«P-
¿Tú has dado algo desde el primer escrutinio hasta hoy? ¡Sinceramente”
R-
Yo, verdaderamente, no he entendido esto de esta forma, como una exigencia de
tener que probarme. No he visto claro lo que tengo que hacer.
P-
Bien es una demanda muy clara. Lo hemos visto esta mañana cuando se dice
“vended vuestros bienes y dadlos en limosna”, pero si tú no lo has entendido,
entonces… paciencia. Y ahora, ¿lo has entendido?
R-
Sí, sí.
P-
Entonces veremos si lo haces, si el Señor te da la fuerza para hacerlo.
P-
¿Tú te has probado?
R-
Nada. Yo he seguido dando pero como siempre, como antes de estar en la
comunidad, yo ya daba y he continuado dando. Pero empezar a desprenderme de mis
bienes, no.
P-
Si trata de que tú mismo veas si verdaderamente puedes renunciar como te dice
el Señor, a tu dinero por amor a Él, precisamente para liberarte del apego que
tengas. Porque a causa del
apego al dinero haces la vida imposible a tu marido, a tus hijos y a todos.
Y por este apego al dinero no puedes amar.»
Juicio y condena sin posibilidad de
defensa, todo en la misma frase.
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«P-
Sinceramente, ¿tú has dado algo?
R-
Nada.
P-
Muy bien, puedes sentarte. Es decir, muy mal, no sé por qué he dicho muy bien.
---
P-
¿Tú has entendido lo que se ha dicho en el primer escrutinio? Y ¿has intentado
dar algo?
R-
Yo no he dado nada, es más, he impedido a mi mujer que dé.
P-
Se lo has impedido a tu mujer, ¿por qué?
R-
Porque estoy muy apegado al dinero.
P- Gracias,
puedes sentarte. Tú lo has dicho bien, estás apegado al dinero. Precisamente
por eso te habla el Señor. Porque esto
no se resuelve en un día; y tal vez nunca se resolverá. Pero es importantísimo
sentar los fundamentos.
Voy
a contaros una cosa que me decía Carmen y que me ha iluminado mucho. En un
cierto momento, cuando estaba de misionera, el Señor le dio una alegría inmensa
para darlo todo. Después te apegaste de nuevo, pero esta fuerza que te dio el
Señor para liberarte una vez, te da la garantía de que Él puede liberarte
siempre. Entonces, el asunto cambia, ¿entiendes? Pero ahora, en este momento
del camino, cuando comienza a ponerse más serio, el Señor os invita a probaros.
No tengáis miedo. Veréis como el Señor os liberará y abrirá en vuestra vida una
nueva etapa. Una etapa de liberación de vuestro apego al dinero.
Este
diálogo que el Señor hace contigo por medio del escrutinio, os lleva a
conoceros mejor.
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P-
¿Tú te has probado un poco?
R-
No he hecho nada. Pero tengo un gran deseo de comprar algunos muebles buenos y
llevo mucho tiempo sin hacerlo, porque me parece que no es cristiano.
P-
¿Por qué no te parece cristiano?
R-
Porque creo que este dinero lo puedo dar a la gente que lo necesite…
P-
Eso sería muy hermoso, muy estoico, pero no es cristiano. No es esto lo que
dice el Señor. Él no te dice que des el dinero porque los otros tienen
necesidad. Eres tú quien tiene necesidad de darlo para liberarte. En el segundo
escrutinio hay una renuncia a los ídolos del mundo y una adhesión a Dios. Y esta
es la catequesis del shemá que haremos el domingo: “Escucha, Israel, no ames a
otro Dios que no sea yo”. Descubriremos que tenemos tantos en nuestra vida. El
primero de todos es el dinero; después, la familia, yo mismo, etc. Y nos
creemos que amamos a Dios, pero en la práctica no es verdad y entonces en Señor
te invita a dejarte de historias y bajar al suelo, a los hechos.
El
mundo está lleno de problemas a causa del dinero y por esto el Señor, que
establecerá con nosotros un reino (el reino de Dios en la tierra, como un
signo), no puede hacerlo sin liberarte antes del dinero, porque de otro modo no
podrías entrar.
Por
esto es necesario que en este momento del camino os probéis. No para que vivas
en una casita muy pobre, con muebles pobres. ¡No! Porque tal vez el Señor te dé
mucho más dinero. Pero entonces, como dice san Pablo, harás como si no lo
tuvieras, y podrás disfrutarlo. Pondrás tu casa al servicio de todos, porque ya
no será un ídolo. Porque si tienes el ídolo del dinero, y con el dinero que tienes
te compras muebles hermosos, entonces se convierten en ídolos para ti… y ¿qué
sucede si alguien los raya?
No
podéis entrar en el catecumenado sin conocer profundamente vuestra realidad. El Señor os dice que podéis
comenzar a probaros.»
En realidad el único que dice cuando,
cuando y como es Donki, Dios no pone esas condiciones.
«Os
dice: “vended vuestros bienes, dadlos en limosna y tendréis un tesoro en el
cielo”. Estas son palabras del evangelio para poner en práctica. No son para
las monjas ni para los sacerdotes ni para los monjes. Ya os lo dijimos el otro
día. Este evangelio no está escrito para ellos porque en aquella época no
existían; sino que era un pueblo como nosotros. No había nacido ni San
Francisco ni ningún fundador. Todos eran gente como nosotros. Entendéis lo que
os quiero decir, ¿verdad?»
¡Cómo le gusta a Donki tergiversar! Porque
esa “cita” en el evangelio no aparece como dicha indiscriminadamente a todos,
sino a uno solo al quien sólo le faltaba una cosa muy concreta.
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R-
No, pero te quiero decir una cosa. Tú has dicho que lo que haga tu mano derecha
no lo sepa la izquierda.
P-
Sí.
R-
Bien, pero sé que si doy algo en casa lo sabrán todos. Sé bien que estoy muy
apegada, pero si quiero desprenderme lo sabrá toda la familia y habrá
problemas. Y entonces lo de la izquierda…
P-
Sí, pero no te engañes. Que lo de la izquierda y la derecha quiere decir que
debes escrutar tu intención. De no darlo con intención secreta sino para que la
gente diga “¡qué buena es!”. De no hacerlo para que te respeten o de admiren. Y
si por darlo llega la persecución… tanto mejor. Así que atenta a no darlo para
que te digan “fíjate, es una santa”, porque así ya tendrás tu recompensa. Pero
si por darlo tienes una pelea con tu marido o con tu madre o con quien sea…
Está bien.
El
Señor te invita a desprenderte de este ídolo que tú has reconocido. Y tal vez
pienses que no puedes, pero el Señor te dará la fuerza necesaria.»