sábado, 15 de junio de 2024

Papal declaración de intenciones

 

El 13 de junio del presente año tuvo lugar el encuentro anual con los moderadores de las asociaciones internacionales de fieles, de los movimientos eclesiales y de las nuevas comunidades, promovido por el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida (DLFV).

Como en años anteriores, al encuentro anual estaban invitadas todas y cada una de las ciento diecisiete asociaciones internacionales de fieles, tanto privadas como públicas, y las demás entidades con personalidad jurídica, sobre las que el Dicasterio tiene jurisdicción directa y cuya vida y desarrollo debe acompañar.

La jornada, cuyo tema ha sido “El desafío de la sinodalidad para la misión” se abrió con la celebración de la Santa Misa en la Basílica de San Pedro, presidida por el Card. Kevin Farrell, prefecto del DLFV. A continuación, los participantes, más de doscientos de noventa y cinco realidades eclesiales, fueron recibidos en audiencia por el Santo Padre Francisco. 


 

En la homilía, el cardenal Farrell subrayó en particular cómo Jesús plantea «una condición exigente para entrar en el Reino de los cielos: tener una justicia superior a la de los escribas y fariseos».

Al respecto, añadió el cardenal, «Jesús menciona tres actitudes que nos separan de nuestro hermano: enojarnos con él, llamarlo 'estúpido', llamarlo 'loco'». Se trata, explicó, de «grados progresivos de condenación: alejar de sí al hermano con ira; considerar sus ideas de poco valor; pretender entrar en lo más profundo de su conciencia, llegando incluso a devaluar su relación con Dios, considerándola falsa, superficial e hipócrita». Y, observó Farrell, «Jesús pronuncia estas palabras comentando el quinto mandamiento: “no matarás”», porque «uno puede "matar" al hermano dentro de sí mismo, es decir, no materialmente, sino espiritualmente. Despreciar al prójimo y condenarlo sin apelación es violar el quinto mandamiento, es "matar" al hermano en el corazón». De ahí la invitación «a ir más allá de la "justicia de los fariseos", a superar la separación entre el culto a Dios y las relaciones con los demás».

En la audiencia, el Papa Francisco afirmó que el camino sinodal requiere un cambio en cada uno de los presentes, porque sin un cambio interior no se pueden lograr resultados duraderos. Y les propuso algunas actitudes, algunas "virtudes sinodales" esenciales: pensar según Dios, superar toda cerrazón y cultivar la humildad.

Al referirse a la primera virtud sinodal, pensar según Dios, el pontífice recordó que el protagonista del camino sinodal es el Espíritu Santo y que Dios es siempre más grande que nuestras ideas, que la mentalidad dominante, que las "modas eclesiásticas" del momento, incluso que el carisma particular de nuestro grupo o movimiento

«Por lo tanto, nunca demos por presupuesto que estamos 'en sintonía' con Dios: más bien, siempre tratemos de elevarnos por encima de nosotros mismos, para convertirnos a pensar según Dios y no según los hombres. Éste es el primer gran desafío».

 

Vencer la tentación del "círculo cerrado"
La segunda virtud sinodal que el Santo Padre indicó fue el de superar toda cerrazón. Francisco invitó a los participantes en el encuentro a ir más allá de lo que piensa nuestro "círculo", a no dejarse bloquear por el miedo a perder el sentido de pertenencia y la propia identidad, a reconocer la diversidad como una oportunidad, y no como una amenaza.

«La sinodalidad nos pide, en cambio, mirar más allá de las barreras, con grandeza de ánimo, para ver la presencia de Dios y su acción también en personas que no conocemos, en nuevos métodos pastorales, en ámbitos de misión en los que nunca antes habíamos participado».

La sinodalidad, dijo, requiere apertura y disposición a aprender de otros.

De manera espontánea, Francisco dijo que «los movimientos cerrados deben ser cancelados, no son eclesiales», y añadió también fuera del texto: «Me duele cuando encontramos cristianos 'yo, yo, conmigo y siempre para mí'», y prosiguió, respecto al papel de los movimientos eclesiales, que «están para el servicio, no para nosotros mismos»: «Es triste cuando escuchas: 'Soy de éste, de otro', como si fuera algo superior. Los movimientos eclesiales están para servir a la Iglesia, no son en sí mismos un mensaje, una centralidad eclesial: están para servir». De ahí la necesidad de preguntarnos: "¿Pertenezco al movimiento eclesial, a la asociación o a la Iglesia?". 

 

La conversión espiritual debe partir de la humildad
Finalmente, la tercera virtud que propuso el Santo Padre fue cultivar la humildad. Para el pontífice, la conversión espiritual debe partir de la humildad, ya que es la puerta de entrada a todas las virtudes. Y comentando la escena en la que Santiago y Juan piden lugares de honor junto a Jesús, el Papa recordó que la verdadera grandeza en la Iglesia no es ser servido, sino servir, ser servidor de todos.

«Sólo la persona humilde valora de hecho a los demás, y acoge con agrado su contribución, sus consejos, su riqueza interior, sacando a relucir no el propio "yo", sino el "nosotros" de la comunidad. Es la persona humilde la que defiende la comunión en la Iglesia, evitando divisiones, superando tensiones, sabiendo dejar de lado incluso las propias iniciativas para contribuir a proyectos compartidos, y esto porque encuentra alegría en el servicio y no frustración o rencor».

El deseo del Sucesor de Pedro, expresado a todas las realidades eclesiales, es que este encuentro ayude a valorizar sus carismas, pero en perspectiva eclesial, sin la cual no se contribuye a la evangelización.

Y ahí queda la declaración de intenciones: los guetos no son eclesiales y deberían desaparecer.

 

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