«Decía, entonces, que la Escritura habla del amor de Dios con las imágenes de la paternidad y de las entrañas maternas».
Aquí una nota a pie de página recuerda que «los padres humanos son falibles y pueden desfigurar la imagen de la paternidad y de la maternidad. Conviene recordar, entonces, que Dios transciende la distinción humana de los sexos. No es hombre ni mujer, es Dios» (CIC 239).
«¡Y, en la revelación de Dios, la máxima expresión, la imagen más perfecta del rostro materno de su paternidad, es la Virgen María! ¡Ella es la imagen por excelencia del rostro materno de Dios Padre! Por eso, a mitad de esta etapa del "Padre Nuestro", haremos con vosotros una peregrinación al santuario de la Virgen de Loreto. En ese importante paso del Camino, os ayudaremos a redescubrir el misterio de la Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra. Ella, en virtud de la paternidad del Padre, engendra virginalmente en su seno al Hijo de Dios encarnado. Así podréis redescubrir también el misterio de la maternidad de la Iglesia, que nos gesta en la piscina bautismal como hijos de Dios y que nos inicia a la vida nueva y a la madurez de la fe».
En el Camino les gusta mucho decir que ellos “ayudan a redescubrir” no sé cuántas cosas: la gracia del Bautismo, a María, a la Iglesia como madre… La verdad es que para poder ayudar a redescubrir cualquiera de esos asuntos tendrían que ser gente de Iglesia, cosa que ninguno de ellos es.
«Todo esto que os estoy diciendo os puede parecer demasiado teológico. Es cierto que nuestras palabras son pobrísimas para explicitar estas cosas; efectivamente, estas cosas son sobre todo para vivirlas sacramentalmente. Jesucristo ha entregado a la Iglesia el Bautismo, las aguas de la regeneración, sacramento de las entrañas maternales del amor inmenso de Dios mismo con el que nos hace renacer, nos gesta como hijos suyos. En la Eucaristía, memorial de la muerte y de la resurrección de Jesucristo, nos nutre dándonos a comer y a beber el Cuerpo y la Sangre de su Hijo Único. Y de las aguas bautismales de la regeneración brota el sacramento de la Penitencia mediante el que Dios nos sigue regenerando».
Una verdad importante ha dicho Carmen: Los sacramentos pertenecen a la Iglesia, no a los carismas, si el CNC fuese uno, sino solo a la Iglesia. Por tanto, el Camino necesita lo que no le pertenece, lo que ha sido entregado a esa Iglesia con la que no quiere fundirse.
«Os digo todo esto porque esta mañana Dios, en la celebración penitencial, nos invita a entrar en su ternura maternal, en sus entrañas maternas de amor. Por eso no basta que tú renuncies al pecado; es necesario sobre todo que renuncies a tu "padre" y a tu "madre"; se trata de renacer, como le dice Jesucristo a Nicodemo. Esa es la obra impresionante que Dios ha hecho en nosotros mediante el Bautismo y la obra que todavía quiere realizar en nosotros en el sacramento de la Penitencia».
Hay que empezar por reconocer y renunciar al pecado, que es de lo que va el sacramento de la penitencia. Mejor no hacerle mucho caso a Carmen.
«El Concilio ha querido poner de manifiesto la grandeza inmensa del lenguaje sacramental, la potencia enorme de los misterios sacramentales. Esta noche celebraremos ese banquete maravilloso que es la Eucaristía, en el que Dios nos da a comer la incorruptibilidad de la resurrección de Jesucristo ¡Pero a un banquete no van los muertos, sino los vivos! Para celebrar la Eucaristía no basta ponerse bonitos vestidos; ¿para qué sirve ponerles vestidos a los muertos? ¡Por eso el Señor nos invita antes, esta mañana, a despojarnos de todo lo que hay en nosotros que pertenece a la corruptibilidad, a la muerte, mediante el sacramento de la reconciliación, que tiene el poder de resucitar a los muertos!
Nosotros traducimos por "misericordia" la palabra hebrea "rahamim". "Misericordia" es una traducción muy pobre que no expresa la riqueza enorme que tiene la palabra "rahamim"».
Por aclararlo. En hebreo, rahamim no tiene ninguna riqueza insondable, es pura y llanamente la palabra que designa la misericordia o la compasión. No hay más.
«La expresión "misericordia", en efecto, nos hace pensar más bien en algo sentimental y negativo: compasión, piedad, etc., mientras que la palabra "rahamim" viene de "réhem", que quiere decir "matriz", "útero". ¡La misericordia de Dios es la matriz regeneradora de Dios, sus entrañas maternas, las entrañas de su amor maternal en las que nos regenera como hijos suyos!»
Cierto, en hebreo esa palabra que solo quiere decir misericordia o compasión, que son términos que a Carmen le parecen sentimentales y negativos, viene de matriz, de madre, del amor incondicional de una madre. Y misericordia, que es traducción correcta y completa de rahamim, viene de corazón compasivo con el necesitado. Nada de pobreza lingüística.
«¡Entrar esta mañana en el sacramento de la misericordia de Dios, en este sacramento fundado en las aguas bautismales de la regeneración, es entrar en la matriz regeneradora de Dios, en sus entrañas maternas, en las entrañas de su amor maternal, para volver a ser regenerados como hijos suyos!
El Papa nos decía: "Los Padres de la Iglesia han hablado del sacramento de la penitencia como nuevo bautismo, como segundo bautismo, segundo, tercero, décimo, etc."».
Los padres de la Iglesia hablan de la penitencia como segundo bautismo, nada más, no como bautismos sucesivos, no como tercero, décimo, etc. Y dudo que ningún Papa ignorase, por más que en el mamotreto figuren unas comillas impropias, porque no viene el origen de la presunta cita.
«Efectivamente, la Penitencia es la posibilidad de hacer presente, de actualizar en nosotros una vez más, esta mañana, el Bautismo regenerador. Por eso la conversión y el sacramento de la Penitencia no son algo triste, sino todo lo contrario: ¡es la oportunidad que Dios nos da hoy de volver a experimentar el baño maravilloso de la regeneración y de la unción del Espíritu del Señor, para reavivar en nosotros la filiación divina, la vida nueva de hijos de Dios!»
Y todo esto, según el mamotreto, es una monición de Carmen a un canto.
Lo que yo te diga, prima.

No hay comentarios:
Publicar un comentario
Antes de comentar, recuerda que tú eres el último y el peor de todos, y que el otro es Cristo.