En la entrada precedente se ha mencionado el recurso de la palanca del miedo y la culpa para mantener sometidos a los captados por el Camino.
¿Miedo a qué? ¿Culpables de qué?
No hay que perder de vista que el CNC se nutre básicamente de aquellos que no pueden elegir, no tienen opción a irse, por ejemplo menores de edad o quien se juega su matrimonio si manda a paseo a la comunidad; y el segundo perfil es el de quien pasa por un mal momento personal y busca una tabla de salvación.
Sea cual sea la situación de los captados, la praxis del Camino consiste en averiguar en detalle la vida privada de todos ellos y utilizar el conocimiento adquirido para someterlos.
El método básico para enterarse de la vida de los demás no es sutil.
En primer lugar el tono y el contenido de las kikotesis y arengas de los kikotistas no es casual. Pongo un par de ejemplos:
«Basta con mirarte a ti mismo, y descubrirás que eres un burgués, amante de la comodidad y del dinero, el resultado es: no pensar, porque pensar es reconocer que soy un lascivo, un burgués, que me gustan las mujeres, que me gusta divertirme, vivir bien a cualquier precio» (Mamotreto II).
«El enemigo es tu esposo, tu esposa, tu pareja, que no te entiende, que te mata, que te juzga, que destruye algo muy íntimo, que es tu sensibilidad, que no te respeta, cuando es del todo injusto contigo» (Ibid.).
Todas las arengas están llenas de este mensaje desalentador, eres un desastre siempre lo has sido, no amas a nadie, no puedes amar, tampoco puedes dejar de pecar, así que no te esfuerces, que esforzarse es un moralismo. Y, sobre todo, cuéntalo, cuenta quienes son tus enemigos, cuenta cómo te han dañado, cuenta cómo te has defendido, cuéntalo, porque si no lo cuentas, la varita mágica del kikismo no podrá arreglarte tu vidita.
El mensaje de Kiko siempre está orientado a que los captados sepan la información que han de proporcionar: con quién se llevan mal, a quién no soportan, qué injusticias han sufrido por parte de otros. Y ocasiones para contarlo no falta, para eso están las “confesiones públicas”.
Porque no otra cosa se busca en las ruedas de experiencias de las convivencias, los escruticidios e incluso los ecos tras las lecturas de la biblia.
De los tres mecanismo, el más sanguinario es el de los escrutinios dirigidos normalmente por un laico sin preparación ni conocimientos pero con mucho alarde de pretendida autoridad en virtud de su presunto carisma de kikotista. La excusa para practicar escrutinios es medir el grado de crecimiento en la fe de los hermanos a través de los hechos concretos de su historia personal. Por eso es importante la presencia de un presbikiko amaestrado que dé la impresión de que tan nefasta experiencia es conforme a la doctrina y normativa de la Iglesia.
Ahora pido al lector que se ponga en la piel de quien, presionado por el ambiente, confiado en la presencia de un presbikiko y ansioso por encontrar ayuda, cuenta su dolor más íntimo, y en lugar de comprensión y simpatía se encuentra con que el kikotista, convertido en basilisco, le acusa de ser el culpable de todo lo que le pasa.
Esto tampoco es casual.
Es necesario que los captados no busque la justicia («No juzgues, hermano», le dirán los mismo que a él le han juzgado y condenado), porque es importante que no se rebelen contra las injusticias que cometerán kikotistas y demás elementos.
El objetivo es la destrucción de la personalidad individual. Se repite con insistencia lo de «Debes morir a ti mismo. Debes aniquilar al hombre viejo para que renazca el hombre nuevo».
En realidad, la receta de Kiko solo produce personas dependientes que renuncian a su responsabilidad personal para seguir las directrices marcadas por el CNC. La exigencia de obediencia total e irracional es absoluta y se acompaña de amenazas esotéricas para quien no se someta:
«¡Murmurar contra Dios! Como murmurar contra los catequistas. No se puede murmurar de los catequistas. Porque entonces, si yo murmuro de los catequistas dejo de creer que son enviados de Dios. … Yo no me tengo que justificar contigo. Vosotros siempre me habéis obedecido ... Además, Dios os corregirá, porque yo no vengo aquí a hablar por mi cuenta, yo hablo en nombre de otro» (De un anuncio publicitario de 2011).
Con gente así el diálogo es imposible. Ellos no tienen que justificarse por nada porque lo que sale de su boca es lo que su diosito quiere. Y si a ti se hace daño, te fastidias. Y si no te gusta, ya te espabilará diosito, porque el equivocado eres tú y tu párroco y el obispo y todo el que se oponga a ellos es un perseguidor y un endemoniado.
Sinceramente, a más de un neocatecumenal habría que hacerle un exorcismo, a ver dónde residen esos demonios que ven hasta en la sopa.
Y con todo, cada vez más gente escapa del CNC. Algunos abren los ojos después de ser víctimas de abusos vergonzosos, otros se niegan a crucificar la razón, otros nunca quisieron estar dentro y se van en cuanto pueden.
Como regla general, no solo del Camino sino de cualquier organización coercitiva, los de fuera son unos pobrecillos ignorantes de la verdad del universo, pero los que abandonan son traidores, sin paliativos, sin disculpas, traidores, endemoniados, judas a quienes hay que volver la espalda, porque quien sale del CNC ¡se opone a Dios!
Y los peores de todos son los que cuentan en voz alta los abusos cometidos contra ellos.
Contra ellos descargan toda la artillería de chismes y maledicencia (por eso es peligroso dar información confidencial a gente con ínfulas de apóstol del mismo Dios) a la misma vez que se dan golpes de pecho y claman ser ellos los perseguidos.
A quienes tenéis el valor de denunciarles va esta advertencia: la lucha será a muerte, pero no estáis solos. Si queda medio millón de kikos, hay diez veces más exkikos. Y lo más importante, Dios no está con quienes mienten, engañan y abusan de la buena fe de otros.
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