La Comunión de Rodillas y en la boca: ¿un asunto de memoria histórica o de fe?
Por Javier Luis Candelario Diéguez, Presidente Una Voce Cuba
Se ha vuelto frecuente, en no pocas iglesias y diócesis, la tristísima imagen representada por un sacerdote que niega la recepción de la Sagrada Comunión, a aquellos fieles católicos, que bien dispuestos, sin impedimento alguno y en total coherencia de fe y amor, deciden hacerlo de rodillas y en la boca, cual siempre fue, y movidos, sin lugar a dudas, a partir del ejemplo inequívoco del Santo Padre, que ha decidido recuperar esta practica multisecular, y que les ha hecho caer en la cuenta de ante Dios no cabe otra actitud.
Finalmente, la trágica escena termina, con la humillación del comulgante; frente al resto de la comunidad, quien no solo ha sido abusado al retirársele un derecho que le asiste, sino que además es violentado, por un ministro que ardiendo enfebrecido, le increpa descompuesto una sarta de insultos y amenazas, descargando así sobre esta alma toda su ira como castigo. Su pecado es evidente; ha amado mucho a Dios.
¿Es esto normal? ¿Qué está sucediendo? ¿Cómo ciertos sacerdotes y obispos van a reprimir a quienes no desean otra cosa que ser consecuentes con su fe? ¿En nombre de quien actúan y a quien sirven? ¡Qué contradicciones tiene la vida! ¿Los herejes de ayer, cómo se han podido volver los maestros de hoy? No miento; conozcamos los postulados de los enemigos de nuestra Fe Católica:
Para Martín Lutero y sus seguidores, el culto divino había de consistir principalmente en la prédica como medio de instrucción y edificación, mezclado con oraciones e himnos. Recibir la Santa Comunión era sólo un episodio secundario. Lutero todavía mantenía la presencia de Cristo en el pan en el momento de su recepción, pero negaba firmemente el Sacrificio de la Misa. Lutero había comprendido muy bien que la Misa es el corazón; el alma de la Iglesia. Por ello decía: "Destruyamos la Misa y destruiremos el Papado". Su desprecio por el Sacrificio de la Cruz era tal que llevó a escribir: "Afirmo, que todos los lupanares, los homicidios, los robos, los adulterios son menos malos que esta abominable Misa.” “La Misa podrá ser un sacrificio de alabanza, es decir un acto de loor, de acción de gracias, pero ciertamente no un sacrificio expiatorio que renueva el Sacrificio de la Cruz y lo aplica.”
La forma de la liturgia, oraciones, ritos, ornamentos y vasos sagrados eran para Lutero «cosa vana y externa», son adiaphora, ni mandadas ni vedadas, decía. En sus cartas a Juan Calvino le instruye cómo se ha de proceder, al ser interrogado por este sobre los medios, insiste, en despojar de todo aspecto sagrado a la Eucaristía, para lo cual hay que lograr que la gente deje de arrodillarse, más bien que permanezcan de pie o sentados la mayor parte del tiempo.
Por su lado Zwinglio, Calvino y sus secuaces, quienes desde un primer momento negaron la presencia real en el Santísimo Sacramento, introdujeron ya en el siglo XVI la nefasta y sacrílega practica de la comunión en la mano y de pie. Las mismas comunidades de Calvino en Génova, lo cuentan: “la costumbre de llevarse la comunión de pie es nuestra norma. La gente se para alrededor de la mesa y coje lo elementos con sus propias manos.”
Mientras los Protestantes de tradición Anabaptista y Zwingliana se escandalizan por la Eucaristía. Se repite así el episodio del discurso del “Pan de Vida, que ha bajado del cielo”; en el Evangelio, donde discípulos se alejan de Jesús por una cuestión doctrinal: no creen que puedan comer el Cuerpo del Señor y beber su Sangre. (Cfr. Jn. VI. 48-71)
Durante la “reforma” Protestante Anglicana, Tomás Cranmer se esforzó en eliminar de la Santa Misa todo lo que pudiera hacer creer en una presencia real y corporal de Cristo, como víctima propiciatoria; inmolada y ofrecida. Para ello, en 1549 modificó profundamente el Canon Romano y las rúbricas; una de estas advertía: “El arrodillarse de los fieles debe ser visto como señal de humilde reconocimiento a Dios… y de ningún modo como acto de adoración a la vista del pan y del vino sacramentales”.
Por su parte Richard Hooker declaraba: “El porte exterior, los gestos del comulgante, deben excluir todo supuesto, toda apariencia de idolatría, toda tendencia a ella. Ahora bien, arrodillarse es una señal, un signo exterior de honor y culto y, hasta aquí la adoración del sacramento ha constituido una grave y condenable idolatría. Yo desearía, pues, que las autoridades ordenasen a los comulgantes que se mantuvieran de pie o sentados. Quedarse sentados, a mi parecer, sería lo mejor.”
La lucha contra la comunión de rodillas era para Philippe de Mornay; principal cabecilla de los hugonotes, -nombre dado a los protestantes calvinistas franceses-, “la última piedra a colocar sobre el túmulo bajo el que yace la antigua creencia en la Sagrada Eucaristía”. Sin lugar a dudas que este espíritu protestante se ha colado en la Liturgia Católica, por las grietas de un mal entendido ecumenismo y la supuesta aplicación del espíritu del Concilio Vaticano II. El Papa, en su exhortación apostólica potsinodal: “Sacramentum Caritate” enfatizó la sacralidad de la Sagrada Comunión: “recibid La Eucaristía significa adorar al que recibimos.” (n.66) es la hermenéutica da la continuidad desde San Agustín a Santo Tomas de Aquino: “Nadie como de este pan sin antes adorarlo.” Y “Ha nadie le está permitido tocarte, Señor.”
Algunos sínodos de la comunidad calvinista en Holanda, en los siglos XVI y XVII, establecieron prohibiciones formales para recibir la comunión de rodillas: “Anteriormente la gene podría haberse arrodillado durante la oración [Cena del Señor] y también recibía la comunión de rodillas pero… varios sínodos prohibieron esto para evitar cualquier sugerencia de que el pan era venerado.” (…)
Por su parte la Masonería y el Ocultismo no se han quedado detrás. En el “Epistolario Guaita-Roca Encausse” aparece una carta fechada en 1888, en ella Estanislao Guaita, más conocido como el “Mago Negro” o “Poeta de Satanás” escribe a Pablo Roca excanónico de Persignan y grado 33 de la Masonería; en uno de sus párrafos dice: “Hemos de trabajar activamente para lograr que en los templos romanos se comulgue de pie. El día que lo consigamos, nuestro triunfo estará asegurado.”
En el mismo año Pablo Roca le contesta; y al hacer alusión a dicho párrafo, le comunica: “Estoy totalmente de acuerdo con sus puntos de vista, pero será conveniente pasar a una segunda fase, dando el pan en la mano a esos antropófagos fanáticos.” Al año siguiente Guaita le contesta: “Con estos dos logros el resto caerá como fruta madura, puesto que la Eucaristía es solamente esto: ágape-símbolo de filantropía universal”
Estas últimas palabras son la esencia de la tesis de Calvino; que reducía el Santo Sacrificio de la Misa, negando el carácter sacrificial y propiciatorio de la misma, tan bien expresado por el Concilio de Trento, donde quedó definido dogmáticamente; es decir, para siempre, la doctrina y teología de la Iglesia Católica sobre la Eucaristía. No cabe duda que estas palabras revelan una gran enseñanza…tengamos cuidado, no sea que creyéndonos católicos pensemos y obremos diametralmente opuestos a ello. “El que tanga oídos para oír que oiga…” (Mt XIII. 9) No correspondería más a la verdad de intima realidad de la Santa Hostia consagrada, si los files de hoy en día se postraran en el suelo al recibir la comunión y abrieran sus bocas, como el profeta Ezequiel recibió la palabra de Dios (Ez.2), permitiendo que se nos alimente como niños, ya que la sagrada Comunión es alimento espiritual.
Con el motu proprio: “Summorum Pontificum” y demás acciones litúrgicas, SS Benedicto XVI, ofrece a la Iglesia del presente y del mañana la posibilidad de aprovechar las riquezas de su pasado litúrgico y de reencontrarse nuevamente consigo misma en sus 2000 años de Tradición. En medio del materialismo ambiente la liturgia tradicional aporta el sentido de lo sagrado. De cara al subjetivismo y al egocentrismo, la actitud de adoración. Frente a un naturalismo y un racionalismo que reduce y cierra los horizontes de la humanidad, la liturgia inmemorial abre las puertas a la trascendencia. Santo Tomás de Aquino concluye en su inmortal himno: Adorote devote: “A ti mi corazón totalmente se somete, pues al contemplarte, se siente desfallecer por completo. Se engaña en Ti la vista, el tacto y el gusto. Más tu palabra engendra fe rendida; creo cuanto ha dicho el Hijo de Dios, pues no hay verdad cual la verdad divina…” Entonces: La Comunión de Rodillas y en la boca es: ¿un asunto de memoria histórica o de fe? Yo creo, humildemente, que ambos.
Nosotros, por tanto: ¡Adoremos! ¡Adoremos! ¡Adoremos a Ntro. Señor!
APENDICE
La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos recibió en el pasado algunos informes relativos a que en algunas diócesis se negaba la Sagrada Comunión a algunos fieles cuando, al acercarse a recibirla, se ponen de rodillas en lugar de permanecer de pie. Ante ese lamentable hecho, la Congregación consideró y considera que cualquier negativa de dar la Sagrada Comunión a un miembro de la feligresía, fundada en que se encuentra de rodillas para recibirla, es una grave violación a uno de los derechos más básicos del feligrés cristiano, a saber, el de ser ayudado por sus pastores por medio de los Sacramentos (Código de Derecho Canónico, canon 213).
En vista de la ley que establece que “los ministros sagrados no pueden negar los sacramentos a quienes los pidan de modo oportuno, estén bien dispuestos y no les sea prohibido por el derecho recibirlos” (C. Canónico 843, § 1), NO debe negarse la Sagrada Comunión a ningún católico durante la Santa Misa, excepto en casos que pongan en peligro de grave escándalo a otros creyentes, como el pecador público o la obstinación en la herejía o el cisma, públicamente profesado o declarado. Se niega la comunión a los excomulgados, por propia definición.
Aún en aquellos países donde esta Congregación ha aprobado la legislación local que establece el permanecer de pie como la postura para recibir la Sagrada Comunión, de acuerdo con las adaptaciones permitidas a las Conferencias Episcopales por la Institución Generalis Missalis Romani n. 160, § 2, lo ha hecho con la condición de que a los comulgantes que escojan arrodillarse no les será negada la Sagrada Comunión.
La práctica de arrodillarse para recibir la Sagrada Comunión tiene en su favor una tradición multisecular, y es un signo particularmente expresivo de adoración, completamente apropiado en razón de la verdadera, real y sustancial Presencia de Nuestro Señor Jesucristo bajo las especies consagradas.
Así pues queda claro que no puede negarse la Sagrada Comunión a ningún fiel por el hecho de recibirla de rodillas. Más aún, lo que comenzó siendo permitido (recibirla en pie) se ha convertido en norma.