BEATO MANUEL GONZÁLEZ GARCÍA, OBISPO DE MÁLAGA Y PALENCIA (1877-1940) |
Los católicos veneramos las Sagradas Escrituras, pero no hasta el fondo de confundir a una criatura con el Creador.
Un libro, aunque sea inspirado, no es más que un libro; una criatura inanimada y por tanto infinitamente inferior y distante de los ángeles y los seres humanos. Lo importante pues de la Biblia, no es su soporte histórico, sino el contenido inmaterial que es la verdad de la Revelación que fue consignada en ella por el Espíritu Santo y que estaba en primer lugar en los hagiógrafos y luego en cada hombre que lee o escucha la Sagrada Escritura con el mismo espíritu con el que se escribió, de modo que la presencia de Dios no está en el libro, sino en el hombre que oye. Fides ex auditu, la fe entra por el oído nos dice el apóstol, no por un texto.
La religión cristiana no es una religión del libro. No nos fundamos en ningún libro, sino en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo y en la vida que nos otorga por la fe y los sacramentos. Una vida sobrenatural a la que accedemos y alimentamos por la predicación de aquello que nos ha sido revelado. Piénsese a este respecto que todo lo que se puede decir de la Sagrada Escritura, se debe decir igualmente de la Tradición que es también fuente de Revelación. Luego si hay una presencia de Dios en la Escritura, ciertamente también la hay en la Tradición. El principio de Sola Scriptura está condenado.
Dicho esto, hay que añadir que, en algunos casos, el soporte material del texto sacro adquiere también un carácter sagrado cuando es elaborado y separado del uso de los hombres para destinarlo al culto litúrgico, tal como algunos vasos y telas y ornamentos de factura humana adquieren también ese mismo carácter. En efecto, el soporte material de la Predicación exige el texto sagrado en forma de libro impreso, objeto del culto, tal como el soporte material del Santo Sacrificio exige la presencia de la patena y el cáliz, que son también objetos del culto. La veneración relativa a aquello que soportan se muestra entonces en el cuidado que se pone en elaborar y enriquecer estos objetos así como en conservarlos y tenerlos limpios y preparados para su función sagrada. Esto, según algunos, habría sido el origen de la sacristía en nuestros templos. El lugar donde se guardaban las cosas sagradas que se usaban en el altar. Así se llegó a que en un mismo sitio se guardaran las formas consagradas que sobraban del Santo Sacrificio junto a los Evangeliarios usados en el mismo culto, todo bajo la custodia de los sacerdotes.
Es claro que no había una confusión al guardar junto a la Eucaristía un libro, sino un deseo de que lo más sagrado y venerado del culto estuviera protegido y disponible en un mismo sitio para ser usado según correspondía a su dignidad. Las primeras sacristías se conocen como pastoforias en oriente y aparecen ya en el texto de las Constituciones Apostólicas. En occidente se llamaránsecretarium o sacrarium, nombre del que derivará el más moderno de sacristía.
La costumbre de reservar la parte sobrante de la Eucaristía es antiquísima y con toda seguridad se remonta a la época apostólica. A los enfermos y ancianos habría que llevarles la comunión y esto se hacía guardando parte de lo consagrado, lo cual se hacía con total veneración. Como entonces no había culto público al Santísimo, se entendía que las formas consagradas se guardaran, envueltas en finos lienzos, dentro de un cofre o caja que es el origen del sagrario y esto se hacía, bajo llave, en el mismo sitio en el que se guardaba el Evangeliario al que incluso se cerraban sus lomos con llave de modo que sólo pudiera leerse en la liturgia. La pastoforia en principio era una especie de armario.
En otros momentos, sobre todo tiempos de persecución, la reserva de la Eucaristía se habría llevado a las casas por los laicos y habrían hecho reflexionar a la Iglesia sobre el tesoro de tener a Cristo verdadera y realmente tan cerca, apareciendo el culto privado a la Eucaristía desde muy antiguo como anticipo del culto público que se instauraría definitivamente con la Solemnidad del Corpus Christi. Era tan querido y deseado por los fieles este culto privado que en algunos lugares habría dado lugar a abusos, llegando a usarse el Santísimo como objeto curativo y aún de modo supersticioso(1).
Conforme crece la conciencia del culto debido a la Eucaristía fuera de la Misa, el sagrario se hizo cada vez más importante y fue sacado de la sacristía a un plano central donde los fieles podían adorar el Santísimo. Desde entonces, la Iglesia vivirá con los altares con el sagrario en el centro expresando esa unidad del solemne misterio del Cuerpo de Cristo con el Santo Sacrificio y la vida misma de la Iglesia. Al separar el altar de la pared y volver este cara a los fieles se rompió lamentablemente esta unidad separando de nuevo al sagrario del altar y ubicándolo en un lugar aparte. Pero jamás se pretenderá con esto equipararlo a los demás objetos. Sigue siendo la Eucaristía objeto del culto de latría (el culto que se da sólo a Dios) y algo que jamás se podrá equiparar a nada de este mundo. Una presencia por antonomasia de Dios en su templo y en su Iglesia. El Santo de los santos está ahí de verdad.
La Sagrada Escritura encuentra su lugar propio en la predicación y en la liturgia sin llegar jamás a confundirse con la Eucaristía en la veneración que le tributan los fieles.(2)
Pero con el Concilio Vaticano II apareció, según algunos, un nuevo modo de entender la Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia.
En la constitución Dei Verbum sobre la Divina Revelación podemos leer lo siguiente en el número 21, que abre el capítulo VI titulado “La Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia”:
la Iglesia ha venerado siempre las Sagradas Escrituras al igual que el mismo Cuerpo del Señor, no dejando de tomar de la mesa y de distribuir a los fieles el pan de vida, tanto de la palabra de Dios como del Cuerpo de Cristo, sobre todo en la Sagrada Liturgia.
El texto es sorprendente. Parece como si tras siglos de ardor eucarístico creciendo en anchura, altura y profundidad del misterio, hubiéramos admitido de repente la tesis protestante que dice que la Eucaristía es un mero símbolo y que por tanto tiene una veneración idéntica o inferior a la de la Escritura, otorgándoles a ambas cosas idénticas propiedades.
La confusión es mayor cuando algunos, haciendo caso omiso de la tradición litúrgica se empeñan en recuperar costumbres antiguas de antes de la institución del culto público a la Eucaristía y se empeñan en que la Sagrada Escritura sea conservada junto a la Eucaristía en un mismo lugar expuelto al culto como si fueran cosas parejas en cuanto a la presencia de Cristo en ellas. Este es el caso de las Comunidades Neocatecumenales que exhiben sus sagrarios dobles, donde encima de la reserva de la Eucaristía se expone al culto público de los fieles un ejemplar de la Biblia.
Ellos aducen que esta novedad litúrgica está enseñada por ese mismo texto del Concilio que acabamos de leer más arriba(3).
Esta novedad nos llevaría a pensar que bien la Eucaristía es una presencia no real ni verdadera de todo Nuestro Señor, sino de otro tipo menos excelente, como lo es la presencia de la verdad de Dios en el texto sacro (lo cual repugna al culto de latría que profesamos a la Eucaristía) o bien, la Biblia goza de una presencia real similar a la de la Eucaristía, lo que repugna aún más al alma católica que distingue la presencia de Cristo en la Eucaristía de todas las demás.
Está claro que nosotros no adoramos un libro ni ninguna criatura, sino a la persona de Cristo que está realmente presente bajo las apariencias de pan y vino en la Eucaristía. ¿Cómo pudo el Concilio decir tal cosa? ¿No se equivocaría o quiso decir otra cosa distinta?
Roma locuta causa finita es un adagio antiguo. Si usted pregunta a alguien poco formado por este tema rápidamente llegará a un argumento similar a dicho adagio. Roma ha aprobado estas cosas, luego no pueden estar mal. Entonces todo lo que uno pueda decir se estrellará contra un muro de piedra. Entrar en disquisiciones sobre si un Papa o un Concilio están o no conformes a la Tradición es algo complicado y en ciertos casos escandaloso para las almas simples.
Gracias a Dios, el tema no es nuevo. Poco después del Concilio el tema era candente y alguien elevó una consulta a la Santa Sede para aclarar si el texto de DV 21 dice lo que parece que dice. Esta consulta fue respondida por el organismo competente para la interpretación de los textos del Vaticano II, la “Pontificia Commissio Decretis Concilii Vaticani II Interpretandis” y además la respuesta iba aprobada y mandada su publicación en el AAS por Pablo VI, que era el mismo pontífice que firmó y aprobó dicha constitución en 1965. Por tanto, dicha interpretación del texto de DV 21 es de un nivel que se puede considerar definitivo.
La respuesta vino publicada en el Acta Apostolicae Sedis 60 con fecha de 5 de febrero de 1968. Allí podemos leer:
De capite VI, 21 Constitutionis dogmaticae de Divina Revelatione « Dei Verbum »
D. Utrum in verbis « Divinas Scripturas sicut et ipsum Corpus dominicum semper venerata est Ecclesia, cum, maxime in Sacra Liturgia, non desinat ex mensa tam verbi Dei quam Corporis Christi panem vitae sumere atque fidelibus porrigere », Constitutionis dogmaticae de Divina Revelatione Dei Verbum, adverbium ‘ sicut ‘ significare valeat eandem esse seu aequalem venerationem Sacrae Scripturae debitam ac venerationem debitam Ss. Eucharistiae.R. Venerationem esse tribuendam tum Sacrae Scripturae, tum Corpori dominico, diverso tamen modo seu ratione, uti eruitur ex Constitutione de Sacra Liturgia Sacrosanctum Concilium, n. 7; Litteris Encyclicis Mysterium Fidei, diei 3 sept. 1965: A.A.S. 57 (1965), p. 764; Instructione S.R.C, diei 25 maii 1967 Eucharisticum Mysterium, n. 9 : A.A.S. 59 (1967), p. 547.
(Traducción propia)
Sobre el capítulo VI, 21 de la Constitución Dogmática “Dei Verbum” sobre la Divina Revelación:Duda: Sobre si en las palabras de la Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación Dei Verbum: “la Iglesia ha venerado siempre las Sagradas Escrituras al igual que el mismo Cuerpo del Señor, no dejando de tomar de la mesa y de distribuir a los fieles el pan de vida, tanto de la palabra de Dios como del Cuerpo de Cristo, sobre todo en la Sagrada Liturgia” el adverbio “al igual que” pueda significar que sea una misma o igual veneración la que se debe a la Sagrada Escritura y la veneración que se debe a la Eucaristía.Respuesta: La veneración que se ha de dar a la Sagrada Escritura por un lado y al Cuerpo del Señor por el otro se debe dar sin embargo en modo o razón diversos, como consta por la Constitución sobre la Sagrada Liturgia, n.7; la carta encíclica Mysterium Fidei de 3 septiembre de 1965: A.A.S. 57 (1965), p. 764; la Instrucción S.R.C, de 25 de mayo de 1967 Eucharisticum Mysterium, n. 9 : A.A.S. 59 (1967), p. 547.
La respuesta no podía ser más clara y evidentemente negativa y restrictiva del término “sicut” latino empleado en la comparación entre la veneración debida a la Escritura y la que se debe a la Eucaristía. El sentido del texto según lo entiende el magisterio nos dice que las veneraciones debidas no son iguales sino distintas y el texto viene a decir por tanto que ambas se veneran en la Iglesia pero de modo distinto o con distinta razón. Las referencias son iluminativas:
Sacrosanctum Concilium 7, tras mencionar las distintas presencias de Cristo en la liturgia, nos dice que los signos sensibles por los que Cristo obra su sacerdocio en la liturgia lo hacen “et modo singulis proprio” también en un modo que es propio y particular de cada uno de ellos. Por tanto no puede haber confusión posible entre ellos. Se convierte así esta respuesta en una interpretación de este mismo punto 7 de la constitución sobre la liturgia.
El texto citado de la Mysterium Fidei es también clarísimo: en la página referenciada del AAS se comienza con estas palabras tras haber hablado de las demás presencias:
Estas varias maneras de presencia llenan el espíritu de estupor y dan a contemplar el misterio de la Iglesia. Pero es muy distinto el modo, verdaderamente sublime, con el cual Cristo está presente a su Iglesia en el sacramento de la Eucaristía, que por ello es, entre los demás sacramentos, el más dulce por la devoción, el más bello por la inteligencia, el más santo por el contenido; ya que contiene al mismo Cristo y es como la perfección de la vida espiritual y el fin de todos los sacramentos .Tal presencia se llama real, no por exclusión, como si las otras no fueran reales, sino por antonomasia, porque es también corporal y substancial, pues por ella ciertamente se hace presente Cristo, Dios y hombre, entero e íntegro. Falsamente explicaría esta manera de presencia quien se imaginara una naturaleza, como dicen, «pneumática» y omnipresente, o la redujera a los límites de un simbolismo, como si este augustísimo sacramento no consistiera sino tan sólo en un signo eficaz de la presencia espiritual de Cristo y de su íntima unión con los fieles del Cuerpo místico.
Y por último, la cita del numero 9 de la instrucción Eucharisticum Mysterium no deja lugar a dudas sobre la excelencia de la presencia real de Nuestro Señor en la Eucaristía y su diferencia con todas las demás presencias de Dios en la Iglesia.
9. DIVERSOS MODOS DE PRESENCIA DE CRISTOPara una inteligencia más profunda del misterio de la Eucaristía los fieles deben ser instruidos acerca de los modos principales según dos cuales el Señor mismo se hace presente a su Iglesia en las celebraciones litúrgicas.Siempre está presente en la asamblea de los fieles congregados en su nombre. Está presente también en su palabra, puesto que él mismo habla cuando se leen en la Iglesia las Sagradas Escrituras.Pero en el sacrificio eucarístico está presente, sea en la. persona del ministro, «ofreciéndose ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la cruz», sea sobre todo bajo las especies eucarísticas.En este sacramento, en efecto, de modo singular el Cristo total e integro, Dios y hombre, se halla presente sustancial y permanentemente. Esta presencia de Cristo bajo las especies «se dice real no por exclusión, como si las otras no fueran reales, sino por excelencia» [Justo aquí se hace una referencia por la instrucción al mismo punto que hemos subrayado de la Mysterium Fidei en la p. 764].
Por tanto, ¿que podemos pensar ahora de esta práctica usada por los neocatecumenales y que ellos afirman estare aprobadas por dos pontífices?
Pues podemos decir con todo derecho y razón que está conculcando el mismo sentido del texto conciliar en cuanto a lo que fue definido por la Santa Sede.
Recuérdese que los neocatecumenales enseñan abiertamente y aún ante los Pontífices, como consta por múltiples fuentes, que su tabernáculo es la aplicación de la enseñanza de la DV 21. Pero su tabernáculo no muestra la excelencia de la presencia en la Eucaristía sobre la de la Escritura y lleva a confusión en el dogma de modo que se corre un grave peligro de alterar los mismos fundamentos de la liturgia.
Los neocatecumenales abusan del texto del Concilio y cometen un grave abuso litúrgico que lleva a los fieles a confusión y escándalo y se puede llegar a pensar justamente que está afectado de planteamientos heréticos.
Si Juan Pablo II obró en ignorancia del magisterio de su predecesor o le engañaron los que le debían haber advertido sobre ello es cosa que debería verse en un proceso justo. .
Benedicto XVI, a pesar de haber sido perito conciliar en esta misma constitución y elevarse como el Papa de la hermeneútica del Concilio en la continuidad, ha permitido la extensión de esta mala práctica ¿Hemos de suponer que Benedicto XVI ignora este sentido definido por Pablo VI? ¿Por qué no dice nada a los catecumenales? ¿Obra engañado también?
¿Es posible que un sentido definido y publicado en el A.A.S. haya sido conculcado de esta manera durante más de cuarenta años y que ahora en plena celebración cincuentenaria nadie se atreva a decir que nos están dando gato por liebre?
Aunque de la voluntad interna que haya en los neocatecumenales y en los Pontífices no podamos juzgar, sí podemos juzgar que sus hechos externos están contraviniendo el texto Conciliar de DV 21 y el sentido unido a la Tradición en que lo entendió el Papa que lo firmó: Pablo VI.Además son muestra de un principio herético latente en muchos sobre la presencia real de la Eucaristía.
El asunto es grave y espero que alguien tome una medida al respecto. Los neocatecumenales deberían inmediatamente desmontar esos tabernáculos y dejar de decir que eso es enseñanza de la Dei Verbum y quizá todos en la Iglesia deberían empezar a pensar en ir reconvirtiendo el cincuentenario en un acto penitencial para pedir perdón por las ofensas cometidas y los abusos permitidos por la desistencia magisterial.
¡Qué mala predicación se ha dado confundiendo a los fieles con dicha interpretación abusiva y contraria al dogma de la DV 21! Como decía San Alfonso María de Ligorio “sin duda alguna es lo mismo no predicar la Palabra de Dios que predicarla adulterada con estilo limpio” Téngase en cuenta para la Nueva Evangelización.
M.D.
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Notas:
1. Algo de eso aparece en el famoso texto de San Cirilo sobre la comunión en la mano, donde se aconseja tocarse los ojos y oidos con los dedos humedecidos en el sanguis que queda en los labios, razón por la que algunos suponen el texto como espúreo e impropio de un Santo Padre. Hay textos que hablan de una mujer que lo restregaba contra todo su cuerpo para tener salud y belleza. Es obvio que aquí estamos en los inicios del mesalianismo (una deformación de la fe que confunde el culto espiritual con la pasión sensible) y que hoy día podemos ver que reaparece en los ambientes carismáticos, donde como a modo de extraña alabanza la pasión parece obnubilar las mentes y las manos se acercan a tomar la custodia y acariciar o palpar al Santísimo mientras los fieles se agitan ante el mismo en bailes o exaltaciones poco espirituales.
2. He resumido muchos siglos de historia litúrgica y ahorrado las excepciones y formas ocasionales, pues lo que pretendo es que se entienda el origen de la costumbre (más altomedieval que paleocristiana) de guardar juntos Eucaristía y Biblia. Juntos pero no revueltos ni confusos en su dignidad. Cualquier historia seria de la liturgia recoge todos estos elementos que aquí he resumido.
3. Pueden citarse muchos ejemplos, pero baste con este de la página oficial de la Domus Galileae cuando explicaba el proyecto antes de ser construído: http://www.domusgalilaeae.org/spanish/DomProject/project.htm
fuente: http://tradiciondigital.es/Para facilitar el estudio y la profundización de la Sagrada Escritura, con una atención particular para el Sermón de la Montaña, habrá una biblioteca informatizada de líneas extremadamente modernas para los estudios bíblicos. Un elemento característico de este edificio es el Santuario de la Palabra, que servirá a cuantos vayan a esta casa a escrutar las Escrituras en un clima de oración y contemplación. En el área de este Santuario se encuentran 80 tronos y en la pared del fondo de este Santuario habrá un Tabernáculo con dos niveles: uno con la presencia del Santísimo y el otro con la presencia de la Escritura, según lo que enseña la Dei Verbum.