miércoles, 31 de julio de 2024

La Gracia no pisotea el libre albedrío

 

Tenía desde hace bastante tiempo un par de recortes de un tostón (del curso 2022-2023 en concreto), a la espera de que me entrasen ganas de exponer la sarta de errores en los que Kiko incurre.

Presento primero el recorte.

 


Lo primero que suelta Kiko -un clásico- es que nadie va por su voluntad, libre y consciente a escuchar uno de sus tostones. Eso de ir dónde quieres y porque quieres se hace con los políticos, los músicos y demás, pero quienes van a escucharle a él es, impepinablemente, porque diosito los ha reclutado y llevado allí, a presencia del nuevo moisés del CNC.

El segundo detalle importante es que diosito está al servicio de Kiko, y no al revés. Es diosito quien junta y lleva a los integrantes de la asamblea, para que Kiko, el gran líder, pueda arengarles.

Lo tercero es que la arenga no sirve de nada, está destinada al fracaso, porque una y otra vez, por más que diosito tenga poder para llevarles, Kiko no tiene capacidad para convertir a nadie. Pero como es tan sensible en lugar de reconocer su impericia lo que hace es achacar el fallo a la audiencia y emitir acusaciones contra ella: «Te gusta pecar, te gusta fornicar, y caes». ¡Qué contento estará el acusador con mítines como este!

Entre tanto absurdo, no es difícil pasar por alto algo muy grave: Kiko siempre presenta el libre albedrío como enemigo e inconveniente máximo para la fe. De tal modo que, según Kiko, la causa suprema por la que nadie en el CNC ha alcanzado la fe adulta por más años de calentamiento de metacrilato que lleve a cuestas es, precisamente, el libre albedrío.

Ante tanto disparate y ya que Kiko alude, de forma distorsionada y engañosa, a San Agustín de Hipona, mejor que sea el santo doctor de la Iglesia quien responda con la Verdad:

«Lo que preguntamos, pues, es: si está en nuestro poder alcanzar la fe con que creemos a Dios o con la cual creemos en Dios. Pues por esto está escrito: Creyó Abrahán a Dios, y le fue abonado a cuenta de justicia (Gn 15,6); y también: Al que cree en aquel que justifica al impío, se le abona su fe a cuenta de justicia (Rm 4,3-5). Considera ahora si habrá alguien que pueda creer, si no quisiere, o no creer, si quisiere. Si esto es absurdo —porque ¿qué es creer sino asentir a lo que se nos dice como verdadero?, y el asentimiento, ciertamente, es un acto de la voluntad—, luego, sin duda, la fe está en nuestro poder».

Pero es que Kiko proclama a voces que la fe es una gracia, es decir, que requiere intervención divina, a lo cual responde San Agustín:

«¿Acaso el libre albedrío es destruido por la gracia? De ningún modo; antes bien, con ella le fortalecemos. Pues así como la ley es establecida por la fe (Rm 3,31), así el libre albedrío no es aniquilado, sino fortalecido por la gracia. Puesto que ni aun la misma ley se puede cumplir si no es mediante el libre albedrío, sino que por la ley se verifica el conocimiento del pecado; por la gracia, la curación del alma de las heridas del pecado; por la curación del alma, la libertad del albedrío; por el libre albedrío, el amor de la justicia, y, por el amor de la justicia, el cumplimiento de la ley. Por eso, así como la ley no es aniquilada, sino restablecida por la fe, puesto que la fe alcanza la gracia, por la cual se cumple la ley, del mismo modo, el libre albedrío no es aniquilado, sino antes bien fortalecido por la gracia, pues la gracia sana la voluntad para conseguir que la justicia sea amada libremente».

Por tanto, el libre albedrío no es el problema, pero es que además como a Kiko le gusta decir una cosa y su contraria, antes de achacar al libre albedrío la culpa de la falta de fe de los neocatecúmenos, ha soltado todo lo contrario, a saber, que según él -y dice apoyarse en San Agustín y en la Iglesia- la respuesta del hombre a Dios, diga sí o diga no, no es libre. Lo cual debe ser una herejía más de su colección.

Recurro de nuevo a San Agustín para deshacer el engaño:

«Le es posible al hombre el vivir sin pecado con el auxilio de la gracia divina, si no le falta la cooperación de su voluntad».

Es decir, poder y querer. Dios es el que puede y el hombre el que ha de querer, y han de darse ambas circunstancias, la gracia divina y la libre voluntad humana. De lo contrario, solo los autómatas podrían ser impecables.

Y un ejército de autómatas parece ser el objetivo de Kiko. Porque miente, quizá por desconocimiento, cuando suelta lo del catecumenado primitivo largo. Sin ir más lejos, el eunuco que se cruzó con Felipe tuvo un catecumenado de unas cuantas horas (Hc 8, 26-40) antes de ser bautizado. Y recibió el bautismo sin que Felipe lo escrutase y le hiciese contar públicamente sus pecados o le exigiese pruebas de no pecar. Y tampoco le exigió obediencia ni vivir sometido a él a partir de entonces.

En otras palabras, no le corresponde a Kiko juzgar la vida de nadie ni mucho menos disponer quien está en situación de ser bautizado, porque no le corresponde a Kiko ni a ningún kikotista medir la fe de nadie.

Y la Iglesia debería decírselo de una vez, que mucho daño ha hecho ya a muchos pequeños.

 

lunes, 29 de julio de 2024

«La fe transmitida por mis padres»

 Un nuevo testimonio recibido.


Después de haber comprado el lino blanco para la túnica, después de haber tomado las medidas para cortarlo y coserlo, durante una celebración previa al viaje para ir a recibir el re Bautismo en el Jordán, el presbítero me señaló con el dedo haciendo el gesto de decir no. ¡Tú no!

Turistas dispuestos al re-bautismo kikil
Hoy, reflexionando sobre ello, comprendo el porqué yo no.

Hacía tiempo que mi esposa no iba a las preparaciones por motivos graves de salud, con frecuencia, dados los horarios, ni siquiera podía soportar una celebración completa, a las “celebraciones” de garantes y cenas de la alianza iba yo solo. Para mí y para mi familia fue un período durísimo, además de la enfermedad de ella, también yo tuve problemas de salud debido a un accidente, tuve fracturas en las piernas, a consecuencia de un golpe en la cabeza desarrollé un trastorno epiléptico, y poco tiempo después de retirarme las escayolas apareció la artritis reumatoide degenerativa.

Trabajaba en una institución de formación profesional que se declaró en quiebra tras meses y meses de no pagar al personal, de hecho tuvimos que pedir dinero para cubrir los gastos.

Al iniciar los trámites para reclamar a la empresa lo que nos adeudaba, fui llamado al orden por los katekistas, tanto los locales como los regionales. Hubo consejos (“Busca otro trabajo”, “Prepara una oposición”) y reconvenciones (“El cristiano no se defiende”, “No puedes reclamar lo que es tuyo”), pero ninguna ayuda real, ninguno me tendió la mano, ninguno me ofreció un trabajo. Uno de ellos, médico, me invitó a abandonar mis muletas, levantarme y caminar. Vi las sonrisillas de los demás bajo las barbas. Fue humillante.

Comprendí que no me habían interrogado para averiguar la mejor manera de ayudarme, sino para encontrar defectos y vicios en mi vida y así achacar la situación a un castigo de Dios. Su conclusión fue que el origen de todo estaba en la dureza del corazón de mi esposa, que no caminaba por su enfermedad, y en mi debilidad, que no la obligaba a caminar, quisiera ella o no.

En la comunidad pasé a ser considerado un apestado. Busqué refugio en el Señor y Él no se apartó ni se burló de mí.

...Literalmente tiré las vestiduras blancas (mías y de mi esposa) tan pronto como entendí que la verdadera Elección se produce en el Bautismo y la única vestidura blanca significativa es la que se recibe en el momento de este Sacramento, que es la que significa que estáis resucitados con Cristo como personas nuevas, no lo que hacen vestir los neocatecumenales.

Además, en el rito del Bautismo, la Elección es lo que también se llama "inscripción del nombre", porque los candidatos, como prenda de su fidelidad, inscriben su nombre en el "Libro de los elegidos", dice el RICA.

En cambio, en el Camino el nombre se escribe dos veces, la primera en el rito del primer escrutinio y el libro, según el mamotreto, no se llama "Libro de los elegidos", sino "Libro de la vida", que según las escrituras es el libro que escribe el mismo Dios.

Ahora me preocupa saber que mi nombre y el de mi esposa están inscritos en la placa, a modo de lápida mortuoria comunal, ubicada a lo largo de las escaleras de la Domus Galilaeae. Si pudiera, los borraría...

No he vuelto a sentirme solo, cambié de parroquia y asisto a la misa dominical. No he cambiado al Señor pero yo sí he cambiado. No necesitaba otra túnica blanca, me basta la que recibí en mi bautismo, no precisaba otra fe impostaba, la buena es la que me transmitieron mis padres. El vestidito de acristianar se me quedó pequeño pero mi fe creció cuando me apoyé en Dios y rechacé la kikotina.

sábado, 27 de julio de 2024

«Nada se parece menos a la magia que la acción sobrenatural de Dios»

 

Insisto en señalar uno de los más perversos engaños que propala el CNC: el de la conversión magikika sin esfuerzo alguno.


 

Dice Kiko el acogedor en el mamotreto de las kikotesis iniciales que el punto de partida es el siguiente:

«El hombre es carnal. No puede dejar de robar, de discutir, de ser celoso, de envidiar, etc. No puede ser de otra manera y no tiene la culpa».

Pero no pasa nada, porque: «Si somos enemigos de Dios, si hemos hecho cosas horribles, Dios nos ama y nos perdona. No te exige nada, sólo te invita a recibir gratuitamente esta palabra y a creer en ella.

La conversión es decir: hermanos, alegraos porque ahora os podéis convertir.  Ahora podéis ser liberados GRATUITAMENTE».

«El Bautismo es precisamente esto: ver que Dios ha precipitado en el mar caballo y caballero, que tus enemigos son destruidos sin ningún esfuerzo por tu parte, para que tú tengas vida plena».

«El Sermón de la Montaña tú lo cumplirás sin esfuerzo, porque el Espíritu Santo lo cumplirá en ti».

«San Pablo dice: Jesús, que estaba muerto, fue resucitado por el Espíritu de Dios que da la vida. Si este Espíritu vive en ti, podrá dar la vida a tu cuerpo muerto. Y ¿en qué lo ves? En que puedes hacer obras de vida eterna, de justicia; ser virtuoso sin esfuerzo».

Una y otra vez se insiste en el mismo engaño y el resultado son neocatecúmenos infantilizados que jamás alcanzan la adultez en la fe porque reniegan del esfuerzo y esperan que la conversión les sea dada de forma magikika.

Pues bien, Georges Chevrot, un moralista cuyos libros jamás recomendaría el CNC, escribe lo siguiente a propósito de la oración del Padre nuestro y, más en concreto, de la petición «no nos dejes caer en la tentación»:

«No somos sinceros cuando pedimos a Dios que nos libere de nuestras tendencias pecadoras si no nos dedicamos a sujetarlas y a amortiguarlas. La última consigna que Jesús dejó a sus apóstoles suele olvidarse con demasiada frecuencia: “Velad y orad”. Pues la oración no dispensa de la vigilancia, esta debe acompañarla e incluso precederla: velad primero y luego orad.

Este hecho de experiencia permite aclarar las dudas de quienes declaran no haber encontrado en la oración la fuerza que de ella esperaban: El deber, dicen, les es tan penoso después como antes, la tentación es para ellos igualmente acuciante, la lucha les sigue siendo necesaria. Pero ¿qué esperaban de Dios? ¿Que les descargase pura y simplemente de sus dificultades? Dios les ha otorgado su auxilio, pero un auxilio no es una suplencia. (…) El socorro que os aporta no tiene que suprimir vuestra propia fatiga. Cuando llamáis a alguien como refuerzo, no es para que él se esfuerce en vuestro sitio, sino porque al añadirse su esfuerzo al vuestro triunfaréis juntos en la dificultad.

Pues lo mismo sucede con las gracias con que Dios responde a vuestras oraciones: son refuerzos, socorros, concursos. No tienen por objeto suprimir nuestro esfuerzo personal, sino secundarlo, capacitarlo para que pueda llegar a buen fin. “Dios -decía con este motivo Bourdaloue- nos da unas gracias de combate. Nosotros querríamos gracias que nos garantizasen que ningún peligro nos incomodase. Pero Dios quiere que sean gracias que nos hagan obrar”.

Su respuesta a nuestras oraciones no podía ser un aliento a la pereza, como tampoco el Sacramento de la Penitencia nos corrige automáticamente de nuestros defectos, ni la Eucaristía sirve tampoco de anestésico para nuestras pasiones. Nada se parece menos a la magia que la acción sobrenatural de Dios: pues no solo sus dones requieren siempre la cooperación del hombre, sino que Dios no hará lo que nosotros podamos hacer sin Él. Dios interviene a partir del momento que hemos alcanzado los límites de nuestras posibilidades, para que lleguemos a realizar lo que de ningún modo podríamos hacer solos.

No oramos para ya no tener que preocuparnos, sino para ser capaces de trabajar todavía más tiempo, de sufrir más, de acabar con las tentaciones más violentas. “Lo que es imposible a los hombres -declaraba Jesús- es posible para Dios”, pero Dios quiere que el hombre empiece por hacer todo lo que le es posible. Entonces su oración es sincera, puede tener confianza, es escuchado».