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| Quítate de en medio, que paso yo |
Rescato el testimonio de un “Veterano” para explicar de dónde viene cierta práctica expulsora vigente en Kikónides.
Seguí este camino durante treinta y cinco años, porque creía firmemente en el poder liberador de Dios para cambiar la vida de las personas.
Al principio, no se hablaba en absoluto de la Virgen, ni tampoco de esta obediencia que hoy se ha convertido en una obsesión de los capos y se recuerda a cada oportunidad. Si me lo hubieran mencionado solo una vez al principio del camino, sin duda no habría permanecido aquí treinta y cinco años, me habría distanciado y habría quemado los puentes tras de mí.
La obediencia es a la Palabra de Dios y a las "Diez Palabras de Vida", ¡no a quienes las interpretan para sus propios intereses y afán de poder! Por eso, es una blasfemia usurpar el lugar de Dios para exigir la obediencia que solo se le a Él.
Cuando entre, los iniciadores decían que el camino duraría unos siete años; recuerdo con precisión que dijeron que sería un año por cada paso, y que al concluir, te integrabas en la parroquia como todo feligrés, sin catequistas, porque todos seríamos muy conscientes de ser cristianos y sabríamos dar testimonio de ello. Se trataba de ser luz, sal y fermento, todos habrían de ver en nosotros los signos de la fe, que son el amor y la unidad. Solo amor y unidad, porque todo lo demás es engañoso, y el demonio sabe disfrazarse de "ángel" de luz. Terminado el Camino, cada uno obedecería a su propia conciencia, porque si tu guía es Cristo, ¡no necesitas que ningún otro te diga qué hacer!
Todo fueron mentiras.
No voy a entrar en detalles, baste decir que en todos estos años las consignas básicas no cambiaron, pero sí la actitud de quienes subían en la escala de poder / responsabilidades: la arrogancia de los kikotistas crecía, y cuanto más ascendían en la jerarquía, más exageraban.
En mi ingenuidad pensé que se comportaban así por ignorancia, y que tan pronto como entendieran la Palabra de Dios y el mensaje evangélico en su verdadera dirección, ¡se convertirían!
En el CNC, la ingenuidad y el ir a cara descubierta se paga. Viví la última etapa desde una perspectiva muy crítica porque empezaban a surgir en mi mente muchas dudas sobre la validez del Camino.
Cuando empezamos, ¡ya estaba convencido de que este era mi matrimonio espiritual con Cristo! Claro que esta relación debe crecer cada día, como en cualquier matrimonio, pero seguía siendo una correspondencia espiritual que nadie podría separar jamás. Pueden imaginarse mi desconcierto cuando, después de treinta años de camino y tras “revivir” las promesas bautismales, se nos anunció un paso adicional del que nunca se había oído hablar: el "Matrimonio Espiritual". De inmediato pensé: ¿Hemos vuelto al punto de partida?
En este paso, no escuché nada nuevo, no me aportó nada… y después el mismísimo Kiko me expulsó de la comunidad y del Camino. La expulsión vino de Kiko, no de otros kikotistas que, cabría suponer, no mueven ficha sin el conocimiento de los iniciadores.
La “razón” del “destierro” de la senda de los elegidos fue que podía confundir y subvertir a los hermanos con mis cuestionamientos, por ejemplo, sobre por qué necesitábamos kikotistas tras acabar el Camino o el motivo de la obediencia ciega -siendo ya cristianos adultos capaces de discernir por nosotros mismos-, además de mis reiteradas negativas a ir a las misiones en las plazas y otras iniciativas similares que en cualquier otro grupo de la Iglesia son opcionales, mientras que en el Camino todo se vuelve "obligatorio", y si no lo haces, tienes que dar cuenta y hacer penitencia, porque has incurrido en “pecado grave”.
Preguntas para neocaminantes:
1) Si la Eucaristía del sábado por la tarde está abierta a todos, ¿cómo puede Kiko negarme el acceso?
2) En el matrimonio espiritual -invento no aprobado que busca el compromiso de por vida de los hermanos con la comunidad-, a cada uno se le pregunta si hay alguien en la comunidad a quien no soporta, y si a partir de ese momento está dispuesto a cuidar -hasta dar la vida- incluso de aquellos que "no le gustan", entonces, ¿por qué no se ha interesado ninguno de “mis hermanos” en mi caso? ¿Cómo se puede renovar el matrimonio con Cristo en la basílica de las bodas de Caná, seguido de una catequesis sobre la indisolubilidad del matrimonio que se trata de equiparar al hecho de que la comunidad es para siempre y que cada hermano debe cuidar del otro, y luego, por orden de Kiko, uno de ellos es expulsado?
3) Ya que el Camino se identifica con la Iglesia, ¿con qué autoridad me reclama Kiko que no vuelva a sus encuentros?
Quedan muchas preguntas por hacer, pero si aún conservan la capacidad de razonar y el inestimable poder del libre pensamiento, serán ustedes quienes se las formulen y también se las hagan a sus kikotistas, quienes los enviarán pronto adonde yo estoy. ¡Bienvenidos al mundo de la libertad!

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