martes, 25 de noviembre de 2025

Padre nuestro - parte 2 (XIII)

 


«MONICIÓN AL CANTO DESPUÉS DEL PRIMER SALMO

Cantemos ahora el salmo 34: "Bendeciré al Señor en todo tiempo". Dice S. Pablo: "Ya comáis, ya bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios".

El salmista continúa: "Yo me glorío en el Señor; ¡lo escuchen los humildes, los pobres, los que sufren en el mundo, y se alegren conmigo!" Si sólo hubiese este mundo, si no existiese el cielo, si no existiese Dios, sería injusta, triste y absurda la vida de los pobres, de los que no tienen dinero, de los que no tiene belleza, de los que no tienen nada, de los que tienen una vida de miseria, que han nacido cojos, subnormales, feos».

Mejor aclaro una cosa, por más que tendría que ser obvia para cualquiera que se diga cristiano: el que exista el cielo no convierte en justos ni a quien pasa necesidad ni a quien acapara y no reparte. “Tener una vida de miseria” no es garantía de salvación, ni ser de la élite privilegiada implica condenación automática. Kiko debería echar un ojo a la doctrina social de la Iglesia.

«Por eso dice el salmista: "Que me escuchen y se alegren todos los que ahora están siendo humillados en el mundo porque tienen lepra o porque son pobres o porque son viejos: ¡Dios existe!"».

Falso. El texto entrecomillado solo lo dice Kiko y lo repiten sus loros. Lo que dice el salmo 34 es: «en Yahveh mi alma se gloría, ¡óiganlo los humildes y se alegren!». No menciona a los humillados, leprosos, pobres ni viejos, que pueden serlo sin tener ni una pizca de humildad; solo se dirige a los humildes, sin importar si son humillados o ensalzados, leprosos o sanos, pobres o ricos, viejos o jóvenes. Ya he mencionado que Kiko miente muchas veces sobre la Palabra de la Biblia.

«El salmista dice esto porque lo ha experimentado, porque ha tenido de ello una experiencia real, verdadera. Los salmos no hablan de Dios haciendo disquisiciones teóricas sobre Él, sino siempre partiendo de los hechos de la vida».

Lo que el salmista, David, ha experimentado es que, en un momento en que su vida peligraba, se ha hecho el loco y la estratagema ha funcionado y ha quedado libre de sus enemigos. Y tiene el buen criterio de no enorgullecerse de su astucia, sino que agradece a Dios haber escapado.

«Dice el salmista: "!Cantad conmigo al Señor, porque le he buscado, le he llamado, he gritado a Él, y me ha respondido!" ¿Y por qué le ha llamado al Señor? Porque tenía un sufrimiento tal que ya no podía más. ¿Y por qué ha visto que Dios existe? Porque le ha librado de esa angustia horrible en la que se encontraba. El salmista dice que Dios existe, que es bueno, porque ha venido a socorrerle en el sufrimiento.

Dios es Aquel que interviene en nuestra vida, que viene en nuestra ayuda. Por eso dice el salmista: "¡Gustad y ved qué bueno es el Señor! ¡Muchas son las pruebas que le esperan al justo, mas de todas le libra el Señor!"».

Por supuesto, Kiko no tiene delante el texto auténtico del salmo, sino la versión poco rigurosa del kikirikanto. El verdadero texto del versículo que cita dice: «Muchas son las desgracias del justo, pero de todas le libera Yahveh». La palabra prueba se puede interpretar como tentación, pero David no se refiere a eso, él habla de desdichas, de problemas de otra índole. Por eso, lo que sigue a continuación distorsiona en lugar de centrar el salmo.

«Las pruebas y las dificultades llegan a nuestra vida como a oleadas; nos asedian tentaciones afectivas, sexuales, de orgullo, dificultades con los hijos, problemas en el matrimonio, sufrimientos de todo tipo. Pero el Señor está siempre dispuesto a ayudarnos, a luchar a favor nuestro, a librarnos, de manera que podamos conocerle más profundamente. "¡Muchas son las pruebas que le esperan al justo, mas de todas le libra el Señor!" Hermanos, las pruebas nos son necesarias para que experimentemos existencialmente que Dios existe. Cuando en tu vida llega la prueba, el sufrimiento, la tentación, un problema con un hijo, una dificultad con tu mujer que ha entrado en crisis, grítale al Señor; vete solo a una capilla, levántate por la noche, y grita con fe desde lo profundo de tu corazón: "¡Señor, sálvame, ayúdame!" Verás cómo el Señor oirá tu grito, verás cómo esa dificultad que te parecía insuperable se solucionará. "¡Los justos gritan y el Señor les escucha y los libra de todas sus angustias!"».

Hago notar que David exulta después de haber sido ayudado. Porque si los neocatecúmenos solo claman a Dios cuando truena, ¿en que se diferencian de los paganos que rezan para que llueva o deje de llover?

«El ángel del Señor acampa en torno a aquellos que le temen, y les salva. Cada uno de nosotros tiene un ángel de la guarda enviado por Dios para protegernos, si tenemos temor de Dios que es el principio de la sabiduría, si tenemos temor de pecar. ¡Es triste la vida del hombre que piensa que sólo existe lo que él ve! Pero nosotros sabemos que la vida no es un juego, una casualidad, un absurdo; a nosotros el Señor nos ha dado la clave del sentido de la vida, por eso tenemos que bendecirle en todo tiempo, porque nos ama, porque nos libra de todo miedo».

No, ni por asomo. La clave está en la Iglesia y en quienes son hijos de ella, no en un grupo al margen.

 

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