El largo paréntesis de 17 siglos (II)

En el CNC, hay cierta inquina contra Trento. No sólo por las ‘cajitas’ de los confesionarios cuyo fin es garantizar la privacidad, ni por regular la comunión sacramental ni por ordenar escribir un catecismo. Hay otros puntos que fijó el concilio de Trento como respuesta a los protestantes que el CNC desoye. Son, al menos, los siguientes:

1.   Se reafirmó que las fuentes de la fe son las Sagradas Escrituras y la tradición de la Iglesia. Para los protestantes –y para el kikismo-la única fuente de la revelación es la Sagrada Escritura.

2.   Se reafirmó que las Sagradas Escrituras deben ser interpretadas por la Iglesia y no se admite la libre interpretación como decía Lutero y como practica el kikismo.

3.   Se reafirmó que la fe es necesaria para la salvación, pero también lo son las buenas obras. Lutero decía que con la fe solamente se bastaba para ir al Cielo, pero el Concilio recordó que Jesús había dicho: "No sólo el que dice Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino todo el que hace la voluntad de mi Padre", y también que Jesús dice que en el Juicio Final a los buenos los pondrá a su derecha y les dirá: "Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estaba desnudo y me vestiste, estaba en la cárcel y preso y me fuiste a ver, era un forastero y me recibiste. Todo lo que hicieron a uno de mis más pequeños a mí me lo hicieron", lo que indica que las obras son muy necesarias.

En este punto, la doctrina kikiana es bifronte. Para los elegidos sostiene que la fe es lo que salva, porque “Dios les ama pecadores”, por su cara bonita, aunque sus obras sean tales como las que muestran en este blog cualquier día. En cambio, para los paganos (es decir, para todos los demás), las buenas obras son imprescindibles para que se salven, es lo que pasa cuando no se es un elegido.

De los 21 concilios ecuménicos habidos, Trento es el más despreciado por el CNC. Si bien la mayor parte de los kikistas no saben de los otros concilios, pues en el CNC sólo se hace hincapié en Trento para desprestigiarlo y en el CVII para exaltarlo.

En todo caso, según el CNC, desde Constantino hasta mediado el siglo  XX es una época perdida y oscura en la que “El cristianismo tradicional no tenía nada de cristianismo y daba asco, estaba privado del nuevo Espíritu recibido del Cielo“. El kikismo niega por tanto verosimilitud a la promesa del Mesías: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20).

Un día o un milenio, qué más da

Y pretende justificar que durante 17 siglos la Iglesia sólo fue una organización humana que “daba asco” y que “estaba privado del nuevo Espíritu recibido del Cielo” con el argumento de que “para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día” (2P 3,8). Con lo que pretenden dar a entender que no es que Cristo haya incumplido su promesa de estar en la Iglesia todos los días hasta el fin del mundo, porque aunque se haya ausentado durante 17 siglos, para Él esos 17 siglos son como un pestañeo de nada.

En suma, una falacia insostenible, pero ellos la compran tan contentos con tal de “justificar” el asco hacia Iglesia de los religiosos de domingo.

Pero hete aquí que aquel menda que pretende que a él ninguna intención se le oculta augura que el CVII con sus disposiciones sobre Liturgia, misión del clero y ecumenismo, cierran el largo paréntesis y, por ende, finalizan el pestañeo de Cristo, que vuelve a fijar sus ojos sobre su criatura y a llenarla de Espíritu Santo.

Y con el regreso del Espíritu Santo aparecen los frutos, claro. En un alarde de humildad, Pako Gómez admite que puede haber otros itinerarios o grupos o movimientos que también sean agradables a Dios. Pero no nos despistemos, Jesús en su periplo por la tierra se rodeó de 12 amigos, pero a unos los quería más que a otros, y entre los más queridos, sólo a uno le dio las llaves del Reino. Pues lo mismo con los frutos del Espíritu Santo, lo que lleva a algunos a afirmar sin rubor y sin asomo de humildad que el mayor fruto del CVII es el CNC.

Uno que pretende que ninguna intención se le oculta

Además, la ausencia tenía que producirse porque no son más los gentiles que los judíos y si ellos fueron dejados a su suerte y sufrieron el destierro, no iba a ser de otra forma con la gentilidad. Pero con el retorno del Espíritu Santo no sólo aparecen frutos nuevos, dicen; además, desde Juan el bautista no había vuelto a haber profetas (lógico, puesto que su misión era anunciar al Mesías y anunciárselo a un pueblo en concreto). Bueno, pues tras el CVII, Pako Gómez asegura sin rubor que hay un nuevo profeta en la tierra. ¿Qué más pruebas necesita un kikokúmeno para aceptar que Dios está con ellos, si hasta dicen tener un profeta, el único profeta vivo, tal vez el último de todos los tiempos?

Por eso la obediencia a Pako Gómez es antes que la obediencia a la Iglesia, al Papa de turno, a los cardenales -incluso si no son negros ni de Nigeria-, a los obispos, a los párrocos y a quien se ponga por delante.

Porque los kikines se tienen por ‘la iglesia’, la de verdad, la que está habitada por el Espíritu Santo, mientras que la otra Iglesia de los religiosos de Misa de 12:00, es la que respeta las disposiciones de los sucesivos concilios, incluidos Trento y el CVII, ya ves que horroroso error, dar el mismo valor a Trento que al CVII, pensar que en todos los concilios se manifestó el mismo Espíritu de Dios, pensar que Dios ama a todos por igual…

A los kikines se les inculca que son especiales, que son los elegidos, que son hijos predilectos… y en lugar de crecer como cristianos e integrarse en la gran Iglesia de todos, acaban empequeñecidos en un ghetto lamentable.

En esa mentalidad son formados los kikines: en el desprecio hacia la historia de la Iglesia y hacia su realidad actual.