domingo, 18 de agosto de 2024

Reina de Europa

 

Otro artículo para meditar un rato y pasar del kikismo, que es tiempo de vacaciones.

 

El jueves 10 de julio de 2.003 se presentó en Bruselas, en solemne ceremonia, el borrador definitivo de la Constitución Europea. Cuando define sus símbolos, esta constitución declara solemnemente que la bandera europea es azul con doce estrellas colocadas en círculo. Pues bien: los colores, las estrellas y su disposición provienen directamente de la devoción mariana: son un signo explícito de devoción a la Virgen María.

Las estrellas son las del capítulo 12 del Apocalipsis: «Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza». Esa Mujer misteriosa, en la tradición cristiana, es la Madre de Jesús. También los colores provienen del culto: el azul del cielo y el blanco de la pureza virginal. Y es que en el diseño original, las estrellas eran de plata, aunque en un momento posterior mutaron al color del oro.
La historia comenzó casi un decalustro antes, en 1949, cuando en Estrasburgo se instituyó el primer «Consejo de Europa», encargado de «poner las bases de una deseada federación del continente». Al año siguiente, dicho Consejo convocó un concurso de ideas, abierto a todos los artistas europeos, para una bandera común. En la convocatoria participó Arsène Heitz, por entonces joven y poco conocido diseñador.

Del cuello de Heitz colgaba la conocida como «medalla de la Milagrosa», que se acuñó tras las visiones de santa Catalina Labouré en París, en 1830. Esta religiosa reveló que había recibido el encargo de la Virgen misma de hacer acuñar y difundir una medalla en la que estuvieran las doce estrellas del Apocalipsis y la invocación: «¡Oh, María, sin pecado concebida! Rogad por nosotros que recurrimos a Vos». La devoción se extendió y se distribuyeron centenales de millones de unidades de dicha medalla.
Arsène Heitz cultivaba una especial veneración por la Inmaculada, y planeó su diseño con las estrellas colocadas en círculo, como en la medalla, sobre un fondo azul mariano. Para su sorpresa, el boceto ganó el concurso. El jurado estaba presidido por un belga de religión judía, Paul M.G. Lèvy, que no conocía los orígenes del símbolo, pero al que probablemente le impresionaron los colores, pues el azul y el blanco (originariamente las estrellas no eran amarillas sino blancas) eran los colores de la bandera del por entonces recién constituido Estado de Israel.

Desde una perspectiva de fe, es felizmente simbólica esa unión de referencias cristianas y judías. Y es que la mujer de Nazareth es la «Hija de Sión» por excelencia, es el vínculo de unión entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, aquella en cuyo cuerpo se concretó la espera mesiánica. Incluso el número de las estrellas parece vincular estrechamente ambos credos: doce son los hijos de Jacob y las tribus de Israel, y doce los apóstoles de Jesús.
Años después del concurso de idea, en 1955, el boceto de Heitz se adoptó oficialmente como bandera de la nueva Europa. Habían surgido críticas puesto que los Estados miembros por entonces sólo eran seis y no se veía la razón de que las estrellas fueran doce. ¿Acaso la nueva bandera no debía remitirse a la lógica de la Old Glory, la bandera de los Estados Unidos de Norteamérica, donde a cada Estado federado corresponde una estrella? Arsène Heitz sostuvo que el doce era, para la sabiduría antigua, «un símbolo de plenitud», y que no debía cambiarse tampoco si los miembros superaban ese número. Así fue sancionado por la nueva Constitución. Ese número de astros que, como profetiza el Apocalipsis, coronan la cabeza de la «Mujer vestida de sol» se mantiene hasta hoy.
Un detalle que puede servir de reflexión: la sesión solemne durante la que la bandera se adoptó se celebró en 1955, en un día que vino determinado por las agendas de los Jefes de Estado. Pero he aquí que aquel día era un 8 de diciembre, día en que la Iglesia celebra la fiesta de la Inmaculada Concepción. Para muchos, una casualidad; para otros, quizá, el signo discreto de que al menos durante mil años, hasta la ruptura de la Reforma, María fuera venerada en todo el continente como «Reina de Europa». (Artículo de Vittorio Messori publicado en "La Razón" el 27 de julio del 2003).

3 comentarios:

  1. Aunque no tenga que ver con la entrada, ¿alguien sabe si es posible conseguir los libros de Daniel Lifschitz en español? Me refiero a los que escribió desde su salida del CNC, aparte de "La tradición hebrea y cristiana comenta los Salmos".

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  2. Pues el tema de la Santísima Virgen Maria hay que relacionarlo con los kikorros y su camino neocatecumenal, pues pasa que algo que desbordo la copa para huir de esa secta fue aquella vez que un Kikotista decía que la Virgen María era figura de la Iglesia, bueno hasta digamos que todo va bien, aunque no se si sea así, pero luego vino la siguiente aberración : Si Maria (no le dicen Santísima ni la Virgen) es figura de la Iglesia y nosotros acá presente (equipo de kikotistas) somos la Iglesia, quiénes venimos a hacer nosotros???, somos también figura de María.
    Que alguien pare por favor a estos herejes neocatecumenales, y lo peor supuestos sacerdotes (kikocuras) predicando tales bestialidades y errores!

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  3. En el camino neocatecumenal no ven la Santa Madre Dios como persona, siempre La relacionan como prefigura de algo, de esto o de aquello. Y si, llega un momento que los equipos de esos pseudocatequistas se presentan como figura de la Madre de Dios.... y se refieren a Ella simplemente como Maria, así como lo hacen los protestantes evangélicos luteranos

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