domingo, 2 de marzo de 2025

Leer antes de entrar en el Camino (VII)

 Siguen las vivencias de Marina sobre la uka que vale 100.

¡Cómo no va a valer 100 si pone al Carmen más alta que los kikonos!

Respecto a la Eucaristía, el mayor sufrimiento lo tenía durante la celebración. La preparación de la uka me fascinaba. Todo era de ensueño: flores, alfombras, cantos; la compañía de los hermanos, la espera del Señor... Pero en los últimos tiempos, la enseñanza religiosa recibida de niña me hizo tomar conciencia de la gravísima situación que estaba viviendo. Como todos los que han recibido enseñanza católica, conozco la importancia del Sacramento de la Eucaristía. La Hostia y el Vino consagrados son el Cuerpo y la Sangre de Cristo. ¡Son todo Cristo!

Por eso, cada vez que se entra en contacto con las especies sagradas se debe prestar la máxima atención. A pesar de todo el cuidado, a pesar de que las hostias están preparadas para que no se fragmenten, el presbítero sabe que al final de cada celebración siempre quedan pequeños trozos de Eucaristía. Por eso, durante la Santa Misa purifica escrupulosamente el cáliz y la patena, buscando los más pequeños fragmentos residuales de Eucaristía, consciente de que son Cristo. Los presbíteros, diáconos y aquellos autorizados a acceder al Sagrario están preparados para que no subestimar nunca el significado del Pan y del Vino consagrados.

Estas nociones, fundamentales para todo católico, me llevaron a tener serias dudas sobre la bondad de las acciones con que los neocatecúmenos tratan las especies eucarísticas. Por ello, cuento mi experiencia personal, para que pueda ser de utilidad a quienes tienen competencias sobre el tema.

El pan - En las celebraciones del Camino solo se consagra pan sin levadura, preparado por los miembros de la comunidad. Quienes tienen este rol se llaman "ostiarios". El pan tiene la forma y el tamaño de una focaccia. En él deberá grabarse una gran cruz (la de Cristo) rodeada de cruces pequeñas (que representen nuestras cruces personales). Hoy sé que el pan (a diferencia de las hostias) se descompone mucho más despacio y por eso, después de la Comunión, permanecía en nosotros durante mucho más tiempo. Pensando en esto no deberíamos haber fumado o comido... pero se hacía nada más terminar el baile.

Cuando se partía el pan, siempre caían fragmentos sobre el corporal (si éste había sido colocado sobre la mesa). A menudo algunos fragmentos caían sobre la mesa o el suelo (sobre las alfombras). Quien recibía el Pan colocaba sus manos en forma de cruz, con la izquierda sobre la derecha, para formar un trono para Cristo Eucaristía. Las porciones de pan variaban de tamaño en función del número de participantes. Podías recibir un trozo de pan muy pequeño o tan grande como la palma de la mano. Se repartían todas las piezas porque no se hace reserva. Muchas veces, al momento de “comer” el pan, dado su tamaño, nos veíamos obligados a morderlo. Era natural que de esta manera se crearan fragmentos que intentábamos no dispersar.

Mi esposo, que es el Ministro Extraordinario de la Eucaristía, ayudaba en la distribución. Varias veces se vio obligado a llamar la atención de quienes recibían a Jesús, sentados en una actitud inapropiada o, peor aún, a quienes recibían el Cuerpo de Cristo mascando chicle. Estos episodios hacen comprender la poca conciencia que teníamos de lo que hacíamos. Cuando alguien intentaba corregir a un hermano que recibía el pan consagrado con poco respeto, era reprendido porque había que tener paciencia, especialmente con aquellos que llevaban poco tiempo en el Camino.

Mientras se esperaba para comer el Pan todos juntos, muchos (sobre todo entre los jóvenes) cuchicheaban o (incluso) bromeaban con la Eucaristía en la mano. Yo no podía hacer nada más que pedir silencio. A veces, mientras esperábamos con el Cuerpo de Cristo en la mano, nos deteníamos a observarlo, y no eran raros los comentarios sobre su exceso de cocción, su dureza o el hecho de que estuviese crudo.

Como ya se mencionó, comíamos el Pan todos al mismo tiempo, tanto si se había recibido uno, dos o incluso tres trozos de Pan y tenía dificultades para consumirlo al ritmo de los demás, porque inmediatamente a continuación pasaba el ministro con el Cáliz. La Eucaristía se comía ni más ni menos como un trozo de pan en la mesa. ¡Me hacía sentirme terriblemente mal! Una vez consumido el Pan consagrado, muchos, permaneciendo sentados, se sacudían los pantalones o la falda... Con inmenso dolor pienso hoy en la posibilidad de que algún fragmento de la Eucaristía cayera al suelo. Las alfombras se limpiaban muy de vez en cuando. Eran golpeadas o aspirados por algún hermano con disponibilidad pero, dada la probabilidad de que todavía hubiese sobre ellas fragmentos de Pan, ¿qué pasó con ellos? Pensando en el baile final alrededor de la mesa, me pregunto: "Si hubiera habido fragmentos eucarísticos en el suelo, ¿qué significado podría tener ese baile? ¿Por qué toda esa alegría? ¿Quizás porque se pisoteaba a Cristo?".

Una querida hermana mía (A.Mn.), ministra extraordinaria, después de una celebración eucarística, desconcertada, vino a contarme un episodio que le había sucedido momentos antes. Un hombre, marido de una de nuestras hermanas, pero no perteneciente al Camino, había guardado el Pan Eucarístico en el bolsillo de su chaqueta. Ella vio este gesto y, tan pronto como terminó la uka, se lo contó al celebrante. Él respondió: "Ocúpate tú...". Ella se acercó a aquel hombre y le dijo: "Hermano, dame el pan que tienes en el bolsillo. Ese es Jesús. Lo comeré yo". Él se lo dio y ella lo "consumió".

Otra hermana (A.Mg.) me contó que poco antes de abandonar el Camino, durante una Celebración Eucarística en la que participábamos juntas, mientras esperábamos consumir el Pan que estaba en nuestras manos, se escuchó un ruido fuera, como un accidente automovilístico. Algunos hermanos, temiendo que su coche hubiera estado involucrado, corrieron a comprobarlo. Uno, en las prisas por salir, se metió el pan consagrado en el bolsillo. ¡Qué poco respeto por la Eucaristía hay en algunos caminos!

El Vino - Después del Cuerpo de Cristo, llegó el momento de la Sangre. El presbítero pasaba entre los asientos con el cáliz de Vino consagrado. Al inicio del Camino los kikotistas nos sugirieron que a la hora de beber del cáliz tomáramos un "buen sorbo". ¡Solo hoy comprendo el gran error que fue ese! Pienso en lo que significa beber la Especie Sagrada casi como beber una bebida común. Este pensamiento mío está respaldado por la experiencia que tuve en mi comunidad. Parecía que algunos hermanos y hermanas bebían varios sorbos y se situaban en lugares estratégicos, esperando que el vino no se acabara en la primera ronda, para poder tomar más. Muchas veces sentí un gran dolor al ver a un hermano que claramente intentaba tener más.

Confieso que a veces yo también esperaba que el presbítero, o quien le ayudaba, volviera con el Vino: éste, en efecto, era agradable de beber. Algunos hermanos, siguiendo los consejos de los kikotistas y presbíteros del Camino, bebían el Vino Sagrado a grandes tragos y en ocasiones ocurría que derramaban un poco sobre sus ropas. En una ocasión vi a un hermano que sin darse cuenta tomó el cáliz y derramó un poco del Vino Sagrado en el suelo. No recuerdo si cayó sobre la alfombra o sobre el suelo. Solo recuerdo que los ostiarios fueron a absorber el Vino con los purificadores.

Después de recibir la Comunión no se purificaba el Cáliz ni la Patena, que eran colocados en un rincón del salón y, acabada la celebración, eran limpiados por el presbítero, los ministros extraordinarios o un responsable.

En el Camino, los signos sensibles son fundamentales. Por esta razón, recibir la Comunión tenía que ser un acto físicamente relevante. Había que sentir y masticar el pan en la boca. Había que gustar el vino. Por eso las "misas de domingo" nos parecían aburridas: ¡no sentíamos nada! Comparadas con nuestros Panes ázimos, las Hostias eran inconsistentes. La concreción física de todo nos llevó a ver el Camino como la verdadera, única Iglesia, porque solo allí "sentíamos emociones".

2 comentarios:

  1. Recuerdo que en mi tiempo en el camino, entre el 2018 y 2020 siempre que volvía de la eucaristía de los sábados me lavaba los dientes y me tragaba todo incluido la pasta de dientes para no escupir ni dejar ningún resto de Cristo en mi boca y por si acaso quedaba algo no escupirlo. La Misa Tradicional le da mil vueltas, tanto en liturgia, música, decoración, sermón, ambiente, y lo más importante: ortodoxa y sin riesgos.
    Mi opinión, sin decir nada malo del camino

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    Respuestas
    1. ¿No te lavabas también las manos y te bebías el agua del lavado?
      Es que no me parece coherente una cosa sin la otra.

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Antes de comentar, recuerda que tú eres el último y el peor de todos, y que el otro es Cristo.