domingo, 16 de febrero de 2025

Leer antes de entrar en el Camino (I)

Rescato un testimonio que antes podía encontrarse en más de una página web desaparecida de un día para otro.

Mi nombre es Marina, soy austriaca y estoy casada con Concetto. Tenemos tres hijos: Raffi, Eli y Alfredo.

Conocí el "movimiento neocatecumenal" o "Camino Neocatecumenal" a través de mi profesión de fisioterapeuta. Fue la madre de una niña a la que traté quien me lo presentó como una “realidad de la Iglesia” [¿Es que los demás grupos son imaginarios?].

Acepté la invitación para participar en los “encuentros” [Quizá sería más correcto decir “participar en la realidad de unas sesiones de monólogos” que hacen pasar por catequesis], porque desde hacía algún tiempo deseaba tener una experiencia religiosa que me pusiera en comunión con otras personas.

Mi marido y yo caminamos durante catorce años y aún hoy, nos afectan las ideas que nos inculcaron en ese grupo, especialmente que "el Camino" es "El" camino a seguir para alcanzar la Salvación. NO hay otro, dicen.

Los discursos martillazos que recibimos nos hicieron perder la conciencia de nuestra libertad y nos llevaron a sentirnos indisolublemente ligados al Camino, convenciéndonos, en nuestro interior, de que pondríamos en riesgo nuestra salvación eterna si lo abandonábamos.

Al principio, sentí que mi deseo se había hecho realidad. Estaba feliz y me sentía "amada" en la comunidad. Todo lo recibía con cierto entusiasmo. La catequesis (aunque muy larga y reiterativa), los hermanos, la Palabra de Dios, la mesa eucarística, las convivencias: todo me daba alegría. Pensé que había encontrado la verdadera Iglesia [la “realidad” de la Iglesia, sin sucedáneos ni imitaciones]. Después del primer paso, mi marido y yo fuimos elegidos responsables; más tarde, en el segundo paso, fuimos nombrados kikotistas, aunque ellos le llaman de otra forma. Mi esposo no estaba tan entusiasmado como yo, pero lo animé y lo arrastré, porque yo tomaba al pie de la letra todo lo que me decían los kikotistas. Poco a poco él también creció en fervor.

 

NUESTRA FAMILIA Y EL CAMINO

En la comunidad todo iba bien, pero en casa aparecieron las primeras nubes en el horizonte.

Por “sugerencia” (sugerencia que no admitía la posibilidad de ser desatendida) de los kikotistas, “quisimos” que nuestros hijos también asistieran al Camino. Me obsesioné con ello: ¡no podía desobedecer a los kikotistas! Porque ellos venían de parte de Dios y su palabra nos descubría la voluntad de Dios para mi familia.

Ante la negativa de nuestros hijos, los kikotistas siguieron sosteniendo que si no venían era por causa nuestra, porque no los animamos lo suficiente y no les dábamos las señales adecuadas. Era nuestro deber transmitirles, sobre todo después de cada paso y convivencia, esas experiencias tan conmovedoras. Resultado: la situación en la familia se volvió cada vez más insoportable.

Sufrimientos continuos, incomprensiones, desconfianzas, acusaciones y amenazas estaban a la orden del día. Después de un tiempo convencimos a Elisa y Rafi para que entraran en el Camino. Rafi lo dejó inmediatamente después del segundo paso, mientras que Eli no quiso volver después de que los kikotistas la humillaran enormemente en el primer escruticidio.

Ahora es obvio que quienes actuaron mal fueron los kikotistas, pero a partir de entonces comencé a relacionar cada problema como consecuencia del abandono de la comunidad.

Otra causa de sufrimiento para nosotros fue saber que el novio de Rafi no era miembro del Camino. Los kikotistas eran categóricos al respecto, nos decían sin descanso: "Es muy importante que el matrimonio sea con otra persona del Camino, incluso indispensable para formar una verdadera familia cristiana". Si el novio de Rafi hubiera entrado en la comunidad, ambos habrían tenido que iniciar el Camino juntos. De hecho, cuando una persona se comprometía o se casaba, debía empezar de nuevo el Camino, junto con su pareja, sin importar la etapa alcanzada.

Durante años llevamos estas cargas sin darnos cuenta de que, debido a las exigencias de los kikotistas, nuestra familia, en lugar de unirse en el amor en Cristo, se desmoronaba por todos lados.

Durante catorce años no pudimos pasar una noche de sábado con nuestros hijos, que dejábamos abandonados a sí mismos y de cuya compañía nos privábamos a causa de la ley de la comunidad. ¡Nunca un paseo juntos! ¡Nunca una velada con familiares o en una pizzería! Hoy son adultos y no nos perdonan el haber sido abandonados cuando deberíamos haber estado más cerca de ellos que en cualquier otro período de su vida. Todos los sábados noche íbamos a la uka y regresábamos tarde.

Al día siguiente, después de invitarles de manera opresiva a rezar Laudes, nos consideramos libres de cualquier compromiso con ellos y los dejábamos ir solos a la misa parroquial de los religiosos naturales.

El domingo que tocaba nos íbamos a la convivencia de sillas voladoras, mientras ellos se iban a visitar a amigos o familiares porque se sentían solos. Recuerdo algunos domingos que pasamos juntos y en paz, como debe suceder en toda familia. Nuestros hijos siempre nos han acusado de esto. A sus acusaciones respondíamos que el Camino era más importante que cualquier otro compromiso, ya fuera familiar o religioso. De hecho, “invitados” a actuar así como “signo” para esta generación incrédula, tuvimos que anteponer los compromisos del Camino a cualquier otra cosa: cumpleaños de los hijos, compromisos familiares, representaciones escolares o fiestas patronales. Si cualquiera de estos eventos coincidía con una reunión comunitaria, no había opción: ¡El “señor” pedía prioridad absoluta! No se debía faltar a reuniones “importantes” como las “convivencias regionales” ni siquiera por motivos graves, como problemas laborales, familiares o de salud. Nuestro único interés debía ser participar en la vida de la comunidad.

Cuando hicimos la reditito, una hermana de nuestra comunidad no pudo ir poque su madre tuvo un ictus unos días antes. La siguiente vez que los kikotistas vieron a esta hermana la acusaron de apego al dinero, porque lo que tendría que haber hecho, según ellos, es contratar a una enfermera que cuidara de su madre para así poder ir a la convivencia. Ella rompió a llorar, pero esto no sirvió de nada: por supuesto, la obligaron a ir juntarse con otra comunidad para hacer esa convivencia.

Otra hermana, que tras décadas de vivir para la comunidad había llegado al final de la etapa de la "elección", el viaje a Tierra Santa, pidió a los kikotistas retrasar un día su viaje a Israel, porque su hija se casaba precisamente en el día previsto para la salida. Los kikotistas se opusieron. Esta hermana tenía que elegir: ir a la boda de su hija o viajar a Israel.

Estos episodios nos hicieron comprender cómo hay que cambiar para ser parte del Camino. Pero en lugar de espantarnos, quedamos convencidos de que "nada hace tanto por la Salvación como el Camino"...

Fuente

9 comentarios:

  1. No me extraña para nada. Es un clásico caso de descomposición familia gracias a las terquedades del CNC. En todos lados es la misma cosa.

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  2. Siguiento el tema de la entrada anterior.

    Yo junto con mi esposa eramos corresponsables, de repente cuando lego covid y se nos invito a comulgar en casas, yo me opuse duramente, en frente de toda la co,unidad, durante un encuentro de segundo escrutinio.

    Solamente dije que recibir la Sagrada Eucarestia en casas iba contra la iglesia catolica. De repente, aquella misma noche, el kikokista organizo una eleccion de responsables... Anteriormente yo era el mas votado porque decian que yo iba a ser catequista y la fregada. pero despues de haber hablado con la verdad nadie me voto', todos me hecharon las espaldas.

    Eso quiso decir que la comunidad prefirio' seguir en las tinieblas y rechasaron la verdad.

    Alli fue cuando me sali de esta secta.

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    1. Eucaristias en casas no es nada malo. De hecho esta tipificado en el derecho canonico. El problema son los caprichos kikotistas de los patas negras que no aceptan nada fuera de su estrecha mente. Al catolico conocedor lo tratan de neofito.

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    2. Una cosa es celebrar una misa en una casa y otra muy diferente es llevarse la comunión para consumirla en casa. Me daba la impresión de que anónimo Texas se refería a lo segundo, no a lo primero, entre otras cosas porque ya me contarás, en la pandemia, cómo iban a juntarse para una misa.

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    3. De hecho, me refiero a cuando llevavan la comunion casa por casa para que la "cabeza" de la casa la diera a su familia.

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    4. En el Catolicismo hay que ser ministro extraordinario de la comunión para poder darla... pero el kikismo es otra cosa, claro.

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    5. Eso si es aberrante y hasta causa de excomunion, no se puede llevar la comunion excepto a enfermos y por ministros claramente nombrados para ello. Gracias por aclarar Texas

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  3. En la pandemia se llevó la Eucaristía a las casas, al menos en mi zona. Es más, dejaban al Señor en el buzón, metido en un sobre blanco o bajaba el cabeza de familia a la puerta a recogerlo del presbikiko. Lo tuvieron (mi casa se negó) en casa hasta la noche de Pascua donde prepararon todo el altar y lo tomsron tras la Vigilia por zoom. Un escándalo para nosotros.
    Será lo que Dios quiera, pero tanto que pedían la muerte del Papa Benedicto para hacer sus akelarres, si muriera el Papa Francisco y viniera un Papa más tradicional, estos irían a la calle. Juntando que Kiko está muy mal ya. No puede haber tanto mal durante tanto tiempo, hemos sufrido mucho, nos merecemos ver cómo caen por usar a Dios.

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  4. Con respecto al testimonio de blog, al parecer las personas se volvieron fanáticos religiosos. Según lo narrado ahí mismo es la esposa que se impuso así misma todas esas cargas y al parecer sus hijos no obedecían para nada. Los kikotistas influyen psicológicamente con toda su perorata y uno se vuelve fanático del cnc.

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