lunes, 24 de diciembre de 2018

Feliz Navidad 2018





«La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.»


FELIZ NAVIDAD 



Felicitación navideña dibujada por el arzobispo de Madrid (del año pasado)


domingo, 23 de diciembre de 2018

Felicitación navideña neocatecumenal



Un lector del blog me hace llegar la “felicitación navideña” que el rector de un RM ha trasladado a todo el personal neocatecumenal.



En realidad, son dos felicitaciones: una específica para los “queridos hermanos responsables” y otra para todo quisque. Pero en ambas se repite machaconamente algo que parece ser de sumo interés para el redactor de la “felicitación”: se percibe cierta avidez por recibir donativos, sean pequeños o grandes.



Claro como no va a estar el señor rector interesado en que nadie se olvide de hacerle llegar su donativo si quiere comprar un terrenito y edificar alguna cosita en el mismo para ¡11 seminaristas! ¡La bomba! ¡Nada menos que 11! Y son 11 gracias a que este año han llegado 5 nuevos procedentes de tres países. Es decir, que antes eran la impactante cifra de 6 (+ 1 que ha sido ordenado) seminaristas. Y claro, tanto seminarista junto no se puede meter en cualquier sitio de alquiler, ¿verdad?

Pues no me explico como es que las familias super-numerosas del Camino, con 8, 9 o más hijos, sí que pueden vivir en un pisito y en cambio una cantidad similar de seminaristas no puede hacerlo y precisa de un lugar especial donde construir algo también especial.

Tal vez habría que preguntarle a este rector qué hacían en la Iglesia primitiva con quienes se preparaban para el sacerdocio, porque no me suena haber leído nunca que hubiese seminarios en esos entonces. Y como ellos dicen ser tan tradicionales…

En fin, que ya estáis todos informados: que quien sepa de un solar por Sevilla, vaya a contarlo al RM que están muy necesitados.

No.Perdón. Disculpadme,que no era eso. Que el mensaje es ¡Feliz Navidad! (pero que no os olvidéis de soltar pasta, que parece ser lo que más le importa a alguno).

viernes, 21 de diciembre de 2018

Control mental. ¿Algo que ver con el Camino Neocatecumenal? (XIV)


Hacer preguntas: la clave para protegerse a uno mismo de las sectas destructivas

Dado que a los miembros les han entrenado para evitar los pensamientos negativos sobre el grupo, las respuestas serán con frecuencia poco concretas.

Entre las tácticas más comunes de los reclutadores figuran el uso de generalidades indecisas, observaciones evasivas e intentos de cambiar de tema. Generalizaciones vagas como: «Tratarnos de ayudar a la gente a superar sus problemas», o «Es sólo una reunión para estudiar juntos la Palabra de Dios» deben despertar sus sospechas. Los comentarios evasivos del tipo: «Comprendo que se muestre escéptico; yo también lo fui hasta que conseguí la comprensión», o «Ahora no puedes entenderlo, lo entenderás más tarde», también deben ponerle sobre aviso.
Otra técnica habitual entre los reclutados es cambiar de tema. Cuando, por ejemplo, usted pregunta si el líder de la secta vive del cuento, le pueden soltar un larguisimo monólogo acerca de las persecuciones que han sufrido todos los grandes líderes religiosos del mundo.
Pueden charlatanear acerca de que a Jesús se le acusó de vinculación con las prostitutas, etc. No entre en el juego y no se deje llevar a un debate sobre Jesús; a usted lo que le interesa es una respuesta concreta sobre el líder del grupo. Si el reclutador no le contesta de forma clara, concisa y directa, puede estar seguro de que algo falta en su respuesta. Existe además una réplica que ningún reclutador es capaz de contradecir: puede usted dejar de escucharle y marcharse con toda tranquilidad.
Sobre todo, no olvide que la gran ventaja que tiene sobre el reclutador es la posibilidad de formularle preguntas directas y profundas. Las que incluyo a continuación han demostrado ser de las más efectivas:

¿Cuánto tiempo hace que usted (el reclutador) se dedica a esto? ¿Intenta reclutarme para alguna organización?
A mí me gusta saber de inmediato con quién trato. Una persona que no lleve más de un año en una secta destructiva es por lo general bastante inexperta. Es menos probable que mienta, y sus mentiras no resultan tan convincentes como las de un reclutador más experimentado. Si la persona en cuestión está comprometida desde hace muchos años, espero que dé respuestas concretas a todas mis preguntas, y si no es así le espetaré algo como:
«¡Vaya! ¡Es usted un adepto desde hace X años y no sabe la respuesta!».

¿Puede usted decirme los nombres de todas las organizaciones que dependen de este grupo?
Lo que se pretende descubrir con esto es el nombre de los grupos que sirven de pantalla.
Incluso aunque su interlocutor le diga que no existen otros nombres, en algún momento puede usted descubrir que miente. Es su oportunidad para montar en cólera y marcharse.

¿Quién es el líder supremo? ¿Cuáles son sus orígenes y cualificaciones? ¿Tiene antecedentes delictivos por alguna causa?

¿Cuál es la creencia del grupo? ¿Creen que el fin justifica los medios? ¿Se permite el engaño en ciertos casos?
A la mayor parte de los reclutadores no les gusta dar explicaciones acerca de sus creencias. Están entrenados para despertar su curiosidad y llevarle a oír una conferencia o a participar en un encuentro. Saben que dispondrán de una mejor oportunidad de influirle si le llevan a su propio ambiente. Si el reclutador no está dispuesto a resumir en ese mismo instante los puntos clave de las creencias del grupo, puede estar seguro de que le oculta algo.
Desde luego, él puede argumentar que tiene miedo de que usted haga una interpretación errónea basada en una breve descripción. De todos modos, insista.
Si más tarde descubre que el resumen es una grosera distorsión plagada de inexactitudes, tiene todo el derecho a enfadarse e irse. Los miembros de la secta intentarán seguramente convencerle de que se han visto obligados a mentirle porque la prensa y la televisión le han lavado a usted el cerebro y le han predispuesto contra ellos, por lo que nunca les hubiera escuchado si le decían la verdad.
No pase por alto esta racionalización de que «el fin justifica los medios». Ninguna organización legítima necesita mentir para ayudar a la gente.

¿Qué se espera que hagan los miembros después de afiliarse? ¿Tengo que abandonar la universidad o el trabajo, donar mi dinero y propiedades, o apartarme de familiares y amigos que se opongan a mi adhesión?
Si la persona que le aborda es reclutador de una secta destructiva, le dirá que no tendrá que hacer prácticamente nada después de su ingreso. Sin embargo, esta pregunta consigue que la mayor parte de los adeptos se muestren muy incómodos y a la defensiva. Observe con atención las reacciones no verbales del reclutador mientras le plantea esta cuestión. Pregúntele qué hacía él antes de unirse al grupo y qué hace ahora.

¿Existen controversias acerca del grupo? Si la gente formula críticas, ¿cuáles son las principales objeciones?
Esta pregunta sirve para determinar cuánto sabe la persona o cuánto está dispuesta a discutir. Si formula la pregunta con toda cortesía y acompañada de una sonrisa, se sorprenderá de las muchas veces que le contestarán: «Bueno, hay quien opina que somos una secta y que nos han lavado el cerebro. ¿No le parece ridículo? ¿Tengo yo pinta de que me hayan lavado el cerebro?». A este, último punto, suelo responder: «¿Qué pinta tienen las personas a quienes les han lavado el cerebro?». Por lo general, compruebo que mi interlocutor se siente muy incómodo, y si continúo insistiendo busca una excusa para marcharse.

¿Cuál es su opinión sobre los ex miembros de su grupo? ¿Se ha sentado alguna vez a hablar con un ex miembro para averiguar por qué abandonó el grupo? Si no es así, ¿por qué no lo ha hecho? ¿Impone su grupo restricciones a la comunicación con antiguos miembros?
Esta serie de preguntas es una de las más reveladoras que se pueden formular a un adepto.
Pese a que algún reclutador experto pueda responder: «Algunos de mis mejores amigos se han marchado», acabará por descubrir que le ha mentido. Cuando me dan una respuesta parecida, a mi vez les pregunto: «¿Cuáles son los motivos concretos que motivaron su marcha?», y «¿Le han dicho si son más felices ahora que antes de abandonar la secta?». Una vez más, el reclutador no sabrá qué responder.

Dígame las tres cosas que menos le gustan del grupo y de su líder
Si tiene la oportunidad de coger desprevenido al adepto y le formula esta pregunta, le sugiero que observe con cuidado la expresión de su cara. Se quedará atónito. Cuando por fin responda, probablemente dirá que no puede pensar en algo que no le guste. Los miembros de una secta, por lo general, dan esta respuesta con ligeras variantes, porque no están autorizados a formular críticas.
La pregunta definitiva es si la persona ha tenido tiempo o no para hablar con antiguos adeptos y leer informaciones críticas a fin de efectuar su propia valoración.

Si usted ha formulado todas estas preguntas y está razonablemente convencido de que la persona con la que habla es sincera, y está interesado en saber más del grupo, le recomiendo que haga aún varias cosas. Puede plantear las mismas preguntas a otros miembros del grupo y ver si coinciden las respuestas. Si hay grandes diferencias, puede intentar enfrentarlos a este hecho y observar cómo reaccionan.

Si no consigue más información sobre el grupo, y todavía está interesado, asista a una reunión con un amigo de confianza. De esta manera, tendrá a alguien con quien poder discutir todo lo que vea y oiga. Las sectas destructivas, por norma, intentarán siempre encontrar algún modo de separarle de su amigo. Algunos grupos piden a los participantes que se emparejen con personas a quienes no conocen. No permita que nadie les separe. Insista en permanecer junto a su amigo. Si le presionan, o si tiene que enfrentarse con los líderes del grupo, márchese.

Si se ve inmerso en una sesión de adoctrinamiento, póngase de pie y anuncie que no le agrada que le manipulen y controlen. Cuanto más alto hable, más rápido le expulsarán de la habitación. ¿Quién sabe? Tal vez otras personas aprovechen la oportunidad para marcharse con usted.

Ponerse uno mismo en una situación peligrosa no vale la pena.

miércoles, 19 de diciembre de 2018

Paternidad irresponsable en el Camino Neocatecumenal



Sé que en el blog se ha comentado más de una vez el tema de la encíclica Humanae Vitae y de la paternidad responsable, pero la verdad es que no he encontrado la entrada que buscaba, así que me he lanzado a resumir el asunto en una nueva publicación.

Bien leída, la encíclica no deja lugar a dudas sobre la licitud de recurrir a métodos naturales de control de natalidad. Métodos naturales. Otra vez: para limitar la procreación, la Iglesia Católica legitima y no condena el recurso a métodos naturales. Y ningún otro… con una salvedad que prefiero citar textualmente:

«Licitud de los medios terapéuticos
15. La Iglesia no retiene de ningún modo ilícito el uso de los medios terapéuticos verdaderamente necesarios para curar enfermedades del organismo, a pesar de que se siguiese un impedimento, aun previsto, para la procreación, con tal de que ese impedimento no sea, por cualquier motivo, directamente querido.»

En resumidas cuentas: los métodos naturales son lícitos, los métodos naturales son legítimos, los métodos naturales no son contrarios a la paternidad responsable. Más bien son los que hacen posible la paternidad responsable. En palabras de Pablo VI: con los métodos naturales «los cónyuges se sirven legítimamente de una disposición natural», que les obliga a «renuncian conscientemente al uso del matrimonio en los periodos fecundos». Los demás métodos no se admiten porque «impiden el desarrollo de los procesos naturales».

La encíclica también expresa con claridad que no habiendo nada ilícito en los métodos naturales, puede haberlo en la intención con que se aplican. Puede, es decir, no tiene por qué haber ilicitud en las intenciones.

Y precisamente el juicio inmisericorde sobre las intenciones de los demás es la seña de identidad de cierto grupo que no quiere ser movimiento que no me voy a molestar en nombrar.

Porque las intenciones con las que un matrimonio hace uso de medios legítimos para controlar la fecundidad solo compete a los cónyuges. No es un tema banal para comentarlo en una reunión de garantes, ni en una convivencia de mes, ni en una visita de unos que dicen haber sido enviados por el obispo. La fecundidad, los hijos, son un pilar fundamental de un matrimonio.

Nadie tiene derecho a meterse en el famoso tálamo con los cónyuges para inquirir si lo hacen mucho o poco, de frente o de perfil. Lo que hacen les pertenece solo a ellos y si lo sacan fuera no están exorcizando demonios, están destruyéndose. Pues lo mismo con el tema de los hijos y la fecundidad. Es algo privado. La Iglesia ha dictado su doctrina, no se necesita la intervención de nadie ajeno al matrimonio para ponerla en práctica. Solo se necesita una recta conciencia.


Ahora bien, resulta que en ese grupo que no quiere ser movimiento se hace circular el bulo de que no existe ningún método legítimo para regular la fertilidad porque no existe ninguna intención legítima que justifique el recurso a los periodos infértiles. En otras palabras, que sí o sí, quien recurra a los métodos que la Iglesia declara válidos lo hace por la dureza de su corazón y la perversidad de sus intenciones, porque es un burgués gordo y comodón que no soporta al otro, que el otro le destruye, que vive para sí mismo y toda esa matraca tan típica que cualquiera que haya estado en ese grupo al que no quiero nombrar habrá podido escuchar en más de una ocasión.

Por eso están tan obsesionados con lo de «¿Estáis abiertos a la vida?», que en su jerga quiere decir: no vale hacer uso de ningún método, ni natural ni sintético. Porque lo que se pregona desde ciertos neoatriles es que no es al hombre (donde hombre es el genérico que aplica a todo ser humano, sin consideración a su género) a quien corresponde poner medios, ya que poderoso es Dios para evitar un embarazo por mucho que tú practiques todo el talamo-sutra en pleno día de máxima fertilidad. Es decir, que es Dios quien, saltándose las leyes naturales que él mismo ha establecido y se den las condiciones que se den, dispone si ha de haber o no embarazo.

Evidentemente con semejante planteamiento arbitrario, es incuestionable que ninguna circunstancia es legítima para decidir usar métodos de control de la natalidad, puesto que en su delirio hacen creer a otros que es Dios quien personalmente ha de valorar la legitimidad de distanciar los embarazos y obrar “divinamente” en consecuencia.

¿Qué es un disparate? Sí, por supuesto. Como tantas otras cosas que se practican entre ciertos iluminados seguidores de un nuevo Moisés de pacotilla.