Hacer preguntas: la clave para protegerse a uno mismo de las sectas destructivas
Dado que a los miembros les han entrenado para evitar los pensamientos negativos
sobre el grupo, las respuestas serán con frecuencia poco concretas.
Entre las tácticas más comunes de los reclutadores figuran el uso de generalidades
indecisas, observaciones evasivas e intentos de cambiar de tema.
Generalizaciones vagas como: «Tratarnos de ayudar a la gente a superar sus
problemas», o «Es sólo una reunión para estudiar juntos la Palabra de Dios»
deben despertar sus sospechas. Los comentarios evasivos del tipo: «Comprendo
que se muestre escéptico; yo también lo fui hasta que conseguí la comprensión»,
o «Ahora no puedes entenderlo, lo entenderás más tarde», también deben
ponerle sobre aviso.
Otra técnica habitual entre los reclutados es cambiar de tema. Cuando,
por ejemplo, usted pregunta si el líder de la secta vive del cuento, le pueden
soltar un larguisimo monólogo acerca de las persecuciones que han sufrido todos
los grandes líderes religiosos del mundo.
Pueden charlatanear acerca de que a Jesús se le acusó de vinculación con
las prostitutas, etc. No entre en el juego y no se deje llevar a un debate
sobre Jesús; a usted lo que le interesa es una respuesta concreta sobre el
líder del grupo. Si el reclutador no le contesta de forma clara, concisa y
directa, puede estar seguro de que algo falta en su respuesta. Existe además
una réplica que ningún reclutador es capaz de contradecir: puede usted dejar de
escucharle y marcharse con toda tranquilidad.
Sobre todo, no olvide que la gran ventaja que tiene sobre el reclutador
es la posibilidad de formularle preguntas directas y profundas. Las que incluyo
a continuación han demostrado ser de las más efectivas:
¿Cuánto tiempo hace que usted (el
reclutador) se dedica a esto? ¿Intenta reclutarme para alguna organización?
A mí me gusta saber de inmediato con quién trato. Una persona que no
lleve más de un año en una secta destructiva es por lo general bastante inexperta.
Es menos probable que mienta, y sus mentiras no resultan tan convincentes como las
de un reclutador más experimentado. Si la persona en cuestión está comprometida
desde hace muchos años, espero que dé respuestas concretas a todas mis
preguntas, y si no es así le espetaré algo como:
«¡Vaya! ¡Es usted un adepto desde hace X años y no sabe la respuesta!».
¿Puede usted decirme los nombres de
todas las organizaciones que dependen de este grupo?
Lo que se pretende descubrir con esto es el nombre de los grupos que
sirven de pantalla.
Incluso aunque su interlocutor le diga que no existen otros nombres, en
algún momento puede usted descubrir que miente. Es su oportunidad para montar
en cólera y marcharse.
¿Quién es el líder supremo? ¿Cuáles son
sus orígenes y cualificaciones? ¿Tiene antecedentes delictivos por alguna
causa?
¿Cuál es la creencia del grupo? ¿Creen
que el fin justifica los medios? ¿Se permite el engaño en ciertos casos?
A la mayor parte de los reclutadores no les gusta dar explicaciones acerca
de sus creencias. Están entrenados para despertar su curiosidad y llevarle a
oír una conferencia o a participar en un encuentro. Saben que dispondrán de una
mejor oportunidad de influirle si le llevan a su propio ambiente. Si el
reclutador no está dispuesto a resumir en ese mismo instante los puntos clave
de las creencias del grupo, puede estar seguro de que le oculta algo.
Desde luego, él puede argumentar que tiene miedo de que usted haga una interpretación
errónea basada en una breve descripción. De todos modos, insista.
Si más tarde descubre que el resumen es una grosera distorsión plagada
de inexactitudes, tiene todo el derecho a enfadarse e irse. Los miembros de la
secta intentarán seguramente convencerle de que se han visto obligados a
mentirle porque la prensa y la televisión le han lavado a usted el cerebro y le
han predispuesto contra ellos, por lo que nunca les hubiera escuchado si le
decían la verdad.
No pase por alto esta racionalización de que «el fin justifica los
medios». Ninguna organización legítima necesita mentir para ayudar a la gente.
¿Qué se espera que hagan los miembros
después de afiliarse? ¿Tengo que abandonar la universidad o el trabajo, donar
mi dinero y propiedades, o apartarme de familiares y amigos que se opongan a mi
adhesión?
Si la persona que le aborda es reclutador de una secta destructiva, le
dirá que no tendrá que hacer prácticamente nada después de su ingreso. Sin
embargo, esta pregunta consigue que la mayor parte de los adeptos se muestren
muy incómodos y a la defensiva. Observe con atención las reacciones no verbales
del reclutador mientras le plantea esta cuestión. Pregúntele qué hacía él antes
de unirse al grupo y qué hace ahora.
¿Existen controversias acerca del
grupo? Si la gente formula críticas, ¿cuáles son las principales objeciones?
Esta pregunta sirve para determinar cuánto sabe la persona o cuánto está
dispuesta a discutir. Si formula la pregunta con toda cortesía y acompañada de
una sonrisa, se sorprenderá de las muchas veces que le contestarán: «Bueno, hay
quien opina que somos una secta y que nos han lavado el cerebro. ¿No le parece
ridículo? ¿Tengo yo pinta de que me hayan lavado el cerebro?». A este, último
punto, suelo responder: «¿Qué pinta tienen las personas a quienes les han
lavado el cerebro?». Por lo general, compruebo que mi interlocutor se siente
muy incómodo, y si continúo insistiendo busca una excusa para marcharse.
¿Cuál es su opinión sobre los ex
miembros de su grupo? ¿Se ha sentado alguna vez a hablar con un ex miembro para
averiguar por qué abandonó el grupo? Si no es así, ¿por qué no lo ha hecho?
¿Impone su grupo restricciones a la comunicación con antiguos miembros?
Esta serie de preguntas es una de las más reveladoras que se pueden
formular a un adepto.
Pese a que algún reclutador experto pueda responder: «Algunos de mis
mejores amigos se han marchado», acabará por descubrir que le ha mentido.
Cuando me dan una respuesta parecida, a mi vez les pregunto: «¿Cuáles son los
motivos concretos que motivaron su marcha?», y «¿Le han dicho si son más
felices ahora que antes de abandonar la secta?». Una vez más, el reclutador no
sabrá qué responder.
Dígame las tres cosas que menos le
gustan del grupo y de su líder
Si tiene la oportunidad de coger desprevenido al adepto y le formula
esta pregunta, le sugiero que observe con cuidado la expresión de su cara. Se quedará
atónito. Cuando por fin responda, probablemente dirá que no puede pensar en
algo que no le guste. Los miembros de una secta, por lo general, dan esta
respuesta con ligeras variantes, porque no están autorizados a formular
críticas.
La pregunta definitiva es si la persona ha tenido tiempo o no para
hablar con antiguos adeptos y leer informaciones críticas a fin de efectuar su
propia valoración.
Si usted ha formulado todas estas preguntas y está razonablemente
convencido de que la persona con la que habla es sincera, y está interesado en
saber más del grupo, le recomiendo que haga aún varias cosas. Puede plantear
las mismas preguntas a otros miembros del grupo y ver si coinciden las respuestas.
Si hay grandes diferencias, puede intentar enfrentarlos a este hecho y observar
cómo reaccionan.
Si no consigue más información sobre el grupo, y todavía está
interesado, asista a una reunión con un amigo de confianza. De esta manera,
tendrá a alguien con quien poder discutir todo lo que vea y oiga. Las sectas destructivas,
por norma, intentarán siempre encontrar algún modo de separarle de su amigo.
Algunos grupos piden a los participantes que se emparejen con personas a quienes
no conocen. No permita que nadie les separe. Insista en permanecer junto a su amigo.
Si le presionan, o si tiene que enfrentarse con los líderes del grupo,
márchese.
Si se ve inmerso en una sesión de adoctrinamiento, póngase de pie y
anuncie que no le agrada que le manipulen y controlen. Cuanto más alto hable,
más rápido le expulsarán
de la habitación. ¿Quién sabe? Tal vez otras personas aprovechen la oportunidad
para marcharse con usted.
Ponerse
uno mismo en una situación peligrosa no vale la pena.