Tanto que aseguran los neocatecumenales abducidos que Carmen era una gran intelectual con un cerebro privilegiado y no sé cuantas cosas más sobre su sapiencia, pues resulta que en el argumento carmelitano que lo que vale es la vivencia, no la razón.
Dice ella que para quien no ha pasado por la experiencia que se narra, tanto la letra escrita como proclamada (y por lo tanto transformada en palabra) solo es un entretenimiento intelectual incapaz de provocar una reacción visceral en quien lee o en quien escucha. Es decir, sin la experiencia personal, solo hay Escritura, de modo que la narración del mar haciendo muralla a uno y otro lado para que el pueblo pase a pie enjuto solo es eso, una narración, una historia curiosa, algo que se mira desde fuera porque no tiene nada que ver con la vida real del que escucha. Y si el oyente no ha muerto ni resucitado, las peripecias de Jesús solo son peripecias entretenidas sin ninguna relación con la vida personal de quien escucha.
Eso sostiene Carmen.
Pero mira tú por donde, en el momento en que el que escucha se monte una película en la que él, personalmente él, estaba en una situación de vida o muerte, angustiosa, atrapado por las circunstancias, los imponderables y el otro, que es el enemigo que te destruye, y de repente se produjo un vuelco en los acontecimientos y escapó indemne, entonces, según Carmen, la escritura para esa persona se hace carne y se convierte en palabra de Dios en su vida.
La clave, para ella, es que solo es palabra de Dios lo que cada quien aterriza en su vida, sin atender, ni considerar la recta interpretación que solo da la Iglesia.
Lo que el kikismo quiere que quede claro es que la Palabra no es algo aprendido ni racional, sino algo experimentado sin el menor esfuerzo por parte del oyente. Nada de procurar tener una vida virtuosa, que eso es para moralistas que lo pasan todo por la razón y pretenden vencer los vicios para agradar a Dios, lo que hay que hacer es reconocer ser los últimos y los peores de todos, abrirse en canal y contar los pecados ante la comunidad y dejar que la letra muerta de la escritura se convierta magikikamente en carne gloriosa.
Por eso grita Kiko: «LA ESCRITURA, SIN UN PUEBLO QUE ES TESTIMONIO DE ELLA, ES LETRA MUERTA».
Por eso dice Carmen: «la gente entra en la Palabra a través de las celebraciones, cuando la Palabra se hace acontecimiento y el Espíritu actúa. Es decir, los acontecimientos que para Israel son la Palabra, no están contenidos en los escritos».
Y agrega: «LA PALABRA DE DIOS, QUE ES LA QUE INTERVIENE, EL ACONTECIMIENTO, LA ACCIÓN DE DIOS, PRECEDE A LA ESCRITURA».
Entiende bien cómo deforman la realidad para que sirva a sus propósitos coercitivos:
La escritura es letra muerta, cuentitos para beatos, dicen, un intento de contener el mar en un vaso. Porque lo que vale, lo que es Palabra de Dios, es la vivencia, que no puede ser contenida en un texto y que solo se puede recibir “gratis” en el CNC, porque a los que se van se los carga en Faraón y su ejército.
En palabras de Carmen: «El libro [se refiere a la biblia] no es lo importante, por más que se empeñe la Iglesia. Porque lo escrito es menos que la vida. Es en la asamblea donde el libro cobra vida».
Y el colmo es cuando Carmen proclama: «Israel no es una escritura, sino una palabra de Dios, un evento viviente». De los apóstoles no lo dice, de ninguno de ellos, de la Iglesia, tampoco, solo lo dice de Israel.
Menuda vista.