martes, 11 de noviembre de 2025

No quedará piedra sobre piedra

 


En este blog ha se ha comentado el tema de lo caros que son los viajecitos obligatorios que hay durante el itinerario neocatecumenal que no lleva a ninguna parte.

Y se ha explicado que el exceso de precio se debe a que hay que pagar el viaje y la estancia de todo el equipo de kikotistas más los presuntos regalos que se reciben en el lugar de destino. Sin olvidar el asunto de las viandas y bebidas que los turistas neocatecumenales introducen de contrabando en la domus cuando la visitan.

Pues hay un gasto más. Uno que me parece que no se ha comentado hasta ahora por la simple razón de que lo había olvidado.

Se trata del ladrillo.

¿Qué ladrillo?

El ladrillo de vulgar cemento grabado que se ubica en algún punto exterior de la domus Galilaeae.

Cuando arrancó la historia de edificar una casa en Israel, todas las comunidades fueron invitadas a participar en los gastos. A las que iban más avanzadas en el adoctrinamiento kikil se les dio impuesta la cuota que les tocaba apoquinar. Poca cosa, un milloncejo de pesetas de las de entonces a pagar entre todos, pero se les vendía que a cambio tendrían un tesoro en el cielo y además se recordaría su generosidad con un ladrillo en la domus en el que se grabaría el nombre de cada uno de los neocatecúmenos benefactores del proyecto.

Luego, sea porque había espacio de sobra o por cobrar un poco más, la posibilidad de tener un ladrillo grabado con el nombre de la comunidad y la lista de hermanos alcanzó incluso a comunidades que poco habían participado en la edificación de la domus.

Pero tampoco es que se ofreciese a los hermanos la posibilidad de pagar un poco más por tener allí un ladrillo o bien ahorrar un poco en los gastos del viaje y quedarse sin ladrillo. Ya se sabe que el Camino no es una democracia, los kikotistas son quienes encargan el ladrillo y suben el precio del viajecito para pagar el capricho. Eso es todo.

Allí, en algún lugar de ese pasillo, está mi nombre, pese a que, como dice Ascen, una comunidad no es una organización y el CNC no es una asociación, por lo que, en resumidas cuentas, resulta que yo jamás he pertenecido a comunidad alguna ni mucho menos al Camino.

Está bien saberlo. Soy libre, nunca he sido del CNC.

Por lo demás, vaticino que llegará el día en que de esas paredes enladrilladas no quedará piedra sobre piedra. 

 


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