viernes, 4 de enero de 2019

Control mental. ¿Algo que ver con el Camino Neocatecumenal? (XV)



Dado que las sectas atraen a la gente a lo que podríamos llamar una trampa psicológica, mi trabajo como asesor en abandonos es mostrar al adepto 4 cosas.

En primer lugar, le demuestro que él está en una trampa: una situación en la que se encuentra psicológicamente incapacitado y de la que no puede salir. En segundo lugar, le hago ver que cuando realizó la elección no deseaba meterse en una trampa. En tercer lugar, le señalo que las personas que están en otras sectas también se encuentran en una trampa. Por último, le digo que es posible salir de la trampa.

Si bien estos cuatro puntos le pueden parecer muy obvios a cualquier persona que no pertenezca a una secta, no son tan evidentes para quien está bajo control mental. Se necesita alguien que comprenda lo que de verdad significa estar apresado en la trampa de una secta destructiva para transmitir este mensaje con la fuerza y determinación necesarias.

Mi método descansa en varias creencias esenciales sobre la gente. Una es que las personas necesitan y desean desarrollarse. Es importante que la gente se centre en el aquí y ahora. Lo hecho en el pasado ya ha quedado atrás. El enfoque no debe centrarse en lo que "hicieron mal" o en lo que "no hicieron", sino en lo que pueden hacer en la actualidad. El pasado es útil sólo en la medida que facilita unas informaciones que pueden resultar valiosas en el presente.

Según mi experiencia, las personas siempre harán aquello que creen que es lo mejor para ellos en base a su información y vivencias. La razón por la que el adepto permite que le adoctrinen es sólo que él cree que el grupo es maravilloso y que se trata de algo enriquecedor.

Mi aproximación se basa en el convencimiento de que, en lo más profundo de él, hasta el miembro más comprometido de un grupo de control mental desea abandonarlo.

Por último, mi aproximación está centrada en la familia. Cuando alguien es reclutado por una secta destructiva, todos y cada uno de quienes él conoce y ama resultan afectados. Los miembros de la familia y los amigos son vitales en la mayoría de los casos resueltos con éxito, puesto que se les puede entrenar para obtener un máximo de eficacia cada vez que se comunican con el miembro de la secta. De esta manera, su influencia emocional y personal puede ser utilizada para conseguir su cooperación.

El amor de una familia es una fuerza mucho más poderosa que el amor condicionado que brindan los miembros y líderes de una secta. El amor familiar apoya el derecho del individuo a convertirse en un adulto autónomo y a tomar sus propias decisiones en la vida. El amor de la secta pretende mantener siempre a la persona en un estado de adolescente dependiente, de ahí las amenazas de retirarle el amor si el individuo adopta decisiones sobre su propia vida en oposición a las órdenes del líder.

Cuan asesoro a un adepto, jamás intento separar el grupo de él o separarlo a él del grupo. Si lo hiciera, él sólo se sentiría amenazado, y tendría motivos para ello. En cambio, siempre busco la forma que madure ofreciéndole diversas perspectivas y posibilidades. Ayudo a las personas a que consideren opciones de las que ni siquiera conocían su existencia, después les animo a hacer lo que piensan que es mejor para ellas. Hago todo lo que está a mi alcance para que lleguen a sentir que tienen el control.

Como ya he dicho antes, el control mental de la secta jamás consigue borrar del todo la personalidad anterior ("Juan Juan"). Lo que hace es imponer una identidad de secta dominante ("Juan Secta") que suprime continuamente el yo real. Como miembro de la Iglesia de la Unificación, pensaba que había tenido éxito en "morir para mí mismo". Yo, Steve-Moonie, pensaba que el antiguo Steve Hassan había muerto. Sin embargo, el "yo" dormido se despertó durante mi desprogramación. Siempre estuvo allí. Fui capaz de recordar todas las contradicciones, los conflictos y las promesas rotas de Moon que viví –pero sin actuar- cuando era un converso, y estos recuerdos fueron lo que me hizo capaz de abandonar la secta. Algo dentro de mí lo había sabido desde siempre.

Tener éxito al intentar conectar con la personalidad soterrada de un individuo es lo que me permite ayudarle a abandonar un grupo. Si la personalidad soterrada está feliz y contenta con su participación en la secta, es muy poco lo que yo puedo hacer. Una persona así jamás ha estado bajo control mental. Ha elegido estar allí.

Pero en contadas ocasiones me encuentro con un caso semejante. Las familias me llaman porque ven que algo terrible está sucediendo. Y yo he descubierto que cuando a alguien que está sometido a la esclavitud se le da la oportunidad de escoger, no elige ser esclavo; no cuando tiene la posibilidad de adoptar decisiones sobre su propia vida, tener relaciones libres con otras personas, y dedicarse a la consecución de sus propios intereses y sueños.

Cuando el miembro de una secta se niega a hablar con personas que pueden "presentarle la otra cara de la historia", o se marcha en medio de una intervención y vuelve al seno del grupo, no está perdido. Al menos se ha establecido una comunicación sobre temas de importancia. El adepto puede sentir remordimientos por haber tratado mal a sus seres queridos y estar dispuesto a hablar en un futuro encuentro.

El momento de la intervención quizá fuera poco propicio. Tal vez se realizó justo después de que la persona saliera de un curso intensivo de readoctrinamiento, de que se acabara de casar dentro del grupo, o de que le hubieran ascendido.

Como es lógico, la mejor ocasión es cuando el miembro está en un período "bajo", y existen ciclos de altibajos emocionales en la vida del miembro de una secta como en la vida de todas las demás personas.

Tras el fracaso de una intervención, a la familia le puede llevar varias semanas, cuando no meses, restablecer las relaciones con el adepto. En ese punto, sólo tienen dos opciones. Pueden decirle al miembro que han hecho todo lo que estaba a su alcance y que cuando él desee recibir información o entrevistarse con ex miembros, se sentirán felices de poder ayudarle. La otra opción es intentar una intervención encubierta.

Es muy difícil tener éxito con una intervención encubierta. Se trata de un intento de asesorar al adepto sin que él tenga conocimiento de la participación de su familia para ayudarle a realizar una nueva valoración de su compromiso con la secta. A mí me resulta bastante arduo encontrar una excusa para reunirme con una persona y conseguir el tiempo suficiente para sacar algo de provecho.

Alguien que observase los preparativos de una intervención encubierta podría creer que está viendo otra vez Misión: Imposible. Se reúne un equipo. Se escruta e perfil psicológico del objetivo para dar con sus puntos débiles, intereses y patrones de comportamiento. Se urde una trama a fin de ponerse en contacto con él y retenerle el tiempo suficiente para encarrilar la misión.

La intervención encubierta implica la utilización del engaño, algo de lo que acuso a las sectas, lo que me hace sentir incómodo. Sin embargo, no intento convertir a nadie en seguidor mío; una vez que mi trabajo de presentar la información, exponer las alternativas y ofrecer mi asesoramiento está acabado, queda en manos del individuo adoptar la decisión que crea conveniente.

Pertenecer a una secta destructiva siempre te marca para siempre. Llegas a comprender muchas cosas que habías dado por sentadas: la familia, los amigos, la educación, la capacidad de tomar decisiones, la individualidad, todo el sistema de valores. Abandonar una secta brinda la ocasión única de sentarse "desnudo" con uno mismo y analizar todo lo que has conocido o creído alguna vez. Este proceso puede ser liberador, como también bastante terrorífico. Es una oportunidad para comenzar de nuevo tu vida.

miércoles, 2 de enero de 2019

Mal comienzo de año para kikólatras



Mal empieza el año para los idólatras de Kikónides.

Tengo pendiente escribir –a petición de Eladio- sobre la sumisión a las disposiciones de los kikotistas y sobre lo que los neocatecumenales entienden por clericalismo y moralismo, pero lo dejo para más adelante. He pensado que de momento vendría mejor algo más suavecito pero que ilustra bien el grado de adoctrinamiento idolátrico de bastantes adictos a la kikotina.

La historia, es la siguiente:


Y esta es la parroquia de Cristo Resucitado de Loarque allá por el año 2012:


Otra imagen de la misma parroquia hacia el año 2012:


La foto más reciente que he conseguido es de tres años después de la primera, cuando la parroquia se veía así:



Pero para algunos si el sitio no está kikotizado a tope, no sirve. Y si se deskikotiza, es que les persiguen. Pobre gente, cuando daño hace la kikotina.

martes, 1 de enero de 2019

No se puede negociar sobre el modo de comulgar


Hace tiempo dediqué una entrada a explicar que la Semana Santa en Kikónides no es como la Semana Santa de la Iglesia Católica.

Cuando eres adicto a la kikotina asumes que lo de los religiosos de misa de 12 solo vale como 20 mientras que lo de su sensibilidad vale como 100. Así que de ninguna forma puede ser lo mismo. Ellos se reúnen -se reunían, por mor de Dios, que ya se sabe que este es un año providencial- para hacer kiko-ritos pseudomágicos cargados de signikikado especial ajenos a la liturgia de la Iglesia. Y por supuesto, es "un engaño del demoño" pensar que ver al Papa por TV pueda valer como ver a la comunidad por skype o el medio que sea.

Es que el kikismo da mucha importancia a los signos. Se les llena la boca con sus signos por aquí y por allí, como un pagano ante el altar de las ofrendas en espera de una manifestación esotérica que dé sentido a su vida.

Por eso, para ellos lo importante del domingo de ramos es lucir palma. Lo de menos es que sea un absurdo agitar ramitas de perejil en un paseíllo desde la puerta del baño del fondo hasta el salón, si no se puede hacer el paripé en la calle, ellos lo hacen desde el baño hasta el salón, y si no se puede adquirir palmas y ramitos de olivo, se hace con perejil, pero no se van a quedar sin hacer el teatrillo, no sea que diosito se enfade y les mande un cáncer o algo peor.

El jueves santo, en Kikónides no es ni ha sido nunca el día de la institución de la Eucaristía, de hecho, jamás se ha conmemorado en Kikónides tal institución. No, el jueves santo es el día del teatro de los lavatorios pedicuros. Y este año ha sido peor que nunca. Por lo menos, cuando tal jolgorio se llevaba a cabo en la comunidad, se dejaba tranquilos a los niños, que no participaban ni lo contemplaban. Pero este año, como lelos deseosos de congraciarse con un diosito enfadado que les manda un coronavirus, han arrastrado a los pobres críos a semejante esperpento.

En la Iglesia, el viernes santo es el día del monumento y del recogimiento, no es momento para reuniones, es tiempo de silencio. En Kikónides no se concibe tal cosa, ellos se juntan con guitarras y arman la charanga de costumbre con la excusa de adorar la cruz.

Y este año el esperpento ha sido como nunca. Porque otros años esta charanga está reservada a la comunidad y a los niños se los deja al margen, ya que lo mejor para preservar la inocencia infantil es mantenerlos lejos de lo que ciertos elementos largan por la boquita en sus ecos. ¿Qué sentido tiene que un padre hable a niños de menos de 5 años desde un improvisado atril doméstico, en lugar de sentarse con ellos? ¿Qué sentido tiene hacer que besen un crucifijo, si para ellos tiene el mismo valor que si besasen a un oso de peluche o una muñeca llorona? Un despropósito.

El despropósito alcanza cotas siderales en la vigilia pascual, la vigilia más importante de la Iglesia, la vigilia en la que los kikotizados no quieren participar, sino que se montan otra por su cuenta. Y este año se apresuraron a repartir instrucciones kikurgicas sobre cómo proceder kikamente a profanar la Eucaristía, repitiendo algo que, según contaron los que salieron por pies de la China, ya habían probado allí antes de venir por aquí.

Este blog ya dijo que era un abuso muy grave, por más que convencieran a Ezequiel Pasotti de que prestase su nombre al abuso. Ahora es un cardenal, que no es precisamente un obispillo de un lugar remoto, sino el actual prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, quien lo llama por su nombre: PROFANACIÓN.

«En estos días también en Italia se ha hablado de una solución ya adoptada por alguien en Alemania, el "empaquetado" del Cuerpo de Cristo: Para que los católicos italianos vuelvan a comulgar, pero evitando la posibilidad del contagio -se lee en el periódico La Stampa- se está pensando en una comunión "hágalo usted mismo" con ostias "para llevar" previamente consagradas por el sacerdote, que se cerrarían individualmente en bolsas de plástico.

Cardenal Robert Sarah
“No, no, no –respondió escandalizado el cardenal Sarah por teléfono-. Es absolutamente imposible, Dios merece respeto, no puedes meterlo en una bolsa. No sé quién pensó este absurdo, pero aunque la privación de la Eucaristía es ciertamente un sufrimiento, no se puede negociar sobre el modo de comulgar. Comulgamos de manera digna, dignos de Dios que viene a nosotros. La Eucaristía debe ser tratada con fe, no podemos tratarla como un objeto trivial, no estamos en el supermercado. Es totalmente una locura”.

La Eucaristía no es un derecho o un deber: es un regalo que recibimos gratuitamente de Dios y que debemos recibir con veneración y amor. El Señor es una persona, nadie daría la bienvenida a la persona que ama en una bolsa o de otra manera indigna. La respuesta a la privación de la Eucaristía no puede ser la profanación. Esto realmente es una cuestión de fe, si lo creemos no podemos tratarlo indignamente.

El diablo ataca fuertemente la Eucaristía porque es el corazón de la vida de la Iglesia. Pero creo, como ya he escrito en mis libros, que el corazón del problema es la crisis de fe de los sacerdotes. Si los sacerdotes son conscientes de lo que es la Misa y de lo que es la Eucaristía, ciertas formas de celebrar o ciertas hipótesis sobre la Comunión ni siquiera vendrían en mente. Jesús no puede ser tratado así».

 

No dejo de preguntarme que pasaría por la mente de Ezequiel Pasotti para proponer convertir a los presbis kikos en proveedores de panes consagrados del supermercado kikil. Para querer poner la Eucaristía al servicio del kikismo.

«Por sus frutos los conoceréis», sin duda.