, de «grados progresivos de condenación: alejar de sí al hermano con ira; considerar sus ideas de poco valor; pretender entrar en lo más profundo de su conciencia, llegando incluso a devaluar su relación con Dios, considerándola falsa, superficial e hipócrita». Y, observó Farrell, «Jesús pronuncia estas palabras comentando el quinto mandamiento: “no matarás”», porque «uno puede "matar" al hermano dentro de sí mismo, es decir, no materialmente, sino espiritualmente. Despreciar al prójimo y condenarlo sin apelación es violar el quinto mandamiento, es "matar" al hermano en el corazón». De ahí la invitación «a ir más allá de la "justicia de los fariseos", a superar la separación entre el culto a Dios y las relaciones con los demás».

En la audiencia, el Papa Francisco afirmó que el camino sinodal requiere un cambio en cada uno de los presentes, porque sin un cambio interior no se pueden lograr resultados duraderos. Y les propuso algunas actitudes, algunas "virtudes sinodales" esenciales: pensar según Dios, superar toda cerrazón y cultivar la humildad.

Al referirse a la primera virtud sinodal, pensar según Dios, el pontífice recordó que el protagonista del camino sinodal es el Espíritu Santo y que Dios es siempre más grande que nuestras ideas, que la mentalidad dominante, que las "modas eclesiásticas" del momento, incluso que el carisma particular de nuestro grupo o movimiento

«Por lo tanto, nunca demos por presupuesto que estamos 'en sintonía' con Dios: más bien, siempre tratemos de elevarnos por encima de nosotros mismos, para convertirnos a pensar según Dios y no según los hombres. Éste es el primer gran desafío».

 

Vencer la tentación del "círculo cerrado"
La segunda virtud sinodal que el Santo Padre indicó fue el de superar toda cerrazón. Francisco invitó a los participantes en el encuentro a ir más allá de lo que piensa nuestro "círculo", a no dejarse bloquear por el miedo a perder el sentido de pertenencia y la propia identidad, a reconocer la diversidad como una oportunidad, y no como una amenaza.

«La sinodalidad nos pide, en cambio, mirar más allá de las barreras, con grandeza de ánimo, para ver la presencia de Dios y su acción también en personas que no conocemos, en nuevos métodos pastorales, en ámbitos de misión en los que nunca antes habíamos participado».

La sinodalidad, dijo, requiere apertura y disposición a aprender de otros.

De manera espontánea, Francisco dijo que «los movimientos cerrados deben ser cancelados, no son eclesiales», y añadió también fuera del texto: «Me duele cuando encontramos cristianos 'yo, yo, conmigo y siempre para mí'», y prosiguió, respecto al papel de los movimientos eclesiales, que «están para el servicio, no para nosotros mismos»: «Es triste cuando escuchas: 'Soy de éste, de otro', como si fuera algo superior. Los movimientos eclesiales están para servir a la Iglesia, no son en sí mismos un mensaje, una centralidad eclesial: están para servir». De ahí la necesidad de preguntarnos: "¿Pertenezco al movimiento eclesial, a la asociación o a la Iglesia?". 

 

La conversión espiritual debe partir de la humildad
Finalmente, la tercera virtud que propuso el Santo Padre fue cultivar la humildad. Para el pontífice, la conversión espiritual debe partir de la humildad, ya que es la puerta de entrada a todas las virtudes. Y comentando la escena en la que Santiago y Juan piden lugares de honor junto a Jesús, el Papa recordó que la verdadera grandeza en la Iglesia no es ser servido, sino servir, ser servidor de todos.

«Sólo la persona humilde valora de hecho a los demás, y acoge con agrado su contribución, sus consejos, su riqueza interior, sacando a relucir no el propio "yo", sino el "nosotros" de la comunidad. Es la persona humilde la que defiende la comunión en la Iglesia, evitando divisiones, superando tensiones, sabiendo dejar de lado incluso las propias iniciativas para contribuir a proyectos compartidos, y esto porque encuentra alegría en el servicio y no frustración o rencor».

El deseo del Sucesor de Pedro, expresado a todas las realidades eclesiales, es que este encuentro ayude a valorizar sus carismas, pero en perspectiva eclesial, sin la cual no se contribuye a la evangelización.

Y ahí queda la declaración de intenciones: los guetos no son eclesiales y deberían desaparecer.