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¡A ver qué santo vale más que la de kategoría superior! |
Tiempos del año litúrgico (Marina)
En el Camino jamás se conmemora a un santo. Tales fiestas y también las patronales eran vistas como un claro ejemplo de "fe natural y devocionismo", pariente cercano del clericalismo y el moralismo, que son defectos gravísimos en el Camino.
Nunca hicimos adoración eucarística y mucho menos las "Cuarenta horas". Las procesiones no forman parte de la cultura neocatecumenal, salvo el domingo de ramos y siempre a condición de que los únicos que llevaran palmas fuesen quienes dispusieran los kikotistas.
Nunca fuimos animados a participar en una reunión o evento de carácter diocesano. Solo el Padre Enrico nos invitaba a participar en la procesión del Corpus Christi, pero eran prioritarios los compromisos de la comunidad. La Semana Santa tenía que vivirse en comunidad, no se admitía ninguna otra alternativa, era anatema el mero pensamiento de irse al pueblo natal y vivir la Semana Santa de los religiosos de misa de 12.
Semana Santa, Navidad, Domingo de Ramos... son tiempos para vivir en la propia parroquia. ¡Pero el neocatecúmeno vive toda su vida religiosa en su comunidad! Naturalmente esos domingos no íbamos a misa, porque la noche anterior habíamos participado en la celebración comunitaria. La procesión que precede a la misa del Domingo de Ramos, en las parroquias que acogen comunidades neocatecumenales, se organiza de manera que quienes han pasado la redditio porten una gran palma que luego se coloca en el balcón de la casa, para que quien lo vea entendiera que en esa casa vive un cristiano. Quien porta estas palmas tienen el privilegio de situarse en los primeros bancos, los que llevan ramas de olivo han de quedarse detrás.
El Jueves Santo se dedica exclusivamente al lavatorio de pies. El responsable (precedido por el presbítero, si lo hay) lava los pies de todos los miembros de la comunidad como signo de que es servidor de todos. Cuando él termina, todos son invitados a repetir el gesto y lavar los pies a los hermanos con quienes deben reconciliarse. Esto da lugar a muchos cotilleos y suposiciones sobre los motivos para que tal haya lavado a cuál.
La "misa de la última cena" no se celebra y quien quería participar en la misa en la parroquia, debía terminar a tiempo para llegar al lavatorio de la comunidad que, dada la hora tardía a que empezaba, terminaba alrededor de las 23.30 horas. Nunca los kikotistas nos invitaron a participar en la "Celebración in Cena Domini", un evento importante para toda la Iglesia.
El padre D.C. Me contó que cuando era párroco en Massa Annunziato, tuvo que obligar a las comunidades del Camino a participar en la misa "in Cena Domini", antes del lavatorio neocomunal. La discusión fue acalorada. Durante mi pertenencia al Camino nunca viví el Jueves Santo como los demás fieles. Antes del lavatorio, buscaba desesperadamente una iglesia cercana a mi comunidad, para conciliar horario de trabajo, de misa y de lavado de pies. Durante muchos años no pude asistir a la Misa "in Cena Domini".
El Viernes Santo no ayunamos como los fieles cristianos. De hecho, la gente ayuna solo a última hora de la tarde, y precisamente a partir de salir de la Adoración de la Cruz. Se nos explicó que en el Evangelio está escrito que "cuando se lleven al Esposo, ¡ayunarán!". En la práctica, el ayuno se traslada al Sábado Santo. El viernes por la tarde se proclama el Evangelio de la Pasión y luego se realiza la Adoración de la Cruz.
Nunca se habla del "Vía Crucis" y nunca se hace. Se nos explicó que el significado de la Adoración de la Cruz (besar el crucifijo) era aceptar y querer nuestra cruz, es decir, todo lo que nos duele (en particular las personas que nos hacen sufrir). Después de la adoración se regresa a casa en silencio. Este ambiente triste da sensación de duelo y nos hacía pensar que en la Iglesia esto no se vive adecuadamente.
El Sábado Santo es día de ayuno y silencio. La abstinencia de alimentos es muy estricta: nada sólido, solo líquidos [Hay quienes preparan grandes jarras de leche merengada para pasar el día]. Era estupendo si los más débiles se sentían enfermos y decaídos. Por la mañana se arregla la sala para la vigilia, al margen de la preparación de la parroquia, en la que no se colabora en nada. Es precepto kikil que haya muchas flores. También se prepara el "Pozo de Jacob". El agua de este "pozo", utilizada para los bautismos y otros ritos de la vigilia, al terminar es arrojada a la calle o al desagüe del patio interior.
Junto a la sede del presidente, se situa una silla que debe permanecer vacía. Sobre ella descansa una rosa. Esa silla es para el "Invitado", ya que esa noche tiene lugar el "paso de la muerte a la vida" y el "retorno glorioso de Cristo Resucitado".
La noche de Pascua, los que han concluido el Camino, etiquetados como "los que vienen de la gran tribulación", van a la catedral y se presentan ante el obispo revestidos con túnicas blancas. Para los demás, en la sala acondicionada en la parroquia, la vigilia comienza después de marcharse los “religiosos de domingo”, pasada la medianoche, y termina a las 7 o 7:30 de la mañana, y si hay Bautismos puede terminar a las 8:30.
Después de la vigilia se celebra un ágape fraterno (sobre las 9 de la mañana), concertado previamente en algún restaurante. En este ágape se consumen los signos clásicos de la Pascua judía: hierbas amargas, cordero (al horno, con patatas), huevos duros y, para finalizar, un postre elaborado en forma de ladrillo para recordar la esclavitud en Egipto.
El ágape de las comunidades más antiguas incluye leche, miel y dulces, signos de las "delicias de la Tierra Prometida".
Después del día de ayuno, de la noche sin dormir y del suntuoso almuerzo, regresábamos a casa casi inconscientes, ¡pero orgullosos de haberlo superado! Mientras los demás se despertaban para alabar al Resucitado y experimentaban juntos la alegría de la Pascua, nosotros desconectábamos el teléfono para dormir sin ser molestados. Apegada a mis hábitos, confiaba en despertarme para seguir por televisión la bendición "Urbi et orbi". En el Camino esta bendición no tiene importancia, es una superstición de los religiosos naturales.
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