Tras las presentaciones, se lee el Evangelio del primer domingo de
Cuaresma (Mt 4,1-11) al que sigue el consabido mitin a cargo de uno muy
sensible.
Esta es la palabra de las
tentaciones del 2020, estamos en el 2020, y yo tengo que daros una palabra, si me inspira el
Señor; sobre todo si a vosotros os da la gracia de escuchar y la palabra Dios
la hace penetrar en vuestro espíritu y, tocando vuestro espíritu, florece, se
llena de fuerza vuestro espíritu y de amor a Dios.
El Evangelio leído es la excusa, el mensaje subsiguiente
invariablemente es verborrea de Pako y nada más, aunque siga tratando de
hacerse pasar por un nuevo Moisés, solo es un enviado de su padre, el amante de
la mentira.
Tenemos que prepararnos
porque viene el Señor. En la Pascua del 2020 viene Jesucristo y tiene que
encontrarnos preparados para llevarnos con Él. Según la tradición de la
Iglesia, durante la vigilia pascual vendrá el Señor. Será este año, el año
2020, será el 2021, será el 2040, ¿cuándo será? ¿Qué diferencia hay en que
venga el 2020 o venga dentro de 40 años? Ninguna, es lo mismo. Así que puede
venir perfectamente este 2020.
Lo que sí nos dice la
Iglesia es que tenemos que prepararnos, estar todos prontos, listos para cuando
venga el Señor. Dice que cuando venga, de pronto, se abrirán los cielos, se
llenará todo de luz, como si la Tierra fuera plana, no fuera un lugar redondo,
y de pronto veremos a Cristo venir con los ángeles del cielo y los santos en su
gloria. Entonces, los que estén vivos en ese momento -dice S. Pablo, que lo
describe él-, seremos arrebatados en los aires al encuentro con el Señor. Y
mientras somos arrebatados por los aires, nuestro cuerpo será transformado,
porque este cuerpo es un vestido que no sirve, porque está sujeto a la
corrupción y por tanto tenemos que ser revestidos de un cuerpo celeste, de un
cuerpo de bodas eterno, un cuerpo maravilloso que Dios ha destinado para
nosotros semejante al que tiene Jesucristo y tal cual Él es así seremos
transformados. Seremos transformados con un cuerpo que no sufre, con un cuerpo
preparado por Dios para participar del amor que Él nos tiene.
Para su sensibilidad la parusía se reduce a: si le pilla vivo,
se libra de la muerte. Siempre enfocado en sí mismo. Yo-me-mi-conmigo.
Esto está revelado por Él.
Dios nos ama tanto que quiere que participemos de su gloria, de su felicidad.
Dios es amor en sí mismo, amor. Y en sí mismo es eternamente feliz. Esta felicidad
que Él tiene y esta forma de ser que Dios tiene, que es amor a todos, nos
quiere hacer partícipe a nosotros. El amor es difusivo de por sí, la felicidad
de Dios no ha querido tenerla para sí, sino que nos pensó desde antes de la
creación del mundo para que participemos de su felicidad, de su voluntad y de
su amor.
Descifrando el verdadero mensaje del tostón publicitario |
Así que es una buena
noticia para todos: estamos todos destinados a participar de la felicidad de
Dios mismo. Él nos ha preparado, nos ha formado en una familia, nos ha hecho
conocer el Camino y, Dios, que es amor, está deseando… No sé si conocéis la
naturaleza misma de Dios. Dios se ha mostrado viniendo a la Tierra y tomando
nuestro cuerpo y con nuestro cuerpo se sometió a la ignominia, a la tortura y
fue crucificado. Ahí tenemos un crucifijo muy bonito, grande. Fue crucificado,
algo verdaderamente impresionante: que Dios mismo se hiciera pecado por
nosotros y sufriera el castigo que los pecadores tenían que sufrir como estaba
predestinado. Pues quiso sufrirlo Él para que no lo sufriéramos nosotros. Y en
eso ha mostrado su infinito amor a cada uno de nosotros.
El discursito es tan malo como de costumbre: mucha
predestinación por aquí, bastante irreversibilidad por allá y la sensación de que
el libre albedrío no existe porque todo está decidió de antemano. Eso más el pertinaz
error de que Dios se hizo pecado son dichos concretos que nada tienen que ver
con el Cristianismo.
Dios nos quiere tanto que
quisiera ser uno, uno en nosotros. ¿Por qué dice uno? Porque no se reserva nada
cuando ama, se da totalmente. Se da de una manera tan formidable, Dios al
hombre, que se hace uno con él. A mí me quiere tanto que entra dentro de mí y
se hace uno conmigo. No somos Cristo y yo dos, no, uno conmigo, uno conmigo. Si
sois perfectamente uno, el mundo creerá. Uno con cada uno de los hermanos de la
comunidad, de forma que aparezca en la comunidad un misterio: el misterio de la
perfecta unidad.
Todavía no se ha dado cuenta de que, por su propia naturaleza,
un gueto es todo lo contrario a la unidad. Y una comunidad es un gueto.
Amaos como yo os he
amado, en este amor conocerán todos que sois mis discípulos. ¡Animo, hermanos!
Claro que tenemos que
estar preparados para recibir este amor y a lo mejor no somos capaces de poseerlo y nos importa
nada.
Hay que mandar al sensible a repetir los primeros estropicios
porque no se ha enterado de nada: el Amor no se posee, nadie puede poseer a
Dios porque no es el genio de la lámpara ni puede ser sometido al antojo de un
gurú, por más que se llene la boca asegurando que Dios es el responsable de esa
enferma obra humana que es el CNC.
Dios nos preparará y cuando
os ha llamado a este Camino y os ha mandado catequistas como Carmen y como yo y
como el padre Mario y como Ascensión y como vuestros catequistas, Dios ha hecho
una obra prodigiosa, la está haciendo con nosotros, está ayudando a su Iglesia.
Está haciendo hasta una nueva estética, hemos hecho aquí una nueva parroquia,
dando importancia a la asamblea cristiana, con un catecumenium, con las salas,
con las comunidades. Poco a poco se está realizando lo que el Espíritu Santo ha
inspirado después del Concilio Vaticano II con su Iglesia.
Por eso tenemos que estar
muy agradecidos a Dios: primero, que te haya llamado el Señor; segundo que
quiera ser uno contigo, uno en ti, Cristo uno en ti, uno contigo, no dos, uno.
Perfectamente uno, porque esta es la naturaleza misma de Dios: amarnos
totalmente, absolutamente. Nos ama de una forma tan grande que se hace uno en
nosotros, uno. Quiere que siendo uno en mí y en ti y en el otro y en el otro
hermano de la comunidad, aparezca la perfecta unidad en la comunidad que es la
Iglesia, el misterio de la Iglesia. Y este misterio, que es la perfecta unidad,
es más que una bomba atómica, transformará el mundo.
Amaos como yo os he amado
y en este amor conocerán todos que sois mis discípulos. En este amor el mundo
se transformará.
Claro que a lo mejor
somos tan tontos o tan pobrecitos que no nos damos cuenta de lo que está
pasando y nos tiene sin cuidado. Pues no. Es muy importante que tengas una comunidad y vas a morir
en ella, te vas a morir y los hermanos van a venir cerca de tu cama y
van a cantar contigo el Credo.
Tal vez sea que ha descubierto que la única razón de ser de la
comunidad -ya que ni se aman ni transforman otra cosa que a sí mismos en “pedores”-
es montar bulla cuando se muere uno de ellos. ¡Pues mira que aguantar toda la
vida en la comunidad solo para eso!
Y te van a esperar en el cielo. Gracias a
Dios será pronto, no vamos a tardar mucho.
¿Los vivos van a esperar al fiambre en el cielo? Lo dudo mucho,
pero que sea pronto, que me encantaría verlo.
Dentro de poco, en poco
tiempo estaremos todos prontos para reunirnos con nuestros hermanos en el
cielo. Porque existe otra creación, existe el cielo, donde está Dios y quiere
que estemos allí también con Él. Porque Dios es así.
Dios tiene una esencia
que es querernos, estar en nosotros, ser uno en nosotros. Nos quiere tanto que
quiere ser uno en mí, uno en ti, para que seamos perfectamente uno y la gente
diga: mirad, mirad cómo se aman. Mirad cómo se aman, gritaban los paganos
viendo cómo se amaban los cristianos.
Claro que este amor no es
algo que tú te puedas imaginar. Lo realiza el Señor. No es algo sentimental, es
algo sobrenatural, nadie puede poner trabas a este amor. ¿Cómo se realiza? Lo
verás, lo realiza el Señor poco a poco, poco a poco en vosotros, en vuestras
comunidades, lo va haciendo el Señor poco a poco. Lo importante es que deis
paso a que el Señor venga y se haga uno en vosotros y, entonces, el mundo se
transforme viendo vuestro amor, el amor de Dios en nosotros, el mundo reciba
una sacudida enorme, mirad cómo se aman.
Sí, se repite como el ajo y siempre para poner el centro en el
instrumento que se ha demostrado inútil y dejar a Dios al servicio de esa
inutilidad.